El conjunto blanquivioleta se impone en un buen partido al filial hispalense, el mejor equipo que ha pasado por Zorrilla en lo que va de temporada, gracias a los goles de Juan Villar y Joan Jordán
Llegaba el Sevilla Atlético a Valladolid como insospechado equipo puntero, segundo clasificado y, por ende, ocupando plaza de ascenso directo. Sobre el tapiz, verde y húmedo, mucho, debido a las intensas lluvias registradas a lo largo de la jornada, dio fe de que en el fútbol, como en la vida, todo pasa por algo, y que esa posición no es casual.
El filial hispalense fue, sin paños calientes, el mejor equipo de cuantos han pasado por el Nuevo José Zorrilla esta temporada. Quizá parezca mucho decir, pero para nada lo es. Dejando aparte al Levante, que compite a otro nivel, los sevillistas demostraron ser la empresa más complicada de cuantas ha tenido que emprender el Real Valladolid.
Y salió a hombros, como si Zorrilla fuera la maestranza. En un buen partido, el Pucela venció y dio un golpe sobre la mesa que debe poner las orejas a los demás, pues suena a «ya estoy aquí». Aunque la lluvia y la pesadez del campo deslucieron en parte el juego, fue bueno y atractivo por parte de los dos contendientes, que salieron a no especular.
Paco Herrera lo había advertido ya en la previa: su equipo tiene una identidad y tiene que plasmarla en cada envite, y así fue una vez más. Plantados otra vez con el manido rombo en mediocampo, aunque con algún matiz, los blanquivioletas manifestaron desde el inicio su afán de tocar el balón. Si no lo hicieron más durante la primera mitad, fue sin duda alguna porque los andaluces no solo querían lo mismo, sino que además lo hacían.
Ese matiz pasaba por abrir a los delanteros mucho y porque Míchel amenazara con la presión sobre los centrales. Aunque a costa de eso en una segunda zona del campo había algún hueco para que los visitantes jugaran, esto funcionó y provocó que tuvieran que salir mucho en largo. No obstante, los de Diego Martínez no se amilanaron ante la presión e intentaron trenzar jugada, aprovechando el manido espacio detrás de los interiores para atacar por bandas.
Así, Carmona y sobre todo Matos percutieron mucho, tanto por fuera como por dentro, al más puro estilo Sampaoli. Hacían ancho el campo, como los extremos, y siempre buscaron Ivi tuviera espacios, algo que no pasó tanto como podría por el buen hacer –de nuevo– de Guitián como mediocentro. Pero como el bloque defensivo estuvo bien, apenas hubo acciones de peligro.
Cierto es, tampoco por parte de un Real Valladolid en el que Balbi asomó para generar la principal ocasión de la primera parte. Su disparo, después de una gran galopada, golpeó en el lateral de la red. Al margen del rosarino, quien más amenazó al Sevilla Atlético fue Joan Jordán, otra vez dominador. Raúl de Tomás, aunque trabajó, bien, no hacía más que resbalarse, lo que hacía que pareciera que sus balas eran de fogueo.
Ya en la reanudación, Jordán, que se había ido apagando con el paso de los minutos, volvió a brillar, empezando con un disparo desde fuera que repelió la zaga. Pronto pareció que el Pucela quería imprimir una marcha más y así sucedió, algo de lo que dio fe ‘El Duende de Aroche’. A los 55 minutos, Juan Villar abrió el camino del triunfo tras apoyarse en Moyano, de nuevo asistente, en una bonita jugada por el costado.
Raúl de Tomás lo intentó de vaselina dos minutos después, pero su tiro se marchó a córner, en lo que pudo haber sido el tanto de la tranquilidad. En todo caso, de lo otro, intranquilidad, hubo poca, porque los blanquivioletas defendieron bien su arco y minimizaron el crecimiento de los hispalenses, a quienes les vino muy bien la entrada de Cotán. Lo más que consiguieron fue un disparo lejano de Ivi, desde la frontal, manso a las manos de Becerra.
Por esa entrada y el querer un poco más si cabe que llevaba implícito, porque la fatiga hizo acto de presencia o por lo que fuera, la presión sobre la salida de Caro y sus defensores fue menor, y como si esto fuera placebo, que fuera más limpia permitía jugar de una manera más clara hasta llegar hasta tres cuartos. Lo que nunca desapareció fue la concentración defensiva y, aunque descendiera en número acciones combinativas, la calidad de la creación jamás dejó de estar presente.
Y es que, por lo que pudiera pasar, el Real Valladolid no se relajó en labores ofensivas, no fuera a ser que se llevara un susto o que al final tocara sufrir. Y así, con un derechazo inapelable de Jordán, que entró abajo como cuchillo en mantequilla, llegó el definitivo dos a cero después de otra buena jugada hilvanada.
Hasta el final, lo que quedó fue la voluntad mermada de hacer algo de un Sevilla Atlético que fue bueno, pero que simplemente sucumbió ante alguien que este sábado fue mejor, lo cual ya es mucho decir, teniendo en cuenta el contexto que rodeaba al encuentro y la buena actuación de un filial que, de seguir así, si cae en la tabla, no lo hará demasiado.
Sin desdecir a Paco Herrera, que vio un todo o nada en el partido de Córdoba y que creía que el choque ante el Zaragoza podía suponer un punto de inflexión, el verdadero golpe sobre la mesa y que confirma al Real Valladolid como aspirante a todo es este triunfo, que, como la situación en la que el rival llegaba a Zorrilla, es de todo menos casual.