El Real Valladolid debe afrontar la baja de André Leão, un fijo en las alineaciones de Paco Herrera hasta la fecha y clave en el juego blanquivioleta
Hay jugadores que son como los sentimientos. Parece que no están, que no tienen importancia. Son futbolistas que nunca van a estar en los titulares de la prensa, o no van a ser los primeros en ser nombrados cuando alguien pregunta a otro que quién ha sido el mejor del partido. Como los sentimientos, estos jugadores suelen ser maldecidos por algunos, deseados por otros y para los entendidos de este deporte, son imprescindibles.
André Leão parece que nunca está; que no aparece, salvo en contadas ocasiones. Pero, casualmente –o no–, cuenta para todos los entrenadores. Es un fijo desde que llegó hace ya más de dos años. Con sus altos y sus bajos –porque si no, probablemente, no estaría aquí–, el portugués se ha convertido en ese sentimiento al que todos añoramos cuando no está. André Leão es el corazón de este Real Valladolid.
Y no, no estamos hablando de corazón como icono de sentimientos o de amor. Estamos hablando de corazón en el más puro sentido físico. André Leão es el músculo de este Real Valladolid, el que bombea y sostiene a este equipo con un nuevo rol adquirido este año y que tan importante es.
A pesar de ser como un tallo, el portugués es un jugador fuerte físicamente hablando y su forma de ver y actuar sobre el terreno de juego le permite abarcar mucho campo, algo que, sin duda, beneficia a sus compañeros. Con la marcha de Álvaro Rubio, Leão ha dado un pasito atrás y trabaja muy cerca de la defensa, lo que permite al equipo salir con el balón jugado desde atrás cuando los zagueros no pueden realizar esta acción.
Pero no por ejercer mediocentro defensivo André Leão no es osado. Todo lo contrario. El luso, siempre que lo permita el contrario, pisa campo rival y se asoma al área. Ahí están los datos de pases de gol. Por poner tres ejemplos puntuales, en la 2014/15, asistió a Hernán Pérez contra el Sporting; la campaña pasada frente al Tenerife; y en el primer partido de esta temporada, es el portugués quien cedió la pelota a José para que el marcase el primer gol del Real Valladolid en la 2016/17.
Cuando el Real Valladolid está bien, la mayoría de jugadores destacan. Cuando los blanquivioletas han cuajado buenos minutos de juego, Leão es un jugador con mucha presencia que, con poco que haga, deja claro ese ‘aquí estoy yo’. Pero en ese caso jugar es muy fácil. Lo complicado viene cuando el equipo no está actuando demasiado bien. Y ahí el portugués también da el do de pecho porque hace ese trabajo oscuro, ese que no se ve pero que tan necesario es para sostener un centro del campo y permitir al resto de compañeros que puedan crecer.
El sistema de cuatro centrocampistas propuesto por Paco Herrera beneficia claramente a ‘El León de Freamunde’, puesto que no tiene tanto trabajo defensivo. Es decir, no recae sobre él la responsabilidad mayoritaria de crear el juego del equipo. Un Leão haciendo ese ‘trabajo sucio’ permite a futbolistas como Álex López o Joan Jordán comandar la sala de máquinas y, a través de la pelota, construir hacia arriba, para que incluso ellos mismos puedan llegar al área o disfrutar de oportunidades de gol.
Sin embargo, todo esto tiene un pero. Y es que es demasiado frágil. Quizá por eso está en Segunda División. A lo largo de las tres temporadas que viste la blanquivioleta, Leão ha sufrido diversas lesiones, todas ellas relacionadas con roturas fibrilares que le han mantenido varias semanas en el dique seco. En esta ocasión, estará alejado del verde más de un mes.
Ahora, es el momento de que otros den un paso adelante y asuman la función que ha venido realizando André Leão durante once jornadas consecutivas. Un rol que encarna a la perfección, pese a no verse. Porque el fútbol no son solo paradas estratosféricas o goles imposibles. En el fútbol, el trabajo invisible de unos permite el brillo de otros, y eso se traduce en el bien del equipo.