El Real Zaragoza se marcha contento de Zorrilla porque arañó lo más que pudo darle su fútbol
Después del choque (encuentro de emociones, de casis, de suspiros en la grada, de aplausos y latidos desacompasados) departía con un compañero de aquí, del fútbol… en fin, de la vida, lo injusto que hubiera sido el resultado si en el fútbol se pudiera hablar de justicia.
Y en verdad, en muchas materias y áreas de la vida, uno no puede hablar de justicia porque esta, para ser, tiene que serlo siempre, y si unas veces sí y otras no, –como Juan Villar– mentirosa ella, no hay justicia. ¿O acaso podemos hablar de justicia en algo tan práctico, por ejemplo, como el tema laboral? Se me agolpan en la mente múltiples casos de personas que están donde están por ser quienes son; perdón, por quienes fueron o son otros que estuvieron antes que ellos. Y como ejemplo que esto es puede parecer demagogia, circunstancia, etcétera, pero, ante todo, verdad.
Me va a doler en las pupilas tener que hablar de amor, por manido y frecuentado, pero en este otro aspecto destaca también la injusticia.
¡Cuántas personas sufrirán por él que no vengarán el llanto de otros que ya tuvieron su duelo! ¡Qué injusto es que el guapo sea el guapo y el feo sea el feo! O que todas las que quieres no te quieran y todas las que te quieren no las quieras; y para cuando las que querías te quieran, tú ya no las quieras. Hombres, mujeres y viceversa.
Pues estos aspectos tan importantes en la vida del hombre están igual de carentes de justicia que el fútbol, tan importante para muchos hombres y mujeres. Ante tanta falta de equidad y de compensación de méritos solo nos quedan los tópicos inamovibles del esfuerzo como recompensa, el camino andado, la experiencia e, incluso, la justicia final (metapoética o divina).
Uno ya no sabe si por suerte o por desgracia, tanto el tema laboral, como el amoroso o futbolístico tienen algo en común y en relación con la idea de los topoi antes expuesta: aquel al que la injusticia le favorece será feliz, pero no sabrá lo que es la felicidad.
Porque no, para alcanzar la felicidad, el fin no justifica los medios, puesto que esta es un estado permanente, perenne; en cambio ser feliz (que en realidad es estar contento) es tan liviano y atiende tanto al momento que un despido, uno más guapo que tú o un gol te cambia la expresión, el día y hasta la vida.
Nuestros rivales de este domingo se marcharán contentos, felices incluso, pues habiendo dado una exhibición de fútbol errático han sacado un punto, además con uno menos. Pero lo siento, queridos mañicos, vosotros no sabéis lo que es la felicidad, y aunque nosotros con un punto tampoco, es probable que estemos mucho más cerca de ella que vosotros.