El uruguayo retorna a Zorrilla, con la camiseta del Real Zaragoza, convertido en el líder de la zaga blanquilla

De una temporada catastrófica hay muy pocos nombres que se puedan recordar con cierto cariño, y muchos estarán en la cabeza de los aficionados durante largo tiempo por su mal hacer. Pues Marcelo Silva, gustos y opiniones aparte, no estuvo en ninguno de los dos grupos.
El central uruguayo no destaca ni por su velocidad ni por su toque a la hora de sacar el balón jugado y, durante cierta parte de la temporada, se le juzgó por esas cualidades. No, Marcelo Silva es un central de los de antes; tosco, fuerte y grande. Un defensor de los que suelen gustar a Gaizka Garitano (este año en el Deportivo de La Coruña juega con Sidnei y Raúl Albentosa). A buen seguro, cuando Braulio Vázquez confeccionó la plantilla en verano pensó en él como un zaguero ‘estilo Garitano’.
El problema no fue casi tanto suyo, sino como del equipo entero. Defensivamente solía cumplir, iba bien al choque y, en términos generales, no perdía mucho a su marca. Pero el fútbol es un juego en equipo y si tienes laterales que no cierran, que no cubren, centrocampistas que no llegan a posiciones defensivas… Ya puedes ser Piqué, Ramos, Beckenbauer o María Santísima que acabarás fallando y recibiendo goles.
No es exculparle, también cometió –bastantes– fallos, sino reconocer lo que es justo. Fue un fichaje para Gaizka Garitano que tuvo que amoldarse, no supo al juego más ‘combinativo’ (se supone) de Portugal y que acabó, con Alberto, en el banquillo al ser relegado por Samuel y por Hermoso.
No supo, porque no es su fuerte, amoldarse a ese entrecomillas, juego de toque, de Portugal. El equipo, cuando tenía que sacar la pelota jugada, sufría cuando el balón llegaba a sus pies porque le falta clarividencia; si no había un mediocentro cerca, malo. Tampoco ayudaba tener de pareja de baile a Juanpe, otro zaguero poco habilidoso jugando por abajo, aunque más acertado en los pases en largo. En resumen; vino para jugar con Garitano y se encontró con un percal que no invitaba al optimismo y, evidentemente, así ocurrió.

Con la camiseta zaragocista
Al finalizar la temporada pasada, la dirección blanquivioleta decidió no renovar el contrato del uruguayo que, sin equipo, decidió marcharse a otro de los conjuntos punteros de la Segunda División, el Real Zaragoza. Los blanquillos, que el año pasado igualaron en puntos al sexto clasificado, Osasuna –a la postre, equipo que ascendió– se quedó fuera del play-off por la diferencia de goles.
El equipo maño necesitaba al menos dos centrales de ciertas garantías, pues en ese momento solo contaban en la plantilla con Leandro Cabrera, compatriota de Marcelo, ya que Guitián, que partió rumbo a Valladolid, Vallejo y Rubén salieron de la Romareda. En esas circunstancias aterrizó en Zaragoza el charrúa, que tiene entre ceja y ceja volver a Primera División.
Un objetivo que cumplió con los dos equipos anteriores al Real Valladolid, el Almería y Las Palmas, y que busca por tercera ocasión. Lo cierto es que de momento se antoja difícil, ante el irregular comienzo del Real Zaragoza. Con un punto menos que el Pucela, doce, los aragoneses han cosechado tres victorias, otras tantos empates y cuatro derrotas.
No obstante, en el plano personal, no está siendo un mal año para Silva. El italo-uruguayo es el cuarto jugador de campo que más minutos suma y solo se ha perdido un partido, y fue por sanción al acumular cinco tarjetas. Su compenetración con su compatriota Leandro Cabrera ha hecho que ambos sean el pilar básico de la zaga blanquilla que, sin embargo, es el equipo más goleado de la categoría con dieciséis tantos.
Solamente en tres partidos han conseguido mantener la portería a cero, mientras que en otros tantos encuentros han encajado tres o más goles. Demasiados, aunque bien es cierto que fueron choques difíciles contra rivales de mucha entidad y gran potencial ofensivo: Elche, Lugo y Levante.
Con estos antecedentes llega a Zorrilla Marcelo Silva. ¿Cómo será recibido? Es una gran incógnita. Pero la afición es soberana.