La atacante y la central llegan al parón de este fin de semana acusando la fatiga, pero habiendo demostrado estar a la altura de la Segunda División

Foto: Jesús Domínguez
Cada galopada suya se siente como un terremoto, hasta el punto de que hay quien se apoya en la pared contigua como si quisiera sujetarla, no vaya a ser que se estremezca y se desmaye. De carácter indómito, como un huracán, arrancan cuando menos murmullos cuando actúan, y no es para menos. Los ánimos no son menos merecidos: ellas son el alma del San Pío. Ellas son su reflejo.
Cristina Ramírez y Mónica Camarón, más conocidas como Peke y Moni, definen el fútbol a menudo intenso del conjunto de Martín Olmedo. Como si estuvieran impregnadas del espíritu guerrero habitual de los equipos del barrio de Girón, son la batalla y son la irreverencia. No importa quién esté delante, ellas luchan.
A la primera, defensa central, lo de Peke no le gusta, y sin embargo el apodo está más que asentado en Los Cerros. A la segunda, delantera natural de Toro, la llaman Zipi. Y en su compañera ha encontrado a su Zape, a una fiel compañera de trastadas (siempre en el buen sentido) que padecen unos –los rivales– mientras las disfrutan otros –el público que suele ir a ver al San Pío X–. Son, las dos, aquellas a quienes se agarran las rojiblancas para buscar el objetivo ansiado de la salvación, y a buen seguro esta pasará por ellas, puesto que son quienes mejor se han adaptado a la Segunda División.
Zipi y Zape, o Z&Z, como rubrican sus fotos juntas en redes sociales, marcan el paso de un conjunto al que hasta ahora le está costando más de lo que quisiera sacar resultados y que llega al parón de este fin de semana situado en puestos de descenso, aunque a solo un punto de la salvación. A este descanso llegan fatigadas y arrastrando diferentes molestias, que hicieron que Peke parara ante la AD Alhóndiga y aún no han detenido del todo a Moni.
Zipi
Zipi fue la primera goleadora de la historia del CD San Pío X en la Segunda División. Marcó en la primera jornada, en la que dos errores de concentración provocaron que el Torrelodones se llevara los tres puntos. Desde entonces ha vuelto en otras dos ocasiones, contra el Rayo B en casa y ante el Olímpico, a domicilio, aunque ha podido hacerlo más veces.
Aunque por encima de estas oportunidades están su carácter y sus gestos técnicos. Lo pelea todo, con el ceño fruncido, como si fuera Diego Costa encerrado en el cuerpo de una toresana, se enfada, recibe muchas faltas y, ansiosa, también hace alguna. Con el balón en los pies es más parecida a casi cualquier otro nacido en Brasil, como Ronaldinho, u otro más reciente actual Neymar Jr.

Foto: Jesús Domínguez
Sirvan como ejemplo de su calidad una jugada ante el Tacón y otra frente al Atlético Femenino B. En la primera, agarró el esférico en la misma línea de cal, a la altura de aquella que delimita las dos mitades del terreno de juego, encimada por una rival, se zafó de ella con un caño de planta al más puro estilo ‘futsal’ y, cuando apareció la siguiente, como el cuero se le había ido largo, lo volvió a atraer con una ruleta perfecta que finalizó con otro caño y recibiendo una falta de la defensora, que solo así la pudo detener.
La segunda se produjo el fin de semana pasado, contra otro rival de entidad. La comparación, como las anteriores, puede resultar odiosa o increíble, pero la jugada fue digna de ser vista. Enfiló a la defensa como si fuera una manada de elefantes, semejante a la del mismísimo Ronaldo, y entonces se detuvo un segundo. Se detuvo e hizo una diablura casi inenarrable en el instante previo a volver a arrancar: con la pierna derecha escondió la bola por detrás de la izquierda y con suavidad, pero como de rabona, la propulsó hacia delante para llevársela, algo que no pudo hacer porque, rodeada por tres rivales, volvió a ser detenida con una infracción.
Zape
Si ver a Moni divierte, como si fuera una sitcom americana, hasta el punto de que a veces solo faltan palomitas, ver a Peke es ver lo trascendente de la típica serie yankee de asesinatos, y no porque mate a nadie, pues como defensa es pulcra, sino por su empeño en la resolución de cada caso y porque incluso de los más variopintos y complicados, pese a la tensión, crees que va a salir airosa.
Es el derroche físico, el esfuerzo personificado, un resoplido que parece agobiado y que, sin embargo, a menudo expulsa alivio por la jugada detenida. Y además, aunque el nuevo contexto competitivo le impide hacerlo con tanta frecuencia como querría, sale a veces de la cueva en conducción hasta convertirse en una amenaza, ya que tiene potencia y velocidad para sortear rivales e incluso asomar en el otro área.
Más allá de su despliegue físico, imponente y decisivo, es capitana y líder, condiciones que no siempre van de la mano, pero sí en su caso. Así, porte o no el brazalete, su ascendencia en el vestuario se une a su derroche en el campo, y en ambos sitios se faja porque el sueño que alcanzó un día, de ascender a Segunda después de varios años, no sea flor de un día.
Eso intentarán las dos, Zipi y Zape, junto al resto de un equipo que ha de crecer en torno a ellas. Porque mimbres suficientes hay para la consecución del objetivo, por más que la situación clasificatoria actual diga lo contrario. Si Martín Olmedo y el resto de chicas aprovechan su vitalidad, no sería de extrañar que estas se convirtieran en réplicas y que el San Pío juegue en Segunda al menos una temporada más.