El Real Valladolid logró su segunda victoria consecutiva en Liga y demostró que el camino escogido por Paco Herrera era el adecuado

Las cinco derrotas consecutivas que sufrió el Real Valladolid no desencadenaron un estado de nerviosismo en la ciudad. Quitando algunas voces desesperadas, la mayoría de aficionados del Pucela desprendía tranquilidad. Se creía en el proyecto pese a la nefasta racha.
Ahora, tras dos victorias consecutivas en Liga y la clasificación para los dieciseisavos de la Copa del Rey, el ambiente es de optimismo generalizado. Los que estaban siguen ahí y los que dudaban han acabado por comprar el estilo de un Paco Herrera que no cambió su idea pese a la marejada que sacudió a la entidad blanquivioleta durante varias semanas.
La lógica invitaba a pensar que no había que modificar nada, ya que, viendo los partidos, el Valladolid no jugaba ni competía como para perderlos, más bien al contrario. La suerte cambiaría y así ha sido. Lo que antes no entraba ahora entra, y el equipo sigue funcionando en defensa por mucho que haya que mejorar a balón parado si no queremos que un córner o una falta lateral generen taquicardias.
Paco Herrera mantiene su idea de preparar los encuentros en base a cómo puede atacar el Real Valladolid. Quiere un equipo con personalidad y que sea capaz de dominar tenga o no la posesión de la pelota. Ante el Alcorcón fue directo, contra el Tenerife en Copa tuvo pausa y en Tarragona apostó por abrir más el campo y juntar a José y Villar cerca del pasillo central. Tres lecturas diferentes para tres victorias balsámicas.
Cualquier otro entrenador habría hecho una revolución en medio de la mala racha para conseguir pan para hoy y hambre para mañana. Paco Herrera, no. Su idea tenía lógica y sólo faltaban resultados para demostrarlo. Ya han llegado. Ahora toca seguir creciendo y que las victorias se conviertan en algo habitual. Que pase el siguiente.