El mediocentro catalán da sentido al rombo sobre el que Herrera quiere construir estabilidad, juego y resultados

No había empezado demasiado bien el Real Valladolid. El Nàstic, por medio de constantes movimientos entre líneas de sus mediapuntas, y la posición alta de su lateral zurdo Mossa, trataba de atacar combinando velozmente con pelota y de robar con intensidad por dentro cuando los pucelanos la tenían.
Y les estaba saliendo. Consiguieron que los blanquivioletas no hicieran con comodidad lo que desarrollan con bastante nivel: tocar la pelota. Este hecho no significó, sin embargo, que el conjunto de Herrera se sintiera inferior a los tarraconenses. Sencillamente, tenía que explotar otra parte del juego, la de atacar los espacios con la velocidad de Villar y de José. No les costó asomarse a la parcela de finalización, si bien ésta terminaba siendo defectuosa.
Ambos delanteros volvieron a formar en la línea más adelantada de un 4-4-2 en rombo, triunfante frente al Alcorcón en la pasada jornada. Este dibujo, que comenzó emborronando la acertada presión inicial del Nàstic, terminó imponiéndose con solidez desde el ecuador de la primera mitad gracias, en especial, a uno de los cuatro soldados del rombo: a Jordán.
Tal vez el episodio contextual desde el que Jordán inicia una lección futbolística notable puede establecerse en el minuto veinticuatro, uno antes del gol de Juan Villar. En aquel minuto, los castellanos empujaron por vez primera a todo el bloque defensivo local a su campo, y enhebraron el primer ataque elaborado del encuentro.
Jordán comenzó a adelantar metros, a influir con la pelota, a filtrarla al espacio, a soltarla en corto y en largo, a seguir cortando por dentro e imponiéndose en cada metro de la zona medular. Robo y servicio al hueco, que haga girar la defensa tarraconense y estirarla tanto que su medio campo se volatilice.
En algo más que en el resultado se imponía el Valladolid: en no dejar que su rival creciera junto y en obligarle a esperar tras pelota en propio campo. Aunque con José y Villar, correr hacia adelante es una buena solución (hacia dónde si no), donde más condicionan las cualidades de los centrocampistas pucelanos es en zonas más allá de la línea divisoria.
El único error grave que cometió el cuadro de Herrera en el primer periodo fue el que facilitó el gol del empate, al dejar demasiado espacio a Uche en el balón del área. Pero supo reaccionar tras el descanso y siguió aumentando la producción ofensiva, sin encontrar demasiadas trabas a llegar tanto en juego directo como asociativo al área del Nàstic.
El dominio pucelano hacía presagiar otro gol. Una acción colectiva de gran nivel concluyó en la cabeza de José para convertir el definitivo. A partir de entonces, los blanquivioletas cedieron la pelota y esperaron tras ella. Una estrategia acentuada aún más fruto de la entrada de Luismi y de Raúl de Tomás por Álex López y Villar.
No sufrió, el Valladolid, en exceso, a pesar de que cuando se posiciona en repliegue bajo parece que en cualquier momento claudicará. En parte, aguantó el periodo final del choque gracias a la brillante labor de los laterales Moyano y Balbi, que aportaron soluciones a las progresiones por banda del bloque tarraconense.
La actuación coral del Real Valladolid fue notable, espoleado por el clínic de Jordán en el centro del campo y arropada por el solvente rendimiento de los laterales. Parece que Herrera ha descubierto en el rombo no solo una figura, sino la base desde la que poder construir lo que ha imaginado desde su primer día en el Nuevo José Zorrilla.