El centro del campo del Real Valladolid volvió a encender sus cuatro luces, conectadas en forma de rombo, para obtener una victoria de alivio
La nave espacial había establecido un objetivo imperturbable. Nada ni nadie podía modificarlo. La estrategia consistía en atacar la retaguardia de los aviones interestelares enemigos, porque de esa manera podrían cogerlos desprevenidos y debilitar sus líneas hasta el punto de neutralizarlas.
Pero, ¿cómo podía lograrlo el comandante Herrera? Decidió sacar a batalla al denominado Rombo Espacial, una nave que atiende desde la frontal del área propia hasta más allá de la línea de medular de un campo de fútbol profesional, y que se compone de cuatro puntos conectados en forma de rombo.
Así, el vértice bajo está custodiado por André Leão, quien ejerce el papel de conector en fase de salida de pelota con la defensa y con el resto de mediocentros; el vértice alto está ocupado por Míchel, de quien se espera que combine su buen toque de balón para encontrar a los delanteros y apostar la posesión en terreno rival; y los otros dos vértices están comandados por Jordán y por Álex López.
El catalán aporta equilibrio y solidez, aparte de recorrido; el gallego imprime la creatividad necesaria para desenquistar el fútbol asociativo interior, aparte de ayudar en materia defensiva al lateral de su lado, toda vez que Herrera no está jugando con extremos. Y con el Alcorcón volvió a recurrir al rombo en un 1-4-4-2 en el que el asistente Villar y el goleador José jugaron en la punta de ataque, aun con tendencia a abrirse a las bandas.
La nave espacial parecía a punto para causar estragos. El oponente, el Alcorcón, no presionaba con la intensidad y el orden que requería para perturbar el funcionamiento coral que estaba demostrando el conjunto blanquivioleta en su zona central; además, perdía balones con asiduidad, facilitando que los castellanos atesoraran la posesión–al final, una relación circular-. Y si el Real Valladolid tiene la pelota,conquistará, casi con toda probabilidad, el control de todo lo demás.
De ese modo, el Rombo Espacial lanzó su ataque más poderoso, consistente en irradiar una red invisible de atracción, a imagen y semejanza de un imán, para que los enemigos no pudieran evitar la irresistible tentación de acudir a ella y entrar en batalla. ¿El problema para estos últimos? Que dejarían despoblada su línea de retaguardia, momento en que los blanquivioletas darían la orden a sus bólidos espaciales más veloces para atacar los espacios existentes y derribar a los contrincantes.
Las naves con mayor capacidad para acelerar y abrir fuego son Juan Villar y José. Por eso, Herrera los juntó arriba para correr a un contraataque promovido por el hecho de que la defensa alfarera acudiera a robar al centro del campo. Con esta táctica de atracción de las marcas en alturas intermedias, llegaron los dos goles del Real Valladolid que encarrilaron el encuentro.
El éxito era irrefutable. El rombo había finalizado la misión sin ninguna baja: todos sonrieron, algunos se reivindicaron, y el comandante Herrera resopló aliviado, más tranquilo por ver que su nave más querida, la nave de los cuatro puntos interconectados, había vuelto a funcionar y a dominar la Galaxia. Al menos su propia Galaxia, la de su mente.