Algunos aficionados del Real Valladolid piden la marcha de Paco Herrera ante la crisis que atraviesa el equipo

Si algo me ha enseñado el fútbol a lo largo de los años es que la impaciencia reina en este deporte. El pasado solo existe si fue malo y el presente dura tan poco que no te permiten ni saborearlo. A orillas del Pisuerga, por desgracia, arrastramos un pasado desastroso que irrumpe con fuerza en cuanto la marcha del Pucela no es buena. Está sucediendo ahora. Cinco derrotas consecutivas –una cifra escandalosa, para qué vamos a mentir– han traído de vuelta los desgastados pensamientos de todos aquellos que solucionan los problemas buscando culpables en lugar de soluciones.
Que el Real Valladolid atraviesa una crisis deportiva es tan evidente como que Paco Herrera no es el culpable –al menos el único- de la misma. Echar al actual entrenador no va a solucionar un rompecabezas cuyo mayor factor de riesgo es el psicológico.
Sigo defendiendo la teoría de que el Pucela tiene fútbol, actitud y mimbres para hacer un gran año, pero que aquel gol de Tenerife desencadenó una tormenta que hemos sido incapaces de detener. Mentalmente el equipo es frágil. Lo es por el pasado más reciente, por el pesimismo que desprende la afición al mínimo tropiezo y porque, desde el primer día, la plantilla escucha el agobiante «este año sí» que te deja tan cerca de la gloria como del fracaso.
Hank Moody, en una carta a su chica, comentó que cometieron el error de hacerlo bien desde el principio. En el Real Valladolid pasa algo parecido. El arranque fue tan bueno que ya nadie te perdona una mala racha. Y sí, la actual no es que sea mala, es que es desastrosa. Pero remontable.
El Pucela ha sobrevivido a sí mismo muchas veces, a entrenadores mediocres, plantillas sobrevaloradas, futbolistas de paso que ni sentían ni querían. Ahora tiene un proyecto estable, un entrenador importante, una plantilla compensada y una serie de jugadores comprometidos que saben que están ante una temporada decisiva en sus respectivas carreras. En cuanto lleguen las victorias y la losa mental desaparezca, el Valladolid irá hacia arriba.
El problema, más allá de los resultados, es que en esta ciudad siempre se señala el camino equivocado. No hay que echar a Paco Herrera, hay que seguir confiando en él porque esa es la única manera de levantar al Pucela. Que el Alcorcón se vista de 2012 y sea el principio de una nueva travesía.