Ambos han merecido más de lo que han conseguido y no han terminado de desplegar todo su potencial en este inicio de temporada

Los inicios son duros y, normalmente, están llenos de altibajos. Cuesta poner la maquinaria en marcha, sobre todo si hay muchos cambios. En los dos primeros equipos del Real Valladolid es lo que ha sucedido, empezando por el banquillo. El lavado de plantilla ha sido más grande con los mayores, pero los pequeños también tienen que crecer dentro del campo.
La llegada de Paco Herrera al banquillo del Pucela devolvió la ilusión a unos aficionados que comenzaron a recuperar la fe en el equipo conforme avanzaba la pretemporada. Las buenas sensaciones invitaban a pensar que el conjunto blanquivioleta podría soñar –de verdad– con retornar a Primera División.
Pero esto es muy largo y nada se construye en semanas. Casi no quedan jugadores del curso pasado, por lo que, a priori, el periodo de adaptación iba a ser mayor. Aunque los primeros resultados y la buena dinámica engañaron, ya que acabó siendo algo inesperado. En ese camino de rosas empezó a aparecer el negro de las cuatro últimas derrotas.
El ambiente del vestuario ha cambiado respecto al de la campaña pasada. Los propios jugadores se encargan de hacerlo ver, aunque solo hace falta pasarse por algunas de sus redes sociales para comprobar que es cierto. La química fuera del campo es positiva, pero dentro de él todavía sigue en prácticas.
Sobre todo por el gol, asignatura pendiente que se le resiste a este Pucela. Sin Juan Villar en el arranque, el conjunto blanquivioleta tuvo que sustituir al pichichi por un canterano que abrió la lata. Y es que José ha intentado echarse el equipo a la espalda en el apartado ofensivo, pero la carga era demasiada y los apoyos, escasos.
La figura del onmipresente Álex López se diluye cuanto más se aleja del área rival. Ahí el Pucela ha perdido fuerza en los últimos partidos. Y es que la baja de Joan Jordán ha afectado más de la cuenta a los planes del técnico catalán, al que se le ha caído hasta el muro defensivo. Este era uno de los pilares de su proyecto, pero la efectividad de los rivales, unido a los despistes de la zaga –Becerra incluido–, ha provocado que lo sólido pasara a líquido.
Esto solo acaba de empezar y dentro del equipo tienen claro que es una mala racha. Porque, cierto es que, si no se generaran ocasiones, el problema sería mayor. Pero solo falta acierto, que la pólvora se seque y que Raúl de Tomás, la referencia en ataque últimamente, meta los goles. La pelotita no está entrando y ahora sí que es el principal problema.
Un filial sin chispa

Foto: Víctor Álvarez
Mirando una categoría abajo y a un lado de Zorrilla, encontramos en Los Anexos a un Promesas que tampoco termina de arrancar. Pese a ser superior a varios de sus rivales, el conjunto dirigido por Rubén Albés se tiene que conformar, de momento, con ocho puntos.
Las sensaciones no son malas, pero aquí la pelotita también se resiste a entrar. Las lesiones y el tema de los papeles de Sinisterra no han dejado al filial del Real Valladolid mantener la regularidad en las alineaciones.
Y tampoco los cambios; desde el banquillo –Albés–, pasando por la portería –Dani Hernández– y el eje de la zaga –Calero– hasta el nuevo acompañante de Anuar en el centro del campo –Rai–. El presupuesto del Promesas, como el del primer equipo, se ha visto reducido, por lo que la dirección deportiva ha tenido que exprimirse la sesera para confeccionar una plantilla joven, competitiva y con ganas de crecer.
Lo mostrado en los terrenos de juego ha sido positivo, aunque este equipo todavía puede dar mucho más. Sobre todo por esas ausencias de cada jornada que no permiten a Albés contar con todos y el potencial de los jugadores no termina de ser el máximo. De hecho, como el propio entrenador reconoció tras el empate ante la UD Mutilvera, colectivamente la cosa va bien, pero no tanto en lo individual.
Con el mismo número de victorias, empates y derrotas (2), este Promesas solo ha marcado cinco goles, mientras que ha encajado siete en las seis primeras jornadas. En ellas se ha enfrentado a rivales que, a priori, son de su liga, de la pelea por eludir los puestos de descenso a Tercera.
Por ello, la rabia de algunos puntos escapados está en el aire de un equipo que tiene margen de mejora. Quizá empezando por el ataque, donde el filial blanquivioleta debe empezar a ser efectivo. Higinio está llamado a ser el referente, aunque en la última jornada partió desde banquillo. Iván Martín fue el titular en esa ocasión y le faltó esa chispa en los metros finales que sí pareció tener el murciano.
Pero tampoco tuvieron demasiadas ocasiones. Generó poco el Promesas y, de seguir así, sus delanteros deben estar más acertados que nunca para no desaprovechar ni una sola oportunidad. Hay tiempo para pulir todos esos detalles y también, sobre todo, para continuar creciendo sobre el campo y poder nutrir al primer equipo. José es el camino a seguir.