Los blanquivioletas no encuentran la manera de reparar los golpes bajos y de combinar en zonas más cercanas a la meta rival

A la frustración el Real Valladolid tendría que convertirla en nombre propio y denominarla Frustración, porque ésta se ha procurado de una presencia ante la que apenas impone batalla, como a un jefe dictatorial.
Le molesta a estas alturas como los insectos que parecen invisibles en las cálidas noches de verano. Insectos que acuden al mínimo halo de luz pero siguen zumbando en la penumbra.
Antes de que volviera a incomodar la Frustración, los blanquivioletas habían realizado una primera mitad bastante digna. No es que elaboraran un fútbol maravilloso, pero les dio para, al menos, ser superiores al Huesca y acumular méritos para el gol.
Para conseguirlo, Herrera implantó varias modificaciones en el once inicial, con la entrada de Raúl de Tomás como ‘9’ de referencia, José como mediapunta, Míchel en el interior zurdo y Juan Villar en el extremo derecho, además de confiar en Guitián después de que se convirtiera en una de las piezas que ayudaron a cambiar las sensaciones y el juego en Lugo.
Y apostaron por crear en torno al balón. No obstante, una gran parte de la posesión la construyeron cerca de la medular, más en terreno propio que en ajeno, y se enfrentaron a dificultades para articular triangulaciones en el carril central. Lo positivo para el conjunto de Herrera es que parecía que el gol podía llegar en cualquier momento. El control era patente incluso en la altura en la que operaban los laterales, en la línea de los extremos.
Pero, a pesar de gozar de varias oportunidades muy claras de gol, los pucelanos tuvieron que esperar al segundo periodo, cuando Raúl de Tomás abrió el marcador. En ese momento, ya Leão no estaba sobre el campo, sustituido por Luismi. Tampoco el mismo empaque para generar fútbol, como fue notando el Valladolid con el paso de los minutos y el gol del empate.
Los pucelanos, que optaron también por atacar a espaldas de un Huesca con un bloque más alto que en el primer periodo –influidos por el gol de De Tomás-, atacaron con más clarividencia las espaldas de los medios y laterales rivales, en especial desde la banda de Juan Villar. El onubense pudo cerrar la victoria, pero falló.
Y fue, entonces, cuando los oscenses mostraron algo más. Muy poco, pero suficiente para sacar rédito de un cierto nerviosismo del Valladolid. Herrera, que tampoco lo veía claro, retiró a De Tomás, tocado, por Ángel, de manera que pudiera fortalecer la banda zurda sin necesidad de cambiar el sistema.
Sucede que, al instante, el Pucela cometió un penalti que terminó de desquiciarlo. El entrenador decidió, como último recurso, dar entrada a Salvador –por un Míchel que no se termina de encontrar- y pasar a jugar con dos delanteros.
La Frustración dejó su huella y siguió abasteciéndose de otra derrota más.