El Real Valladolid no es capaz de superar el gol en contra al filo del descanso y cosecha su primera derrota. La clave: saber digerirla

Primera derrota del curso. Primer contexto de dificultad seria. El Real Valladolid tuvo que afrontar el segundo periodo completo perdiendo. Y no fue capaz de cambiar un escenario del que podía haber salido con un empate si hubiera transformado alguna de las dos ocasiones claras de que dispuso en el primer acto.
Paco Herrera, ante la eventual lesión de Jordán, apostó por entregar a Míchel su primera titularidad en partido de liga y colocarlo entre José, de ‘9’ líquido, y el doble pivote en el que confía desde el primer momento: Leão y Álex López. Se decidió, así, por dotar al equipo blanquivioleta de una figura que enlazara la sala de creación con los futbolistas «móviles».
Entretanto, el Tenerife de Martí incorporó un medio campo con Crosas, Vitolo y Aitor Sanz que condicionó en parte cómo se desarrolló el choque.
¿De qué manera? El Real Valladolid no alimentó en exceso las maniobras ofensivas desde los sectores interiores, sino que solía verter el flujo de ataque hacia los extremos: para esperar la llegada de los jugadores de segunda línea y/o establecer ciclos de posesión en campo rival, el balón se trasladaba a la banda izquierda, donde Mata fijaba a su marca y contenía el balón; para romper al espacio del lateral izquierdo blanquiazul, los pases se dirigían a José, cuando caía a la derecha, o a Salvador, en su posición natural.
Fue un primer periodo equilibrado en tenencia de balón y decantado hacia el lado pucelano en cuanto a ocasiones de peligro, pero lo que transmitieron ambos conjuntos fue una igualdad que no hacía prever el desenlace antes del tiempo de descanso. El gol de Ruíz transportó al Real Valladolid a su primer desafío por debajo del marcador: a demostrar si ya estaba capacitado, si podría reaccionar, para remontar.
Y para ello, cuando apenas habían transcurrido diez minutos de segunda mitad, Herrera aplicó un doble cambio. Los suyos se habían estancado, cada vez más lejos del área rival, cada vez menos acertados en las transiciones defensivas rápidas a las que le obligaba un Tenerife muy vertical. Debutó Drazic, en sustitución de Salvador, mientras que Raúl de Tomás ocupó la posición de José.
La idea parecía, tal vez, más cristalina: empujar al rival a su área por medio de centros laterales desde la derecha, terreno de Drazic, para encontrar rematador en Raúl o en Mata. De ese modo, el Valladolid encadenó acciones que menazaban el área de Dani, se hacía dueño del espacio y del encuentro, y buscaba el empate con un empeño más descarado.
Sin embargo, a partir de la salida de Mata por Sergio Marcos (70’), cuando Drazic cambió el flanco diestro por el izquierdo, la insistencia ofensiva pucelana fue evaporándose al ritmo que se repetían los eléctricos ataques del Tenerife –en especial de Suso Santana y Lozano-.
En lugar de dar continuidad a un periodo del duelo que invitaba a pensar en el empate, los pucelanos fueron perdiendo mordiente en tres cuartos a pesar de controlar la pelota en la medular. Fueron repitiendo algunos de sus tics históricos, tatuados en una identidad donde la palabra remontada queda recluida en un rincón sin visitar.
Aun así, aunque las derrotas nunca vengan bien, de ellas se pueden aprender lecciones. Enseñanzas que Paco Herrera quiere tatuar en la piel de sus futbolistas.