El Real Valladolid sigue creciendo y sumando puntos desde la solidez defensiva

Foto: Real Valladolid
Me he puesto a escribir tras hablar con el señor de la calle y pedirle, por favor, que baje ya la calefacción, que estamos en septiembre y hace más calor que el que imaginas cuando anuncian en televisión que va a venir una masa de aire caliente procedente de África. El otro día, en Zorrilla, había más abanicos que espectadores y se respiraba un ambiente seco que llegaba a ser angustioso si dirigías tu mirada hacia el banquillo y veías a Paco Herrera con chaqueta.
Admiro a ese hombre, pero, en serio, que alguien le diga algo. Miroslav Djukic iba en mangas de camisa en pleno mes de enero y el ex de Las Palmas se enfunde en varias capas cuando el termómetro acaricia los 40ºC. En Valladolid no entendemos de tonos grises.
Me fui a las casetas nada más acabar el partido ante el Girona. Para beber todo lo posible –sin alcohol, por supuesto, que Jesu Domínguez no me lo permite– y así enfriar mi cuerpo tras un encuentro tenso en una tarde que hacía honor al verano como pocas veces se ha visto. Mientras bebía, reflexionaba sobre la marcha del Pucela.
«Siete de nueve», me decía repetidamente para no olvidar que los números acompañan a las sensaciones. «Dos de dos en Zorrilla», subrayaba con cierta paz interior. La pena es que habíamos encajado nuestro primer gol, aunque, viéndolo desde otra perspectiva, fue a través de un fallo de Becerra, algo que, por suerte, no sucederá muchas veces a lo largo de la campaña. Es lo que tiene ser el mejor guardameta de la categoría.
Analizando las líneas del equipo me detuve en la defensa, concretamente en el eje de la zaga. Rafa y Lichnovsky –en mi zona le llamamos Lewandowski para no liarnos– le ponían rostro a la sana obsesión de Paco Herrera por crecer desde la solidez defensiva. Los centrales, la pareja más importante del fútbol, vienen jugando juntos desde el minuto uno y ofreciendo una consistencia que no se veía a orillas del Pisuerga desde los mejores momentos de Jesús Rueda y Marc Valiente.
Llevo tiempo pensando que en esa posición es mejor tener dos bienes que un sobresaliente y un suficiente. Rafa y Lichnovsky me dan la razón. Conectan, se entienden, conocen perfectamente el oficio y han generado entre ellos una complicidad que se plasma en el terreno de juego. Ambos dan el nivel y permiten que el Real Valladolid se sienta cómodo incluso cuando el rival aprieta.
El sábado, ante el Girona, el Pucela vivió una segunda mitad que, en otros tiempos, habría acabado con derrota y mal sabor de boca. Pero el pasado murió y este Valladolid no entiende de memoria. Rafa y Lichnovsky maniataron a los atacantes de Machín y estuvieron imperiales saliendo al corte cuando el Girona buscaba atacar por el pasillo central. Las largas posesiones del conjunto catalán no se tradujeron en ocasiones salvo en la recta final, donde las fuerzas fallaban y los nervios por sumar tres puntos más sobrevolaban Zorrilla.
Destaco el partido de ambos ante el Girona porque se trata de un adversario de primer nivel, pero lo cierto es que Rafa y Lichnovsky han estado a gran nivel en los tres encuentros que llevamos de campeonato. Paco Herrera lo sabe y seguirá manteniendo a su pareja de ases mientras la partida de póker se lo permita.