El conjunto blanquivioleta acumula matices para seguir creciendo, como el rol de Álex López: alzó su primer vuelo desde la creación. Y tres puntos

Tres partidos son suficientes para vaticinar un Real Valladolid de continua transformación, de búsqueda, algo que resulta menos fatigoso cuando los futbolistas están dispuestos a jugar a los disfraces para que los rivales no los reconozcan, siendo, sin embargo, ellos mismos.
Tres jornadas que arrojan siete puntos y muchos matices tácticos ya incorporados. Frente a un Girona reacio a cambiar algo que le funciona, su sistema de tres centrales y cinco medios, Paco Herrera repitió el once que obtuvo un empate en Vallecas. Aunque la posición de sus integrantes varió, siendo la más destacada la de Álex López. El cerebro en la creación de juego voló más alto, más suelto y, como resultado, más peligroso.
El ex del Celta ejerció el rol de mediocentro llegador, un desafío que acepta con gusto y que, hasta ahora, no había podido afrontar. Cuando López se desprendía de la línea de tres medios completada por Leão y Jordán, este último suplía los espacios dejados en busca del equilibrio.
¿Qué movimientos ayudaron a que López llegara más libre a la frontal del área? El Real Valladolid, especialmente en un primer tiempo en cuyos primeros 15′ casi ‘tierra’ el choque, tendió a reforzar su lado izquierdo en la fase ofensiva. Esto se tradujo en continuas caídas a dicho flanco de Salvador y de un escurridizo José para acompañar a Mata (aún como atacante abierto). Así, arrastraron a las marcas gerundenses e incitaron a la libertad de López en el lado contrario, más descargado de defensores.
No obstante, la labor del medio gallego no se circunscribió sólo a acompañar a las tres figuras del ataque blanquivioleta, sino que ejerció tareas en la creación de juego, tras la fase de iniciación generalmente encabezada por Leão. Cuando no tenía la pelota el equipo pucelano –prefirió lanzar ofensivas veloces a espaldas de la línea de cinco, aprovechadas por José–, se situaba en un 4-1-4-1 que no concedió demasiadas ocasiones al Girona –más abundantes en el segundo tiempo–.
Cuando Borja García recortó distancias, aún quedaba suficiente tiempo para asistir a más variaciones sobre el césped. Herrera dio entrada a Míchel por Salvador, trasladando a José a la derecha. Mientras tanto, el dibujo mutó en un 4-2-2-2 escalonado, con el que no dejaron de producir acercamientos y ocasiones, respondidas por la bravura de un Girona que tuvo cerca el empate en el periodo final.
El Real Valladolid volvió a soportar momentos de tensión mientras se demuestra como un equipo divertido, que varía para potenciar su identidad, no para buscar una de la que escasee. Es, tal vez, lo que está caracterizando esta naciente etapa blanquivioleta: parte de un valor compartido y una identidad, más allá de un estilo de juego, a la que busca aportar matices que la hagan inescrutable a sus oponentes.