Aunque puede jugar en zonas intermedias, Dejan Drazic llegó el verano pasado al Real Club Celta con la vitola de ser más bien extremo

Cuando uno escucha hablar de delanteros, frecuentemente piensa en el arquetipo, en el nueve de toda la vida. Sucede que no solo estos lo son. Aunque se ha perdido la costumbre, por la frecuencia –ya hábito– de encuadrarlos como mediapuntas, los extremos también lo son. Por eso, aunque uno podía pensar en el perfil de atacante central, y Dejan Drazic no lo es, también es delantero.
Cierto es que su fútbol se puede acoplar a posiciones centradas, pero el jugador cedido por el Real Club Celta es más bien un extremo. Zurdo, para más seña (de posición preferente, no de pie), aunque se puede mover también por el otro flanco. Aun así, de recibo es reconocerlo: no es lo que se esperaba, porque no es tan delantero como se pensaba. Y sin embargo su llegada responde más al patrón previsto que uno de área.
Y es que, dado que el Real Valladolid de Paco Herrera pretende ‘huir’ de la presencia estática en el área, alguien que ‘viva’ allí no tiene encaje, al menos de partida.
La viva prueba es que Jaime Mata, no siendo exactamente un jugador que fije centrales, un nueve posicional de los de toda la vida, puede recibir la catalogación de delantero –de hecho, no es otra cosa si no eso–, y sin embargo parte de una posición casi de banda.
No es que Herrera quiera utilizar un ‘falso nueve’, es que directamente quiere prescindir de esa figura de hombre centrado y adelantado. A través de las diagonales que lancen desde los costados los dos atacantes, que jugarán abiertos, se buscará la generación interior de espacios para la segunda oleada o que el remate llegue del propio punta exterior que aparezca por dentro.
En esos ‘wings’ se busca el vértigo, el descaro, el desequilibrio, al final el desconcierto rival. Se dificultará la fijación de la marca por parte de la línea defensiva enemiga, porque el de fuera irá adentro y los de dentro aparecerán, no estarán. Aunque en este caso específico, con Drazic, el Real Valladolid tendrá además la capacidad de hacer no solo el fuera-dentro, sino también de ser profundo por fuera.
Drazic es rápido, encarador, con capacidad de conducción y de regatear en carrera. Dadas estas características, se antoja un jugador que puede ser útil como revulsivo o en ese fútbol alegre que se pretende. En todo caso, con él se viene a sumar un perfil diferente, si bien el mismo podría ser cubierto en algún caso por alguno de los atacantes ya presentes.
Apuesta y casi hábito
Para el Real Club Celta, la antigua Yugoslavia es un caladero de futbolistas. De aquella zona son Vladimir Gudelj o Mirolad Ratkovic, dos de los jugadores extranjeros que más veces vistieron la camiseta celeste, así como otros como Goran Djorovic, Savo Milosevic o llegado más recientemente Nemanja Radoja. Así hasta dieciocho en toda su historia, diez de ellos desde la resolución del Caso Bosman en 1995.
La media es fácil: llega uno aproximadamente cada dos años, si bien llegaron dos en dos cursos sucesivos: Radoja en 2014 y Dejan Drazic en 2015, ambos descubiertos por Ratkovic que ejerce como ojeador en la zona para el conjunto vigués.
El patrón seguido para afrontar los dos fichajes fue el mismo. Ambos venían de destacar en equipos menores de su país –en la Vojvodina y en el OFK Belgrado, respectivamente– y eran internacionales en categorías inferiores, el aún celtiña en la sub 21 y el hoy blanquivioleta en la sub 20, campeona del mundo en 2015 (él no lo es; estaba lesionado).
Formado en Partizan y en el Teleoptik, Drazic llegó a probar con el Rubin Kazan ruso antes de dar el salto a su último club serbio, el más antiguo del fútbol plavi, con el que firmó su primer contrato profesional. Debutó en la máxima categoría en septiembre de 2013, con solo diecisiete años, y marcó nueve goles en 57 partidos, cifra que no es descollante, como sí lo fue su rendimiento, en cambio.
Catalogado como firme promesa en su país (es internacional sub 21 a pesar de que apenas ha dispuesto de minutos en el Celta de Vigo), fue una apuesta de club, no una demanda de ‘Toto’ Berizzo. Y para desgracia de todos, no salió tan bien como su compatriota Radoja, si bien es cierto que tuvo que lidiar con una competencia feroz dentro de un entramado en el que las rotaciones no son un hábito.
Antes que él estaban Orellana y Nolito pero también otros jugadores como Bongonda, Señé o incluso Levy Madinda antes de que se fuera cedido y, así, acabó por disputar solamente diez encuentros, seis de Liga y uno de Copa del Rey, donde marcó un gol, para un total de 460 minutos. Ante este escenario, deberá buscar más minutos, aunque no lo tendrá fácil.
En la parcela ofensiva el Real Valladolid tendrá a varias piezas para tan solo dos puestos; tres si se tiene en cuenta el vértice superior del rombo. Y todos por delante, porque llegaron antes y porque su calidad ya es conocida de primerísima mano por Paco Herrera, puesto que todos han tenido minutos en pretemporada y en las dos primeras jornadas.
Por lo tanto, tiene por delante no solo la posibilidad de crecer, sino también una prueba de madurez, su principal hándicap en su experiencia en Vigo. Si la pasa y demuestra aquello que llevó al Celta a desembolsar más de un millón de euros por él, no habrá sido lo que se pensaba, pero sí más de lo que la afición puede esperar la afición, desconocedora en general de sus características.