La pretemporada del Real Valladolid ha concluido con esperanza y con gratas sensaciones de cara al inicio de la competición liguera, que ya prepara desde este martes

Con la miel en los labios. O al borde del abismo. O, quizá, con la ilusión por el empedrado. De un tiempo a esta parte, el Real Valladolid no le ha sido leal a una afición que, lejos de sentir orgullo y admiración, ha experimentado rabia y desconsuelo.
Como cada año, los sentimientos se restauran con el inicio de una nueva era que, por distinta y novedosa, ilusiona. Por altas deseadas y bajas ansiadas. Por proyectos que pretenden ser lo que el aficionado quiere que sean y que, a priori, evidencian que lo serán.
No obstante, este año se distingue con creces de los cursos precedentes. La confianza ha revivido y ha resurgido un sentir dulce entre el sinsabor: la esperanza. Y no solo por el cambio drástico de la plantilla tras catorce incorporaciones. Tampoco por la llegada de un míster de renombre. Ni siquiera por la consecución de un buen reponedor del vacío en la medular tras el adiós de quien fuese el director de la orquesta blanquivioleta durante diez años.
Esperanza de ver que el Real Valladolid ha progresado. Que es un club que anhela retomar una filosofía tanto dentro como fuera del césped. Uno que, tímidamente comienza a apostar por sus raíces, a creer en sus jugadores y a dar la oportunidad a quienes demandan paso desde abajo. O al menos más que antes. Uno que busca adquirir un estilo de juego que difiera y despunte del resto. Uno que parece tener
Ángel ha pasado, en pocos meses, de promesa a titular del primer equipo. José ha subido para quedarse, y Renzo, pese a seguir contando con ficha del Promesas, es una opción más en el centro del campo. Las bajas obligadas de Joan Jordán y Sergio Marcos en las dos primeras jornadas le darán una oportunidad inmejorable para demostrar su valía en una categoría en la que aún no ha debutado. Y es que el venezolano se erige en el medio que más minutos ha disputado en el periodo estival, lo que demuestra la confianza que en él tiene puesta el cuerpo técnico.
En adición, la llegada de jugadores de la talla de Álex López, Isaac Becerra o Jaime Mata, quienes constituyen sin duda alguna la columna vertebral de este equipo, así como el regreso de Rafa conforman un equipo con jóvenes promesas y jugadores consolidados que buscará, como cada año, retornar a la categoría de oro del fútbol español.
Con seis centrocampistas en su haber, es evidente la zona del campo que concentra la mayor parte de las miradas de Paco Herrera. Un juego de posesión y de toque con el balón y una presión a menudo alta y siempre intensa para su recuperación parecen ser las señas de identidad de este equipo.
Un nuevo Pucela al que quizá le falte gol en la parte de arriba, si bien el ansia por hacerse con los servicios de un referente arriba que acompañe o supla a Jaime Mata –único nueve puro con el que cuenta el equipo– es más que latente.
Con todo, ocho han sido los partidos que ha disputado el Real Valladolid esta pretemporada y de los cuales seis han finalizado con victoria –frente al Alavés, en los penaltis–. Las derrotas ante el Celta de Vigo en Melgaço y contra el Oviedo en Luarca no empañan una precampaña aprobada con nota en cuanto a resultados y a sensaciones se refiere. Sensaciones de pretemporada, cierto, pero que crean un clima de optimismo e ilusión de cara al inicio del nuevo curso.
No obstante, este año se antoja más complicado que los anteriores. Contendientes de mayor envergadura que el Real Valladolid pugnarán en la lucha por el ascenso. Equipos con más dinero, también ‘de Primera’, marcados con la estrella de favoritos en sus elásticas, que intimidan, sí, aunque no por ello se dejará de intentar superarles.
A tan solo unos días para el ansiado debut en la Liga 1|2|3 con el Real Oviedo en Zorrilla y tras intensas semanas de trabajo tanto en el campo como en los despachos, toca hacer a un lado los fantasmas de temporadas pasadas y saltar a la competición sin vértigos ni miedos, con seguridad y convicción. Porque el reto sigue siendo el mismo. Porque lograr una plaza en Primera División es un lujo que el Real Valladolid puede y debe permitirse.