Jorge Martín habla con esperanza de la nueva era que comienza oficialmente este domingo el Real Valladolid, después de reiniciarse
Foto: Real Valladolid
Ha sido en 2016. En verano, para ser más exacto. En medio de esas pegajosas olas de calor que convierten las bocanadas de aire en fuego. Ha sido rozando la treintena –la depresión de los cuarenta aún queda lejos–. Pero ha llegado. Porque todo llega en la vida salvo la formación de un nuevo gobierno en España. A lo que iba: me he hecho mayor.
Un día me levanté, abrí el periódico –soy de esos románticos que todavía cree en el papel– y Óscar González y Álvaro Rubio habían dejado de ser jugadores del Real Valladolid. Cayó sobre mí el peso del tiempo como el de la historia sobre los hombros de Juanfran antes de tirar el penalti en San Siro. Y cuando un peso así te alcanza, no queda otra que desplomarte, al menos anímicamente. Me sentí mayor al pensar que no volvería a ver a dos de los mejores futbolistas que han vestido la blanquivioleta en veinte años. He presenciado una etapa inolvidable y me he dado cuenta cuando ambos han cerrado la puerta al salir.
«Todo lo bueno acaba», me decían mis padres cuando era un niño. Y es verdad. Si se acabó hasta el ‘Grand Prix’, que era el único programa de aroma infinito que tenía la televisión en los tiempos en los que no daba vergüenza ajena, cómo no se van a acabar las etapas en el fútbol por muy especiales que sean. Lo peor es que tengo la intuición de que en Zorrilla no somos conscientes de lo que se ha ido. Es como si hubiéramos pasado de puntillas por la despedidas de dos colosos que han tejido fútbol de altísimo nivel con el escudo del Pucela en el pecho. Lo valoraremos mejor cuando el tiempo encuentre el camino para llegar a nuestra memoria.
Óscar se ha ido casi sin avisar y Álvaro Rubio dijo adiós en una rueda de prensa triste y fría. Ninguno se ha despedido como merecía.
Pese a todo, la vida no para y el sábado estuve en Zorrilla para dar la bienvenida al ‘Año I’. Lo llamo así porque, más allá de esas dos salidas, el Real Valladolid se ha reiniciado a sí mismo con tanta rapidez como acierto. Entrenador experimentado que ilusiona a la afición, jugadores de la talla de Álex López, Becerra o Mata para dejar claro que el objetivo es volver, y una dinámica positiva que invita a ese optimismo moderado que no te hace lanzar cohetes, pero sí estar tranquilo.
El partido contra el Alavés fue el típico que hay que jugar por mucho que todos pensemos que no vale para nada. Paco Herrera no va a mostrar sus cartas a siete días del comienzo de la temporada y los propios futbolistas no se van a jugar la pierna antes de tiempo. Dicho esto, fui capaz de sacar dos conclusiones tras noventa minutos: Álex López debe ser el que genere juego desde atrás e Iban Salvador apunta a gran revelación. Diría que la tercera es que necesitamos un delantero más, pero eso ya lo apuntó el propio técnico en sala de prensa.
Así pues, el domingo, a esa hora –22:30– en la que te planteas la posibilidad de ir al estadio en pijama, arrancará este ‘Año I’ de un Real Valladolid llamado a no repetir errores pasados. Que sea lo que Álex López quiera y que nos perdonen nuestros hermanos del Oviedo si logramos que Fernando Hierro vuelva a Asturias con una derrota en la mochila.