Álvaro Rubio ha tenido diez compañeros en un centro del campo en el que casi siempre se ha impuesto su ley

Las diez temporadas de Álvaro Rubio en el Real Valladolid han dado para mucho. El riojano ha visto pasar a más de un centrocampista por año, aunque con unos ha jugado más que con otros. Las parejas de baile del capitán han sido muy diferentes en todo este tiempo, pero en casi todas las campañas fue el encargado de llevar los pantalones en esas relaciones ligueras.
Cada aficionado del Pucela se quedará con una de las campañas de Rubio, ya que hay para elegir. Y la verdad es que se ha ganado ese abanico de opciones desde su llegada a Zorrilla. En aquella temporada para la historia, la 2006/07, compartió la medular con un Borja Fernández que también ha dicho adiós a la camiseta blanquivioleta.
Ambos se proclamaron los jefes de todos los centros del campo de Segunda División. La gran temporada del bloque catapultó al equipo a Primera de la mano de un Mendilibar que tenía en Álvaro Rubio a su faro. Ahí comenzó a imponerse la ley de un jugador ejemplar, tanto dentro, como fuera del terreno de juego.
El retorno del Pucela a la máxima categoría del fútbol español hizo que el técnico de Zaldívar variara su eje. La llegada de Vivar Dorado, quien disputó veintitrés partidos como titular, quitó protagonismo a un Borja que solo jugó dieciséis. Pero en la temporada siguiente, en la 2008/09, la situación cambió y fue el gallego –con veinticuatro– el que ganó la partida al madrileño –con diecisiete–. Eso sí, en ambos cursos, el capitán general fue Rubio.
Pero en la 2009/10 las cosas no salieron bien. Mendilibar duró veinte jornadas y, con su marcha, se acabó la temporada para el riojano, quien había disputado dieciséis partidos –todos como titular–. Con esas cifras terminó una temporada con más protagonismo para Borja –treinta encuentros– y Pelé –diecisiete–, en la que el Pucela descendió a Segunda.
La plata devolvió a Rubio el poder en el centro del campo, aunque en el curso 2010/11 hubo oportunidades para muchos. Él jugó veintiséis choques, que debido a una lesión no pudieron ser más. Reapareció en el play-off ante el Elche, pero no fue suficiente. Mientras, Jorge Alonso, Nafti y Baraja fueron las alternativas. Los dos últimos, por la ausencia del ’18’ se hicieron con la titularidad en ese tramo de la segunda vuelta.
Mehdi Nafti gustó desde su llegada en el mercado de invierno y siguió en el once tipo de la siguiente temporada. En la medular le acompañó un Víctor Pérez que prometía, aunque el capitán también tuvo su protagonismo, con veinticuatro apariciones en Liga. Entre los tres guiaron al Real Valladolid a Primera División, en el segundo ascenso del riojano.
El franco-marroquí salió y se quedaron los otros dos al mando. Rubio fue el jefe del centro del campo blanquivioleta que también acogió a Lluís Sastre, aunque este tuvo más participación desde el banquillo. Los soldados de Djukic lograron la salvación para afrontar otra temporada en la élite, la que sería la última hasta el momento.
El declive
Juan Ignacio Martínez se acabó hundiendo con un Real Valladolid que plantó cara a los más grandes. Fausto Rossi y Álvaro Rubio se encargaron de la elaboración de un equipo que fue de más a menos durante la temporada y utilizó otra vez el ascensor para baja de planta. La mala temporada se llevó por delante a Víctor Pérez, que no terminó de despuntar.
La edad empezó a pesar a Álvaro Rubio, quien se vio relegado al banquillo. Pese a ello, en la 2014/15 disputó veintiocho partidos, diecisiete de ellos como titular.
André Leão y David Timor, que se incorporaron al Pucela en verano, fueron los encargados de llevar el timón del equipo de Rubi, que no paró de estrellarse una y otra vez.
Mientras, en la campaña más reciente, ninguno de los cinco centrocampistas terminó de hacer la función de faro. Timor abandonó a mitad de temporada un barco al que se subió Borja, pero los que ya estaban tampoco dieron con la tecla. Tiba no fue el cañón esperado y Leão y Rubio aparecieron con destellos de vez en cuando, lo que no resultó suficiente. Bueno, valió para mantener la categoría.
En estos diez años, el faro de Álvaro Rubio ha ido perdiendo intensidad. Ha tenido diez parejas de baile y siempre ha intentado llevar los pantalones, aunque a su manera. Desde la timidez que le caracteriza hasta la clase que posee y ha demostrado en todos los aspectos de la vida deportiva. El Real Valladolid dejará de danzar a la riojana, al menos, por ahora.