Álex López trabajará en el Real Valladolid de nuevo a las órdenes de Paco Herrera, su principal valedor en el mundo del fútbol
Foto: El Faro de Vigo
En la vida, hay personas que simplemente son magia. Te aúpan en los malos momentos; no importa su raíz, simplemente lo hacen. Son tanta familia o más que aquellos con los que compartes sangre, porque son aquellos que te escogen y a quienes escoges, quienes no tienen un lazo, un cordel, un hilo, siquiera fino, que les conmina a estar contigo.
No es para menos que a esas personas, digamos mágicas, les mostremos gratitud (la que debemos). Y que, cuando podemos, nos reencontremos con ellas. Como hará Álex López en el Real Valladolid con Paco Herrera, a quien él mismo tildó semanas antes de su fichaje como su padre deportivo.
Esta consideración no es una exageración, puesto que si bien se estrenó a las órdenes de Eusebio Sacristán, fue el técnico catalán quien le brindó la oportunidad de afianzarse, de alcanzar la élite y su mayor nivel. El ferrolano jugó 98 partidos a las órdenes de Paco Herrera en el germen del actual Celta; 37 en la temporada 2010/11, 38 en la siguiente, la del ascenso, y 23 en su debut en Primera, hasta la destitución del entrenador.
Números al margen, fue un centrocampista diferencial cuando el conjunto celeste ascendió a Primera, ya fuera partiendo de la zona media o de tres cuartos. Posiblemente, uno de los tres mejores, consideración que a buen seguro recibirá ya enfundado en la blanquivioleta, sobre todo si además de con Herrera se reencuentra consigo mismo en Zorrilla.
Y es que, pese a que no fue campeón, daba gusto ver jugar a aquel Celta de los centrocampistas, en el que jugaban Borja Oubiña, Quique de Lucas y el propio López con Orellana y Iago Aspas, quienes se mimetizaban con los anteriores. Su fuerza estaba las zonas interiores, en ser capaces de generar superioridades por dentro a partir de una posesión orientada hacia la verticalidad, un estilo que fue potenciado por Luis Enrique (con quien fue perdiendo protagonismo) y que ha evolucionado Berizzo.
Si a este no le cabe seguramente sea porque al ferrolano le cuesta participar en la característica principal de esa evolución: la presión alta, que emana de la vieja relación del ‘Toto’ con Marcelo Bielsa. En cambio, como es un jugador que piensa rápido y mira siempre al frente, sí podría haber tenido un mayor acople al incremento del ritmo del juego. Fue el decimocuarto futbolista con más minutos en la 2014/15, pero a nadie le bastaba.
De otra categoría
Berizzo pidió otro mediocentro y él quería jugar más. Entendieron las partes que sus caminos se debían separar, aunque solo momentáneamente. A pesar de que se fue cedido, renovó hasta 2019. En el horizonte, antes de firmar por el Sheffield Wednesday, se le apareció su padre futbolístico, pero entendió que debía salir fuera de España para seguir creciendo.
En las islas acarició el ascenso a la Premier League –competía en la Championship–, aunque no jugó tanto como habría deseado, en parte, debido a unos problemas físicos que le tuvieron parado varios meses. Aun así, con el Sheffield participó en veintisiete partidos entre todas las competiciones (1.589 minutos) y marcó cinco goles.
Recientemente, en una entrevista, reconocía que esta experiencia le ayudó «a crecer en el juego defensivo y posicional» y «a ir a los contactos». La valoró como «muy positiva en todos los aspectos» y valedera para lo que quería: recuperar confianza.
Aunque al final se sintió «muy cómodo» y a priori el conjunto británico quería hacerse con él, ha terminado recalando en el Real Valladolid, aunque por calidad se le puede considerar un jugador de otra categoría. Ciertamente, en el fútbol, más que en la vida, uno es de donde está, pero eso es lo que invita a pensar su calidad. Y eso que esperó para ver si alguno de los teóricos intereses de Primera se convertía en una oferta.
Fuera porque estas no se presentaron o porque las rechazó, en Zorrilla será uno de los estandartes. A sus veintiocho años –cumple veintinueve en enero– arriba a la capital del Pisuerga en plena madurez y con el hambre y las ganas de reencontrarse con su mejor versión, la que ofreció precisamente con el que otra vez será su entrenador.
Uno de los nombres del mercado
Nada más comenzar la pretemporada, Paco Herrera vino a decir que si bajaba a Segunda sería vestido de blanquivioleta. Así lo hará, con el afán de reivindicarse y hacerse con ese sitio que la élite le ha negado bien porque se lo gane con el propio Pucela –su contrato tiene una obligación de compra en caso de ascenso– o por su buen hacer individual.
Pero, ¿qué podrá aportar al Real Valladolid? De buenas a primeras, liquidez en el dibujo. Podrá cumplir las funciones de ‘6’ o de ’10’ en un 4-2-3-1 o de ‘8’ en un 4-3-3, merced a su condición de futbolista creativo y con llegada. Será, a priori, alrededor de quien todo gire, como futbolista fetiche que es de ‘papá’.
Si bien no encadena un curso con diez goles desde que dio el salto a la Liga de Fútbol Profesional (su mayor registro en Segunda son seis), ve puerta con más asiduidad que otros muchos jugadores con los que comparte posición, gracias a esa mostrada capacidad de incorporarse al ataque y asomar en el balcón del área rival. Porque es de los que está y de los que aparece, y será de los que asusten.
Automáticamente, desde el estampado de su firma, se convierte sobre el papel en uno de los principales nombres del mercado, no solo para su nuevo club, sino para una categoría en la cual sería titular a las órdenes de cualquier entrenador. Porque por más que parezca estancado, le precede gran fama, y no es para menos; aún se recuerda cuánto fue, cosa difícil en un mundo en el que los resultados priman y con poca memoria.
De la mano de aquel a quien él considera su padre deportivo, se espera que pueda volver a ser lo que un día ya fue, el mejor centrocampista de Segunda, diferencial como pocos o como ninguno, un futbolista dominante y que ha de ser dominador y, como antaño, sentirse a gusto pisando campo rival. Su peso específico será elevado, por lo que la atmósfera le será propicia, como también el contexto: previsiblemente, a su alrededor se construirá un equipo que mirará mucho al frente, móvil y generador de sinergias y superioridades en zonas interiores, donde todos le mirarán a él.
Su fichaje eleva a la condición de serio candidato a un proyecto que ya con anterioridad se venía mostrando ambicioso, pese a las manidas restricciones económicas, y que ha conseguido juntar a Isaac Becerra, a Álex López y a Jaime Mata, tres de los mejores jugadores de la Segunda División que está por venir. Dicho de otro modo: da caché, a la espera de que el fútbol hable.