Paco Herrera no ha apostado por un esquema definido en sus últimos años como entrenador; en cambio, allí donde ha ido ha tratado que su equipo cuidara el esférico

Foto: udlaspalmas.net
Frecuentemente, a Paco Herrera se le suele asociar con un fútbol combinativo, o cuanto menos alegre. Uno recuerda su Celta o su Las Palmas y piensa en libertad, aunque esta siempre fue relativa. Y es que el nuevo entrenador del Real Valladolid da prioridad al equilibrio, como por otra parte es habitual. Ciertamente, en Gran Canaria acabó destituido, pero quizá fue más consecuencia del carácter de la plantilla y de que ese equilibrio fue al traste con la lesión de Javi Castellano.
A decir verdad, a la UD Las Palmas le faltaba algo antes de que todo aquello pasara. Sobrado de talento, logró el ascenso, pero quizá fue solo por eso. En Segunda División, quien asciende suele hacerlo con una mayor solidez y regularidad que las que ostentaban por los amarillos. Sucede que cuando se junta tanto bueno, lo bueno a veces pasa.
Aquella lesión llevó a Herrera a modificar el dibujo y a poner tres al fondo y dos carrileros. Wakaso sustituyó a Castellano, sin éxito. Luego llegó Setién, colocó a Roque Mesa en esa posición y, bueno, el resto de la historia ya la saben, aunque eso es harina de otro costal, ya que, suena a Perogrullo, pero el catalán ya no estaba.
No obstante, con aquello demostró el técnico que el dibujo es lo de menos, lo importante es el concepto, que diría Manquiña en »Airbag’. Jugando con tres centrales, buscaba sumar en número lo que no tenía en calidad, además de mantener el balón. Claro, que tenerlo en una primera fase llevaba a que del centro del campo hacia adelante la forma de desplegarse era más vertical y/o con conducciones.
La problemática en Gran Canaria representaba algo que es intrínseco a Paco Herrera: la necesidad de contar con un medio posicional. En esta misma época y en otras anteriores, en Vigo o Zaragoza, se vio esta cuestión, independientemente del dibujo. Unas veces jugó con un 4-4-2 (ya fuera clásico o con rombo), otras con 4-2-3-1 y otras con 4-3-3. Pero ese mediocentro siempre estaba (y se le espera).
En su día, a su llegada a La Romareda, dijo que no tenía un sistema, y es verdad. Podría decirse que es de los que se adaptan a sus jugadores, pero tampoco es del todo cierto; intenta que estos manejen el cuero, que lo cuiden, con independencia de que las características de sus atacantes lleven luego a ser más o menos veloces en la fase de finalización.
Por dar algún retazo más de lo que ha hecho en otros sitios, se podría decir que le gusta el juego con interiores, como demostraba aquel rombo con Barkero en la capital maña o el uso que daba a Roque Mesa a partir de que su equipo superaba la franja que divide el terreno de juego en dos. Por tanto, no sería descabellado que además de con un ‘destructor’ con buen trato de balón cuente con un ‘conductor’.
La querencia interior se manifiesta en tres cuartos de campo, zona en la que ha tenido a sus órdenes a jugadores como Nauzet Alemán o como Viera, capaces de hacer el campo ancho, pero tendentes a venirse a zonas centrales, como el primer Kron-Dehli o el primer Augusto Fernández. Aunque otro perfil de atacante como Montañés, Orellana o Barkero encuentra también cabida, posiblememente la tendencia esa esa.
En la última línea no sería de extrañar ver a dos delanteros. Lo que está claro es que es probable que demande diferentes perfiles y es factible que todos tengan acomodo. Su fetiche en Vigo fue Álex López, que se desempeñaba en la mediapunta, mientras que en Zaragoza jugaba en ocasiones con dos ‘nueves’ móviles, no referenciales. Y tampoco lo es Araujo, aunque a veces jugaba Ortuño junto a él, como Bermejo en el Celta, o Willian José, otro punta de presencia física.
Si hubiera un prototipo de jugador por el que apostar de cara al mercado estival que comenzará próximamente, en esta parcela podría pensarse que la búsqueda pasará principalmente por jugadores móviles, que viren hacia dentro y que puedan demandar mucho balón, en tres cuartos, y por delanteros que caigan bien hacia los costados o sepan mezclarse con la línea anterior para la delantera, con la posibilidad de que se complementen con una referencia.
Volviendo atrás, en el centro del campo, el equilibrio está en el contrapeso, en la capacidad de atraer o firmar jugadores que cubran los roles antes referidos. Mientras tanto, de la defensa se puede esperar un equipo que no juegue hundido en su área, pero sí que deje jugar, puesto que así han sido, por norma, sus conjuntos. Si puebla la zona interior, aparentemente, la exposición por fuera será mayor, aunque no tiene porqué ser así.
‘Retazos de Paco Herrera’, por Paco Herrera
En marzo de 2013, el ya nuevo entrenador del Real Valladolid concedió una entrevista en la que se ven retazos de lo que es como técnico. Reconoce que cuando llega a un equipo no tiene «una idea preconcebida», sino que necesita «ver a los jugadores», pocos en su nuevo contexto con vínculo contractual; quizá algún canterano.
Aunque tiene «un modelo de juego definido», la idea de juego la da «el equipo», considera. Explica, por ejemplo, cómo al llegar al Real Club Celta empezó jugando con un 4-2-3-1 y mutó antes del primer partido de liga en un 4-4-2 «en rombo, con un enganche y dos puntas». Más tarde, «cuando el equipo se cayó», no le «dolió en prendas» modificar durante unas semanas el sistema, aunque sin cambiar el estilo.
Ese cambio, recuerda, pasaba por una defensa de tres, con diferentes salidas en corta, media y larga. Aunque, por el «tipo de jugador» con el que contaba, sentía que era «una obligación tratar de salir jugando desde atrás y de dar sentido en mediocampo«, otorgando siempre al jugador una cierta libertad, pues no se le ocurriría jamás «convertirlos en robots».
Con los años, dice, ha ido «evolucionando», pero hace mucho que cree que «el balón es el arma con la que tenemos que trabajar por convencimiento propio». «Desde el primer momento pensé que era clave. Cuando entrenaba al Albacete en Segunda decían que era el equipo que mejor jugaba. Al año siguiente me fui al Poli Ejido, en el que el defensa que la jugaba más corto lo hacía a cincuenta metros. Cambié esa filosofía porque mi equipo me lo exigía; la salida era un poco más en largo, para salvar la primera zona de línea. A partir de ahí seguía el mismo estilo», concluye, dando buena cuenta de su capacidad de adaptación, una que a priori no tendrá que mostrar, pues lo normal es que la plantilla esté hecha a su medida.