El mediocentro valenciano, que llegó en el mercado invernal al Promesas, se destapó como uno de los pilares en el equipo de Borja Jiménez

El fútbol, como la vida, gira a veces de tal modo que el panorama cambia radicalmente en apenas unos meses. Que se lo digan a Jorge Juliá, mediocentro que llegó al Real Valladolid Promesas el pasado mercado invernal y que se estrena en una citación con el primer equipo blanquivioleta este fin de semana.
Nada nuevo, pensará alguno que lea las anteriores líneas; un jugador de un filial que completa una convocatoria de su equipo superior. La cuestión es que, cuando Juliá llegó, lo hizo procedente de la Selección AFE, toda vez que su anterior club, el Huracán Valencia, acababa de ser excluido de la competición liguera. Militaba en la Segunda B, en el competitivo Grupo III, en el que, a decir verdad, no era titular. Sin embargo, pronto se hizo con esa condición en Valladolid.
A pesar de arribar en el mercado invernal, ha sido el decimocuarto jugador más utilizado. Se estrenó en el once nada más llegar, frente al Guijuelo, y nunca más desapareció de él: a excepción de la última jornada, en la que fue reservado, lo ha jugado absolutamente todo, y con todo merecimiento, puesto que la cara del filial cambió desde su primera aparición.
Pero, ¿qué es lo que dio al filial? En primer lugar, consistencia y equilibrio. Aunque no es en puridad un especialista defensivo, su buen posicionamiento táctico y su fortaleza física le permitieron dotar al centro del campo del conjunto de Borja Jiménez de esas características, brillantes por su ausencia cuando eran Renzo Zambrano o Dani Espinar quienes acompañaban en esa parcela a Anuar.
Pero además aportó clarividencia ofensiva. Su mejor juego se da de cara a la portería contraria, pues es entonces cuando puede mostrar sus dotes de creación. Sin ser un jugador espectacular en el último pase, maneja muy bien el penúltimo; se erigió en un lanzador más que correcto de jugadores como Toni o José, dinámicos. Y además, aunque solo marcó un gol, acompaña y llega al área si así se le requiere.
No es excesivamente veloz, aunque sí fuerte. Va bien por alto y desde fuera tiene un potente disparo, incluso, a pelota parada. Para aquellos que frecuentan la grada de Los Anexos, su buen rendimiento le ha hecho merecedor de al menos ser tenido en cuenta como potencial jugador del primer equipo, hecho inimaginable cuando hace meses se quedó en el paro.
Sobre el papel, la duda que puede caber está en su adaptación a un ritmo mayor como es el de la Segunda División, si bien no debe haberla en el plano futbolístico, dado que ha probado su calidad durante esas quince actuaciones. Por estas, hay quien le sitúa por delante de Anuar en sus preferencias, si bien cabe destacar que aunque comparten posición su perfil es distinto.
Con contrato hasta el treinta de junio, en su último año sub 23, habrá que ver si la dirección deportiva apuesta por él de cara a la próxima campaña. Por lo pronto, si Alberto López lo estima oportuno, su debut en Segunda División podrá darse en Tenerife. De manera merecida, aunque a la vez insospechada. Y es que cómo hemos cambiado…