El delantero valenciano regresó a Pucela el pasado invierno para mejorar el nivel de la plantilla blanquivioleta. Pese a su buen comienzo, el pistolero no acaba de encontrar su óptima versión

Era enero de 2016, en medio del trepidante mercado de invierno. El Real Valladolid buscaba reforzar su plantilla para dar un salto de calidad que le hiciera subirse al carro del ascenso, además de ilusionar a la grada de un José Zorrilla que, analizando lo ocurrido durante primera vuelta, se había quedado con un sabor agridulce en los labios.
La noticia de aquel mes, tan inesperada como fabulosa, vino acompañada de un ruido de pistola y de ese hilo negruzco que deja la pólvora tras un balazo. La directiva lo anunciaba: Roger volvía a Pucela.
El Levante y el Real Valladolid habían llegado a un acuerdo que devolvía al pistolero, en calidad de cedido, a la delantera de un equipo que le tenía mucho cariño. En su anterior etapa como blanquivioleta, el valenciano registró siete goles en dieciséis partidos, aunque, lejos de sus buenos números, los aplausos de la afición se los llevó por su innegable esfuerzo y arrojo. Su vuelta destapó la alegría dentro del club, no solo por lo que significaba su fichaje, sino porque la calidad que podía aportar el jugador sobre el césped se entendía necesaria.
Roger Martí Salvador quería hacer gala de su segundo apellido. Llegaba como un bálsamo encargado de calmar los fuegos que provocaban los malos resultados y que empezaban a producir picazón entre los jugadores y directiva. Su tarea: marca gol. Asignatura preferida del ariete, que aprobó con nota en la mayoría de los equipos en los que ha servido.
Por eso no le faltaron novias el pasado invierno. Hasta tres equipos rechazó el delantero por volver a jugar en la capital castellana. Y aunque su comienzo prometía mejorar registros anteriores, con cinco goles en ocho partidos, desde la derrota contra el Mirandés (4-1) su participación y rendimiento en el juego del equipo ha ido en descenso. Además, la efectividad en los pases tampoco está siendo su punto fuerte. Solo el 60% de sus entregas son buenas. Es decir, poco más de la mitad.
Puede que sea por su autoexigencia, o bien por el deseo de redimirse de la lesión que sufrió la temporada pasada y que truncó su gran racha anotadora, pero las sensaciones que desprende el pistolero evidencian un bajón de forma. Bien es cierto que el que tuvo, retuvo y el olfato goleador es una cualidad que los ratones de área se llevan consigo a la tumba. Prueba de ello es el gol que anotó el propio Roger en el último partido. Un penalti que no entró a la primera, sino en el rebote, y que el delantero tuvo la suerte de encontrarse, consiguiendo salvar un punto ‘in extremis’.
Minutos no le faltan, pues ha jugado todos los partidos en los que ha sido convocado, pero ese inicio ilusionante en el que ‘Billy El Niño’ volvió a encontrarse con la dulce miel del éxito, acabando con la sequía goleadora que le acompañó en las tierras levantinas, se diluyó rápidamente, gracias en parte a la mala dinámica del equipo. El ‘Efecto Roger’ se quedó sin fuelle. Su frustración se traduce en cuatro tarjetas amarillas, que le dejan a una cartulina de la sanción, así como el desafortunado episodio en el partido frente al Zaragoza, cuando el delantero golpeó la puerta del vestuario de árbitros con una patada, acción por la que fue castigado.
Futuro incierto
Foto: Real Valladolid
Aun así, club y aficionados esperan que Roger abandone esta mala racha. Hay quienes prefieren poner punto y final a este año para comenzar el siguiente más fuertes que nunca. Un proyecto futuro del que aún se desconoce si el ariete formará parte. El club granota tiene la opción de renovarle por dos temporadas. No obstante, la decisión está en el aire, más aún después de confirmarse el descenso del Levante a Segunda División.
Roger ya manifestó en su presentación el cariño que le tiene al club pucelano, en el que asegura desearía permanecer muchos años. Aun estando con el revolver encasquillado, la experiencia que atesora este futbolista en la categoría de plata, sumado a su profesionalidad, le convierten en un refuerzo de garantías para cualquier plantilla con aspiraciones de Primera.
Se lo lleve quien se lo lleve. Se quede donde se quede, en la ciudad del Pisuerga o en la costa mediterránea, la preocupación primordial pasa recuperar el tono del pistolero. Que vuelva a afinar la puntería y a poner el dardo en el centro de la diana. Es su especialidad. Su seña y broche de oro. Lo lleva demostrando toda su carrera.