Alberto López complace a la afición tras su presentación sin necesitar prometer nada, solo con el toque de atención a la plantilla y con su forma de destacar que el Real Valladolid debe competir más
Si existe algo que generó hartazgo en la afición del Real Valladolid por parte de Miguel Ángel Portugal en las últimas fechas, sin duda alguna fue su discurso. Si bien a última hora se desmarcó, por carta, diciendo que «tal vez» había habido un optimismo excesivo, y en rueda de prensa poniendo en valor su pobre cosecha de puntos, hasta casi el último momento mantuvo que el equipo podía «estar arriba».
Antes de conocerse el nombre de Alberto López, público a través de las ondas de Radio Marca Valladolid y confirmado en este portal, la hinchada pedía que fuera quien fuera a ser el nuevo entrenador este hiciera un ejercicio de realismo, teniendo incluso algunos que el descenso pueda llegar a convertirse en una amenaza.
Quizá fuera la distancia lo que le permitió hacer un análisis de la situación diferente al de su predecesor, pero en la rueda de prensa en la que se presentó, Alberto López señaló, seguramente con acierto, alguno de los males que ha venido acusando el Real Valladolid.
Braulio Vázquez reconoció que uno de los aspectos que han derivado en su contratación es el hecho de que conozca la casa. La conoce tan bien que mantiene una amistad personal «muy grande» con Carlos Suárez que, dijo, fue importante para que aceptara el cargo. «Es una cuestión casi personal. El Real Valladolid es un club que llevo dentro. Si estoy aquí es más por algo personal que futbolístico», considera un técnico que ha seguido al equipo y que, sin ir más lejos, lo vio en Pamplona.
Pudo caer en lo manido y vacío del partido a partido, pero no lo hizo. Bordeándolo, fue más allá. Sin descartarlo, porque matemáticamente es posible, hizo ver que no lo considera un objetivo real a día de hoy, sino que este es «recuperar sensaciones, recuperar jugadores, que los jugadores se sientan orgullosos de estar en este club y los aficionados que pagan que lo estén de lo que ven en el campo». «A partir de ahí veremos lo que se puede hacer», espetó.
Porque, decíamos, «desde la distancia» ha visto «situaciones o actitudes que el equipo no está haciendo bien y que influyen para que sea o no competitivo». Sabe que manejará un plantel de calidad, «a nivel de nombres, potente dentro de la competición», pero sobre todo que «eso luego hay que refrendarlo compitiendo y ganando partidos». En su caso, no prometió nada, salvo honestidad.
Con rotundidad, afirmó que «la temporada no está acabada», y sin querer caer en el alarmismo, cree que el descenso va a rondar la puntuación que tiene el equipo y que si no suma, teniendo en cuenta que otros sí están compitiendo, el Pucela «tendrá problemas». Además, no le «gusta» que a domicilio reciba goleadas como varias de las varias recientes, pues cree que es un defecto «de hambre futbolística».
No entiende «de suertes» y sabe que «cuando los objetivos se van difuminando a nivel de equipo, entran en juego demasiadas motivaciones personales», un egoísmo del que pretende huir. «Si los jugadores siguen actuando de manera individual, esto no va a salir adelante. Lo primero que tiene que ser es un equipo», aseveró, algo que repitió en varias ocasiones.
En esa labor, de hacer que los jugadores «recuperen sensaciones y vuelvan a sentirse capaces de desarrollar sus habilidades», y a sabiendas de que hay «cosas» que entiende que están, «pero a años luz de donde deben», no duda que «a algunos habrá que darle caramelos y con habrá que hablar de manera más seria», mensaje que choca y diverge con la condescendencia que le precede y, seguramente, el punto que más llamará la atención a la que vuelve a ser su afición.
«Más allá de sistemas, en lo que me voy a volcar es en que el equipo sea potente, competitivo, duro», concluyó, después de explicar, también que no está aquí «para vender humo», sino para vivir la «realidad», que a día de hoy es ganar al Lugo. El tiempo dirá si lo que busca dará «para acabar octavo o duodécimo»; qué se gana «en el campo».
Por lo pronto, con todo esto, él ya se ha ganado a buena parte de la que fue, es y será su afición, al menos en este tramo final de temporada. Debido a ese exceso de calma con el que parecía vivir un equipo al que se le debe exigir cuanto menos que sea eso, y que honre y defienda el escudo que lleva en el pecho, como en otras palabras vino a decir su tercer entrenador del curso.