Mientras el Real Valladolid busca entrenador en el mercado para las siete jornadas restantes de liga, hay quien se cuestiona si lo idóneo no sería dar la oportunidad a quien comenzó como técnico del Promesas y ha venido siendo segundo de Portugal
A las ocho y tres minutos de la tarde del domingo, mientras jugaba el Real Valladolid Promesas, Miguel Ángel Portugal fue destituido. La noticia pilló a los medios un tanto a contrapié, debido a la hora. Pero no por ello la decisión era en parte esperada. Más de uno, de hecho, había buscado en Los Anexos a Braulio Vázquez, director deportivo de la entidad, para preguntarle si se iba a producir un cambio en el banquillo.
La noticia fue recorriendo la grada provocando indiferencia en unos y cierta alegría en otros, que ya venían comentando que era algo que debía pasar. La pregunta que siguió al rumor era (y es) obligada. ¿Y ahora qué? De momento, hoy lunes, Rubén Albés. Mañana ya veremos. Aunque en la cabeza de unos cuantos sobrevuela otra cuestión. ¿Por qué no él?
Es muy probable que la dirección deportiva haya pensado en ello. Cuando fue despedido Gaizka Garitano se entendió su ascenso al primer equipo como segundo de Portugal como una prueba de la confianza que existe en él.
Sin embargo, Carlos Suárez ha reconocido este lunes tras la marcha de su segundo técnico despedido este curso que espera presentar al nuevo mañana martes, según ha publicado en Twitter Arturo Posada, periodista de El Norte de Castilla. Aprovechando la jornada de descanso. Salvo sorpresa, reduciendo la interinidad de Albés a un solo entrenamiento, situación que ya se dio cuando Portugal viajó a Santander a testificar en un juicio que implicaba al Real Racing Club o cuando asistió en Madrid al sepelio de Pedro de Felipe.
Se genera con ello varias dudas que suscita el propio mercado. ¿Quién se atreverá a firmar por solo siete partidos? ¿Con qué objetivo? ¿Estará la renovación del nuevo entrenador sujeta a la consecución de la permanencia o del milagro del siglo que sería la clasificación para el play-off? En todo caso, salvo giro y sorpresa inesperada, dar con el nombre del nuevo entrenador no parece fácil.
Resolver todas esas preguntas sería mucho más sencillo apostando por Rubén Albés hasta final de temporada. El compromiso solo tendría una futura obligación –moral, que no contractual– en caso de que clasifique al equipo para la promoción de ascenso. La permanencia, con los mimbres con los que cuenta el Real Valladolid, no debería ser tarea demasiado complicada.
Aceptar la realidad actual, que el plantel no está para más, sería un ejercicio de cordura que podría ir de la mano del trabajo que supone adelantar la planificación de la próxima campaña en Segunda. Llegados a este punto no queda otra cosa, puesto que el descenso está a siete puntos, y el play-off a ocho. Aquello que quiera ser el Real Valladolid en estas jornadas lo será por sus jugadores, independientemente de quien se siente en el banquillo.
Foto: Alba Oliveros
Cierto es, llegados a este punto, la psicología es importante. El perfil del nuevo técnico debería ser el de un motivador, el típico ‘apagafuegos’ que enchufe a una plantilla sin alma. Como ha formado parte del mismo equipo, Rubén Albés podría ser considerado un elemento ‘contaminado’, aunque cabe destacar que este aspecto es algo que el gallego maneja. En sus escasas jornadas en el banquillo del Promesas así lo demostró. Aunque cercano, mostraba carácter y exigencia.
Asimismo, es la opción barata y la menos rupturista, ya que a pesar de esa posible contaminación, conoce de primera mano el vestuario y una plantilla en la que, dicho sea de paso, su injerencia no era alta, dado el carácter un tanto personalista de Portugal a la hora de dirigir. No era la cabeza visible, por lo que no fue él. Pero, pese a su cierta inexperiencia, sobre todo en estas lides, es un técnico bien formado, que transmite y cala con su mensaje.
Si el nuevo entrenador no es él, ha de ser un elemento disuasorio de ciertos vicios y actitudes. Ahora bien, no debe caber ninguna duda de que el catálogo del vigués es amplio, pues es un gran estudioso y conocedor del juego; un técnico moderno. Solo ese perfil autoritario, volviendo a la línea fracasada a principio de curso, podría entenderse más que apostar por él.
Porque, incluso, podría ser una figura de transición hacia sí mismo o hacia quien venga. Podría ser el técnico que consiga la salvación matemática, lo antes que fuera posible, y que luego terminara la temporada dando paso a una hornada de canteranos, más o menos amplia, más o menos corta. Porque cada vez un sector más amplio de la afición así lo demanda y porque, dado su rendimiento o vinculación, un buen número de jugadores del primer plantel no seguirá.
Cierto es, con esto de la cantera hay mucha demagogia, y sobre todo hay que tener en cuenta que quizá alguno de los señalados también termine. Tampoco se trataría –o no debería tratarse– de una suelta de palomas, de hacerles jugar porque sí. Pero es innegable que hay varios jugadores preparados para empezar a sumar. Que, porqué no, podrían formar parte del próximo ¿proyecto?. Y Albés los conoce, y les sacaría partido. Serían la savia nueva o el placebo que maquillara el final de una temporada nefasta.
Indudablemente, igual que tiene pros, la apuesta también tiene contras. Pero es que toda apuesta conlleva un riesgo. Quizá se crea en las oficinas de la Avenida Mundial 82 que este es tan elevado que el descenso es una amenaza. En todo caso, aunque esta reflexión caiga en saco roto, incluso si el objetivo es ese, lo cierto es que el entrenador está en casa.