El Real Valladolid, que mejoró considerablemente su juego, dispuso de más ocasiones que en anteriores partidos, pero le faltó acierto y suerte

Que el Real Valladolid se encuentre en la situación clasificatoria en la que está no es cuestión de mala suerte. Pero, tras el partido ante el Real Zaragoza, nadie podrá recriminar a los de Miguel Ángel Portugal la desidia o la falta de actitud y aptitud mostrada en anteriores encuentros.
Tras el fracasado ensayo del 4-3-3 de Butarque, el técnico burgalés volvió al 4-2-3-1. Un sistema que dio al equipo buenos resultados y buen juego, como el recordado encuentro –por inusitado– ante el Córdoba en Zorrilla.
Después de aquella gran victoria, y tras la llegada de Rennella y Roger, el de Quintanilla de las Viñas apostó por el 4-4-2 que le dio al equipo resultados más irregulares que el mencionado 4-2-3-1. Aprovechando las recuperaciones de Rubio y Leão, los blanquivioletas apostaban por volver al sistema y al centro del campo que más frutos ha dado este curso.
Y la apuesta, a pesar del infausto resultado, no salió mal a tenor de la mejora de juego A diferencia de los encuentros precedentes. El conjunto blanquivioleta trató de sacar el balón jugado, pero las carencias técnicas de los centrales en la salida de balón obligó a uno de los medios a incrustrarse entre ellos para asegurar una salida más limpia.
Mayoritariamente era Leão el encargado de esos apoyos, situándose Álvaro Rubio por delante. Con el paso de los minutos sería el riojano el que asumiera ese rol y el portugués terminó jugando más adelantado, teniendo incluso mayor presencia ofensiva que lo que en él es habitual.
En innumerables ocasiones el equipo pucelano perdía la posesión del balón en la fase de iniciación, dada la previsibilidad y la lentitud con la que lo intentaba. En una de ellas, llegaría el primer tanto maño. Chica perdió la posición –los laterales tuvieron mayor presencia ofensiva que en anteriores encuentros–, lo que fue aprovechado por Hinestroza, que en una de sus internadas envió un centro al área que fue rematado por Lanza sin oposición.
El tanto encajado sembró cierta inseguridad y dudas en la zaga local y se empezó a abusar más de la cuenta de balones en largo, aunque de hacerse con cierto criterio no hubiera sido una mala opción dada la estructura avanzada (defensa adelantada) que presentó Lluís Carreras.
Lo cierto que el mayor peligro del Real Valladolid llegó desde las bandas. Concretamente desde la izquierda. Primero Mojica y después Hermoso pusieron dos buenos centros a Juan Villar, pero sendos remates de cabeza del onubense no encontrarían portería. Tampoco estaría acertado el máximo anotador pucelano en un mano a mano con Manu Herrera tras una gran asistencia de Roger.
También llevó peligró Mojica a balón parado. Para ser más exactos, en faltas próximas al área. De hecho, tras el rechazo de una de ellas, llegaría el empate de Del Moral, después de rematar en boca de gol un centro de Villar. Llama la atención que el Zaragoza no botó ningún córner, por los seis que lanzaron los pucelanos –aunque sin acierto–.
Nuevo error defensivo
Cuando mejor se estaba encontrando el Valladolid sobre el terreno de juego –dispuso de varias llegadas con peligro (Del Moral se mostró muy vertical en los segundos 45 minutos)– llegaría el segundo tanto de los zaragozanos, al aprovechar de nuevo una jugada mal defendida por parte del Real Valladolid. Lejos queda la seguridad de la zaga que permitió establecer una larga racha de imbatibilidad hace dos meses.
En cuanto a las sustituciones, Portugal se mostró previsor al quitar del terreno de juego a Marcelo Silva (al que el árbitro perdonó la expulsión) y dar entrada a Samuel. También acertó al introducir a Rodri por Juanpe (situó a Hermoso de central, donde su rendimiento es mayor, retrasó a Mojica al lateral y situó en banda izquierda a Del Moral).
Quizás la sustitución que más dudas generó fue la salida de Villar (que aunque no estuvo acertado, es un jugador con gol que en cualquier momento puede anotar como mostró hace dos semanas ante el Almería), para dar entrada a un intrascendente Guzmán (dispuso de una clara ocasión, que finalizó centrada y a las manos del arquero visitante).
Debería haber asumido mayor riesgos el técnico burgalés; máxime tras la expulsión del goleador maño Pedro en el minuto 75. Al estar con uno menos y con el marcador a favor, el Zaragoza se replegó y apenas hizo contraataques, por lo que no hubiera sido descabellado haber terminado el partido con tres defensas. Tampoco hubiera venido mal un jugador como Tiba, sobre todo teniendo en cuenta que Álvaro Rubio no se mostró al nivel que en él es habitual y acabó el partido fundido.
En cualquier caso, y como decíamos al principio, no se puede achacar la derrota a falta de actitud. En eso se vio una franca mejoría. Donde no se plasmó tal mejoría es en el resultado. Cuarto encuentro consecutivo sin ganar de un equipo que se encuentra en medio de la nada, sin aspirar a los play-off y, afortunadamente, aún lejos de los puestos de descenso.