¿Deberían integrar los jugadores del Promesas los planes más próximos del primer equipo?

Si la Liga Adelante fuera la NBA, algunos equipos –por ejemplo, el Real Valladolid– podrían empezar a plantearse el perder partidos, o, dicho eufemísticamente, dejarse ir en lo que resta de temporada buscando un porcentaje de probabilidad de primera posición de draft mayor.
Sin embargo, esto no es la liga americana de baloncesto, y el Real Valladolid todavía puede ascender a Primera División. Por difícil que parezca, todavía es posible. Las matemáticas engañan bastante menos que la plantilla de Miguel Ángel Portugal y dictan que solo estamos a cuatro puntos de la zona de play-off a falta de veintisiete puntos por disputarse.
Yo soy de Letras, o sea, más de sensaciones que de números. Si nos ceñimos a estas, que el Real Valladolid, ya no que ascienda, sino que tan siquiera alcance el play-off, es una utopía. En los peores tiempos de la escuadra blanquivioleta en muchos años en lo que a clasificación se refiere, la imagen del mismo es aún más alarmante. Hemos encajado cuatro tantos frente a rivales como Mirandés o Leganés, con los que cualquiera relacionaría antes en liza –hasta hace poco– más con el Promesas que con el primer equipo.
Y aquí, una vez mencionado, llega el momento, llega el equipo. Vamos a hablar de la presencia casi obligada de jugadores del filial blanquivioleta en el primer equipo. Así, sin tapujos ni medias tintas. Sin embargo, y para que este desarrollo no peque de apasionado y alejado de la razón, hablaré primero de los números. Y, antes de eso, recuerden que en este portal web jamás podrán tildarnos de oportunistas con temas de cantera, ya que nosotros también #HacemosCantera, y desde hace un tiempo.
Los números, solitarias verdades, dictan lo siguiente: el Real Valladolid es decimocuarto en Segunda División con 45 puntos, mientras que el Promesas es decimosegundo en el Grupo I de Segunda División con 44. Es decir, cada uno en su nivel presenta números parecidos si vamos a lo global y clasificatorio, fuera de las individualidades.
¿Es por tanto descabellado decir que primer y segundo equipo del Real Valladolid se encuentran demasiado próximos como para que no se produzca un acercamiento en lo que a un posible trasvase del segundo al primero se refiere? Es decir, ¿sigue existiendo una diferencia abismal a la que anteriormente se aludía para justificar la casi nula presencia de jugadores de la cantera en el primer equipo? Definitivamente, no, sin paños calientes. La diferencia entre los dos equipos es, cada vez, menor.
Antes de aclarar, matizar y de, sobre todo, ofrecer el mayor argumento para la presencia de jugadores del filial en el primer equipo en lo que resta de temporada, hablaremos de sensaciones. Esta nos dicen que el tercer mayor presupuesto salarial de Segunda División no es capaz de ganar tres partidos seguidos y que, últimamente, ha perdido el rumbo que pareció encontrar tras la llegada de Miguel Ángel Portugal, encajando un número de goles, de nuevo, excesivo.
Por otro lado se encuentra el Real Valladolid B. Confeccionado con paciencia, pero con las mayores limitaciones del mundo, tuvo que nutrir a principio de temporada, y en contadas ocasiones, las convocatorias del primer equipo, debilitándose más aún. Por si esto fuera poco, la destitución en el primer plantel de Garitano provocó que su entrenador, Rubén Albés, ascendiera de categoría y se situara como segundo de Portugal. Entonces, solo el técnico del Cadete A, Borja Jiménez, asumió la ‘patata caliente’ del banquillo del Promesas, que ha resultado ser, por increíble que parezca, una perita en dulce. Permanencia solventada a falta de muchas jornadas para el final de la competición. Temporadón e, incluso, sorpresa mayúscula.
Que Zorrilla no se vacíe
Todo lo dicho hasta ahora parece razonable, pero es probable que a las altas instancias del club no les agrade tener que ‘tirar’ ya la temporada, asumiendo que la misma es un fracaso, sus errores y que el futuro es la cantera. Es difícil e, incluso, comprensible, aunque aceptarlo es el primer paso, pese a los famosos cuatro puntos de diferencia con los puestos de promoción y a aquello de que mientras haya vida, habrá esperanza.
Lo que puede que no haya en un futuro muy lejano es público en Zorrilla. Si ya el no jugarse nada –si es que esto llega– podría deslucir aún más las gradas del estadio, la falta de identificación total con unos jugadores y un equipo que podrían fracasar y deshonrar la camiseta, como hasta ahora lo han hecho podría ser la hecatombe. Y ante esto, solo hay dos soluciones: otorgar una oportunidad más a aquellos que hasta ahora no han demostrado nada, o conceder una a aquellos que no tienen ningún estigma impuesto por la afición o los números: los jugadores del Real Valladolid Promesas.
Los Toni, José, Anuar, Juliá… aquellos que solventan una categoría en la que el año pasado se desarrolló el mejor jugador blanquivioleta de esta temporada, Juan Villar, y que tienen la edad del otro gran destacado de la misma en el primer equipo, Kepa Arrizabalaga.
Con todo esto, y sin que se tenga que dar por pérdida todavía la temporada, la no inclusión de los jugadores del Promesas en los planes del primer equipo de aquí a final de temporada sería no solo un error, sino la penúltima condena de un club que sigue perdiendo afiliados.