El Real Valladolid ha encajado nueve goles en los últimos tres encuentros, lo que ha provocado caer desde la quinta posición en menos tantos encajados a la octava plaza que comparte con el noveno

Si algo positivo se podía sacar del Real Valladolid durante esta temporada eran los pocos goles que llevaba recibiendo desde la marcha de Gaizka Garitano. El equipo pasó, con la salida del vasco, de ser un coladero a uno de los conjuntos más sólidos de la Segunda División.
El Pucela de principio de temporada tenía unas brechas en la línea de flotación que hacía imposible a los blanquivioletas navegar hacia los puestos de privilegio e, incluso, entrababa tanta agua que la nave vallisoletana empezaba, peligrosamente, a descender a las profundidades de una Liga Adelante terriblemente oscura en la zona baja.
Tan solo las intervenciones de un grandioso Kepa Arrizabalaga hacían que el Real Valladolid no fuese peor de lo que iba; y es que, pese a las malas –alguna bochornosa– actuaciones de la zaga castellana, el portero internacional con la sub 21 no se contagiaba de su mal hacer y siempre cosechaba cuatro o cinco paradas de mérito que, en algunos casos, servían a su equipo para sumar algún punto.
El equipo, con la llegada de Miguel Ángel Portugal, mejoró. De ser el séptimo equipo más goleado en la jornada doce, a ser el quinto hace apenas cuatro jornadas. Ese fue el cambio a mejor que experimentó el Pucela y fue el motivo de su escalada en la clasificación.
Sin embargo, parece que en las últimas jornadas han vuelto los viejos fantasmas. En las últimas tres fechas, el Real Valladolid acumula la friolera de tres goles por partido y ha recibido diez en los últimos tres desplazamientos. La situación ha vuelto al punto de partida: muchos tantos en contra, pocos puntos.
Sin embargo, en esta ocasión hay algo más preocupante. Kepa da la sensación de que ha bajado su rendimiento en las últimas fechas, coincidiendo con el bajón defensivo y con su fallo con la sub 21. El nerviosismo de la zaga blanquivioleta parece que, esta vez sí, ha hecho mella en el joven cancerbero.
Y la verdad es que Kepa no ha tenido muchos fallos de bulto, no, pero no es el mismo. Hay un algo, una sensación que parece hacer ver que el arquero natural de Ondárroa, Vizcaya, no se siente igual de seguro bajo palos que hace unos meses.
Quizá sea un espejismo por culpa de los sacos de goles que le han metido al Pucela en los últimos enfrentamientos, pero esa es la sensación; Kepa ha bajado su rendimiento. Su gran fallo hace más o menos un mes con la selección española sub 21 puede que le minase la moral, aunque el mismo reconoció que no le había afectado.
Sea como fuere, contra el Leganés, Kepa recibió un gol un tanto… curioso. Un centro peligroso de Omar –sí, de Omar Ramos– terminó en gol de Guillermo. El remate del punta no fue fuerte ni colocado, entró por el centro, pero Kepa no estaba allí. Ni los centrales, ni el portero parecieron ver al delantero que desde el centro del área remataba a placer ante una portería vacía, porque Kepa se había ido a cubrir el segundo palo donde aparecía Szymanowski.
Un fallo que costó el primero de cuatro goles. Esto no quiere decir que la culpa de esta derrota, o de otras, sea de Kepa, sino que no está a su máximo nivel. Ese gol se puede deber a un despiste puntual, pero no hace sino confirmar que el rendimiento del vasco ha disminuido, pues no era –es– portero de cometer errores.
Quizá una suplencia a favor de Bruno Varela sea buena para el portero cedido por el Athletic Club. De esta manera se podrían matar dos pájaros de un tiro; se le da la alternativa a un meta del que se habla muy bien y, por otro lado, se da un toque al vasco para que vuelva a su nivel. Pero eso es cosa del míster.