El Leganés agotó al Real Valladolid a través de sus bandas, donde Omar y Szymanowski desbordaron a Chica y Moyano

No se trata de suerte. Que el Leganés more puestos de ascenso a Primera no es resultado de una concatenación de situaciones fortuitas. En cambio, la suma de trabajo técnico, táctico y mental deriva en un conjunto que terminó humillando al Real Valladolid… a partir de las anteriores armas de los blanquivioletas.
La primera clave estriba en el rol ejercido por sus extremos en el 4-4-2 que Asier Garitano empleó contra un híbrido de 4-3-3 y 4-2-3-1 de Miguel Ángel Portugal.
Omar a pie cambiado y Szymanowski en el extremo zurdo ejercieron una influencia sobre las progresiones ofensivas pepineras que marcó gran parte del choque.
De hecho, el Real Valladolid, que comenzó realizando varias transiciones defensa-ataque de gran velocidad, sufrió la rapidez con la que el Leganés se armaba tras recuperación.
Una vez con la pelota, ésta se trasladaba en pocos segundos a Omar, encargado de encarar a Chica –a banda cambiada- y de soltar centros cerrados al área de Kepa.
¿Por qué Omar fue tan importante para la superioridad pepinera? Porque, o bien enviaba centros siempre precisos que generaban peligro e inseguridad en la defensa vallisoletana, o atraía a su sector la basculación oponente de forma que en el lado débil esperaba uno de los más fuertes: Szymanowski. El atacante argentino superó en todo momento a Moyano, tanto a la espalda como en estático.
Tras el primer gol, la profundidad que había conseguido el Valladolid en los acercamientos al último tercio de campo se difuminó a favor de un dominio más palpable del Leganés. Ventaja que siguió cimentándose en una acusada orientación a jugar abiertos. Dos de los cuatro goles surgieron de sendos centros laterales.
Un Pucela de tres medios sin control
Miguel Ángel Portugal optó desde el inicio por ubicar a Tiba en la mediapunta y así dibujar un triángulo de mediocentros con el recuperado Álvaro Rubio y Borja.
Una formación, en principio, destinada a superar numéricamente al doble pivote Sastre-Timor y a recuperar la pelota arriba gracias a la presión adelantada de Tiba.
Sin embargo, fracasó. La pegajosa presión del Leganés como bloque impidió que el Valladolid se sintiera cómodo con balón y, lo que resultó peor para los blanquivioletas: provocó pérdidas de pelota en zonas donde más peligro podía crear.
En las acciones en las que el Valladolid sufría más para sacar el balón en raso, Tiba descendía metros en apoyo, trazando un dibujo similar al 4-3-3 que volvió a naufragar en un contexto de inferioridad táctica y mental.
Portugal, con el ánimo de dar un último impulso a su equipo, agregó un delantero más (54’) al esquema, con lo que Tiba pasaba a cerrar la medular con Borja. La inoperancia ofensiva empujó a otro cambio más cerca de la media hora del segundo periodo: Chica, exigido por Omar, dejó el campo por Del Moral. Mojica, así, pasó al lateral izquierdo como ocurrió ante el Almería.
A pesar de las variaciones tácticas, el Real Valladolid había perdido el partido en el primer periodo. Tal vez, el agarrotamiento mental y la ineficacia táctica intervinieron de tal forma que no hubo lugar a la reacción.