El talaverano, que lleva diez goles esta temporada, ha tenido incidencia directa en la obtención de quince de los 38 puntos que tiene el filial

Foto: Rosa M. Martín
El gol es la salsa del fútbol, el sumun, el orgasmo. Es el fin último, por lo que –salvo dos– luchan todos. Aunque sucede que de todos ellos no todos están capacitados para gritarlo como responsables. Los hay a los que les cuesta. Pero no es el caso de José Arnáiz, atacante del Real Valladolid Promesas, que viene demostrando durante toda la temporada esa gran capacitación.
Tiene el filial actualmente 38 puntos. Y en la obtención de quince de ellos ha participado de manera activa, empujando la pelotita a la red. Es, con mucho, el jugador más rentable del equipo, la clara referencia. Un jugador de dulce, se diría, porque así está siendo su curso, que si tuviera a bien Portugal darle más minutos, a buen seguro sería capaz de demostrar más fútbol.
Su incidencia medida en estos números es tal que el 39’5% de los puntos que tiene el Promesas han llegado gracias a sus goles o en encuentros en los que ha marcado. Ha visto puerta en seis envites, de los cuales en cuatro fue el encargado de abrir la lata, como se dice comúnmente, y cinco de esos seis enfrentamientos acabaron con una victoria blanquivioleta.
Así, puede decirse que un tanto de José es prácticamente sinónimo de victoria, pues mostró el camino hacia la obtención de los tres puntos frente al Tudelano, ante el Sporting B, contra el Guijuelo, frente al Astorga y ante la Arandina. Y además, puede presumir de marcar a pares, puesto que hizo doblete en cuatro ocasiones: contra Tudelano, Sporting B, Guijuelo y en el último envite ante la Arandina.
Bastante más que goles
Todo ello, cabe recordar, ha venido sin ser él un ‘nueve’, no ya puro, sino siquiera atípico. Aunque ha jugado como atacante cuando el dibujo era un 4-4-2, era un segundo delantero, móvil, líquido, con caída a bandas y al centro del campo. Sucede que esa movilidad le granjeaba muchas ocasiones para llegar desde atrás, en conducción, o desde un costad. Y es que, es justo decirlo, José es mucho más que goles.
Es potente en la arrancada, veloz con el cuero en los pies, un balón que lleva pegado como si fuera solo de su propiedad, en un gesto técnico que le hace, junto a lo anterior, difícil de ser defendido. Es certero en el disparo y en las acciones a balón parado, tanto dirigidas a puerta como hacia sus compañeros.
Y se le puede llamar, inequívocamente, responsable. Ha dado un paso adelante importante en su fútbol y no duda echarse al equipo a las espaldas cuando al grupo le cuesta. No es baladí esa cifra antes citada, ni sus minutos en Segunda, por pocos que sean. No lo pasó bien el año pasado, pero este está en ello, y se le nota a gusto en el campo, con sus compañeros y con sus técnicos.
Quizá pocos contaban con él hace algún tiempo, pero ha terminado de explotar esta campaña en un jugador diferencial en la Segunda División B, y al que más fácil es imaginarse dando el salto definitivo al primer plantel de todos cuantos luchan por la salvación en el segundo. Es el paradigma del atacante del Promesas, vertical, rápido, técnico, dinámico, y bien podría encajar más arriba, puesto que, volátil, en el mejor de los sentidos, es capaz de moverse por cualquier frente del ataque.
Sobra decir, su importancia es capital. Por sus botas pasan muchas de las opciones –a día de hoy, no pocas– que tiene el filial de conseguir la permanencia un año más en Segunda B. Goles, dicen, son amores, y él está siendo de los que enamora. Pero no solo por estos, sino en general, por su fútbol.
Su estado de gracia lleva prolongándose tanto que se puede decir que no es solo un buen estado de forma; está preparado para el salto, aunque eso es harina de otro costal. Lo primero, el siguiente paso, es no cejar en las siete últimas jornadas y que el Real Valladolid Promesas se salve. A buen seguro, con goles suyos; del ‘sacapuntos’.