El conjunto carbayón se impuso por cuatro a dos en la final al Real Racing Club, que había eliminado en cuartos de final al Real Valladolid

La I edición del Torneo The Singular Kitchen, de categoría alevín, disputado en La Cistérniga, ya tiene campeón. Se trata del Real Oviedo, que se impuso en la final por cuatro goles a dos al Real Racing Club, un conjunto, el santanderino, que había eliminado previamente en los cuartos de final al Real Valladolid, único representante de la provincia que pasó de la fase de grupos.
El cuadro de honor lo completó el Almería, que venció por cuatro a cero al Zamora Dream, único equipo que no pertenece a una cantera profesional que alcanzó los cruces.
Asimismo, la organización premió –de manera democrática– al almeriense Cristian como mejor jugador, al racinguista Adrián como mejor portero y al ovetense Pelayo como mejor jugador de la final, una mención que bien pudo compartir con su compañero Nico y que pudo ser mayor, puesto que también se le postuló –se les postuló– al mayor reconocimiento individual.
Ganó el mejor
El Racing de Santander, líder en la Primera Alevín de Cantabria, se mostró durante todo el torneo como un equipo correoso, expeditivo y duro en defensa. En el primero de los cruces, aprovechó un error en la salida de balón del Real Valladolid para marcar el único gol del encuentro. Luego, en las semifinales, necesitó llegar a la tanda de penaltis para vencer a un Almería algo más técnico y que proponía algo más.

Foto: Jesús Domínguez
Por el otro lado del cuadro llegaron el Real Oviedo, que pasó de puntillas por la primera fase y necesitó de los penaltis para vencer al Córdoba en los cuartos, y el Zamora Dream, la clara revelación, que por el camino dejó a un pobre Atlético de Madrid y a un joven Levante, de primer año, que sucumbió también en la tanda definitiva. En los zamoranos destacó sobremanera Hugo, máximo goleador de Castilla y León, con 111 goles y todavía de primer año.
Aunque sin cosechar unos resultados excesivamente abultados, los del Requexón demostraron ser el mejor equipo. En la primera mitad dejaron encarrilada la final, en parte, tras aprovecharse de un error del meta rival. Guiados por Pelayo, un mediocentro muy técnico, batallador y equilibrado, pero sobre todo con un manejo del esférico y una visión de juego espectaculares, generaron peligro, principalmente por el costado izquierdo, en el que aparecía Nico a pie cambiado para, con sus diagonales, buscar derribar la puerta enemiga.
Con el paso de los minutos, los cántabros dieron un paso adelante para, paulatinamente, ir encerrando a los asturianos en su mitad de campo. Estos buscaron la sentencia a la contra en el tramo final, después de unos minutos defendiendo con el balón y tras perderlo. Jesús, un nueve muy luchador, y Plá, un extremo de los de antes, lo intentaron para los santanderinos y dispusieron de alguna ocasión hasta el final, pero no hallaron el camino al gol.
Resultó inevitable, al terminar la final, emplazarse para la Oviedo Cup que se disputará a partir del jueves en la localidad asturiana. Si el fútbol así lo quisiera, se podría reeditar en algún momento la pugna por el título entre dos buenos conjuntos, que lideran sus respectivas ligas. También lo hace el Real Valladolid de Iván Cabezudo, que también estará presente.
Al mal tiempo… la mejor cara

Un ordenador rebelde a la hora de pinchar la música que iban a bailar unas niñas del pueblo y una avería en el autobús que trasladaba al Getafe fueron las anécdotas que más debió lamentar la organización. Y ambas cosas se solucionaron y ninguna había sido su culpa. Como tampoco lo fue la lluvia.
Las inclemencias climatológicas deslucieron la jornada sabatina, sobre todo a la hora a la que jugaba el Real Valladolid, momento en el que cayó un soberano chaparrón. Pero al mal tiempo, la mejor de las caras.
Eso debieron pensar Carlos Álvarez y Carlos Sebastián, principales responsables de la organización, siempre atenta con los equipos y sus acompañantes para que no se escapara el más mínimo detalle. Tal es así que previeron ratos de descanso más o menos extensos en esa primera jornada del sábado bien para que pudieran descansar entre partido y partido o para que incluso los interesados pudieran hacer turismo por Valladolid, algo que destacaban muchos de los desplazados como un acierto.
Pese al enorme trasiego, Carlos Sebastián se mostraba optimista pensando ya en una segunda edición. «Lo importante», decía, «era arrancar». Una vez han aprendido de la experiencia, de los muchos consejos recibidos y de los errores –que los habrá habido, aunque no fueran groseros; nadie es perfecto–, queda congratularse por la aventura empezada, de la que formaron parte veinte equipos pertenecientes a dieciséis clubes, algunos llegados de puntos muy lejanos de la geografía española, y que puede ser considerada un éxito.