Han pasado ya quince años de la última visita del Real Valladolid y para los aficionados más jóvenes del Pucela el feudo ovetense puede ser un campo extraño

Hace casi quince años, un Real Valladolid formado por jugadores como Albano Bizarri, Javier Torres Gómez, Dragan Ciric, Alberto Marcos, Eusebio Sacristán o el actual doctor del club, Alberto López Moreno, jugaron el último partido que disputaron castellanos y asturianos en el Carlos Tartiere.
Concretamente, aquel encuentro tuvo lugar el día diecinueve de noviembre del año 2000, cuando el Real Oviedo se impuso por un contundente cuatro a uno. Por aquel entonces, poco o nada hacía suponer lo que sucedería al final de esa misma temporada, el descenso del conjunto carbayón.
Lo que parecía imposible, sucedió. El Oviedo pasó de Primera a Segunda, y de ahí, a Tercera, por problemas administrativos. A punto de desaparecer en varias ocasiones, el Real Oviedo ha regresado esta temporada al fútbol profesional por completo y, de momento, parece que es un serio aspirante al ascenso a la Liga BBVA.
Para los que peinan canas, o para los que superan el cuarto de siglo de edad, les puede parecer raro ese periplo carbayón por el fútbol semiprofesional, pero para los que apenas llegan a la veintena, jugar contra el Oviedo es algo bastante raro.
Difícilmente algún aficionado menor de veinte años recuerde aquel partido del año 2000 en Primera División y, sin embargo, les puede parecer más normal que España gane Mundiales o Eurocopas, cosa desde luego mucho menos usual que los enfrentamientos en la élite entre albivioletas y azulón.
Desde que el Real Oviedo y el Real Valladolid se enfrentaron en el Tartiere, los blanquivioletas han jugado en campos que por entonces parecían casi impensables. Han cogido un chárter para viajar a Vecindario y jugar en un estadio donde el aforo era de 4.500 personas o han viajado a Terrasa y se han jugado un ascenso con el Alcorcón.
En estos quince años, para los jóvenes aficionados del Real Valladolid es mucho más común enfrentarse a filiales como el del Málaga, Villarreal, Madrid o Barça que al propio Oviedo, pese a que los dos primeros no han estado más que tres temporadas en la categoría de plata, por veintidós del los otros. A pesar de las 38 temporadas en Primera y 32 en Segunda del conjunto ovetense, en los últimos años ha tenido enfrentamientos muy poco comunes.
Salamanca, Ciudad de Murcia, Polideportivo Ejido o Palencia han desaparecido tal y como eran conocidos y algunos refundados desde la última visita de los vallisoletanos. Entre medias, el Real Oviedo se ha enfrentado a equipos que están muy lejos de llegar a ser, incluso, semiprofesionales.
Los tiempos cambian
Ni más ni menos que cuatro mundiales y otras tantas Eurocopas se han disputado en este tiempo. Que España caiga en cuartos o en fase de grupos ha pasado de común a raro, justo al revés que las visitas al Tartiere, que ha pasado de ser habitual a experiencia casi nueva.
Acontecimientos tales como los atentados de las Torres Gemelas o del Metro de Madrid, las guerras de Irak e Irán o la entrada del Euro en España pueden ser más comunes para los aficionados menores de veinte años que los Esteban, Iván Ania, Onopko u Oli, quienes jugaron aquel último partido.
Sin embargo, a todos los chavales vallisoletanos les hace ilusión este partido; no por ser especial, ni por la historia que hayan vivido, sino por ese áurea que envuelve al encuentro, por aquel 3-8 que tantas veces se ha visto en televisión y por ser lo que es: Oviedo.
Para unos será renovar el espíritu noventero del Real Valladolid, de un equipo que rozaba una temporada Europa con las manos y a la siguiente casi ardía en los infiernos de la Segunda División. Para otros, la primera vez que conocen un estadio mítico del fútbol español y sabrán lo que es un Real Oviedo – Real Valladolid: una fiesta del fútbol.