El Nàstic de Tarragona confía en el exbético Emaná, que disfruta de una segunda oportunidad en el fútbol español
La ilusión está instalada en Tarragona; y motivos no le faltan a la parroquia grana. Tras la brillante temporada que el conjunto catalán firmó el año pasado –en la que consiguió el ascenso directo a Segunda División, tras derrotar al Huesca en la primera ronda del play-off–, los de Vicente Moreno ocupan actualmente la quinta plaza de la clasificación, a tan solo seis puntos del líder.
Más allá del buen momento que por segundo año consecutivo atraviesa el Nàstic, el Nou Estadi está siendo testigo directo del regreso de uno de los jugadores que mejor proyección tuvo hace unos años. No es otro que Achille Emaná, que durante los tres años que pasó en la ciudad del Guadalquivir tuvo a la afición del Betis entregada a su sombrero. Ese con el que celebraba sus goles como verdiblanco y que ya se ha dejado ver también en Tarragona.
La promesa del fútbol francés que despuntó en el Ruiz de Lopera
Aunque pueda parecer un tópico más del vasto número que rodea a este deporte, los comienzos en el mundo del fútbol conllevan sacrificios. En algunos casos, como el de Emaná, el tópico se convierte en realidad. A sus once años, y ante el desconocimiento de su familia, hizo las maletas rumbo a Europa.
Su primer destino fue el Valencia, club al que pertenecían los ojeadores que le habían descubierto en un torneo en su Yaoundé natal. Sin embargo, y como suele ocurrir en estos casos, el dinero truncó la posibilidad de que el joven Emaná debutará con la elástica ché. El destino, oculto bajo la apariencia de su abuela, provocó que se trasladara a Toulouse.
Fue en la ciudad francesa donde otros ojeadores le vieron jugar en una competición local y rápidamente le ofrecieron un contrato con el conjunto de la ciudad del Garona. El descenso administrativo del Toulouse a la Tercera División fue la oportunidad para que Emaná lograra su objetivo de convertirse en futbolista profesional.
Con tan solo diecinueve años, el camerunés ya se había echado el equipo a la espalda. Un papel fundamental en su creciente protagonismo lo jugaron los más de treinta partidos disputados que tuvieron como colofón el ascenso a la League 1 en la temporada 2002/03.
Durante los ocho años que estuvo en Toulouse, Emaná completó 231 encuentros en los que anotó veintiocho goles. Su progresión suscitó el interés de grandes equipos europeos como el Olympique de Lyon o el Sevilla, aunque finalmente fue el Betis el que se llevó el gato al agua.
Y así comenzó el idilio. La ‘pantera de Yaoundé‘, sobrenombre con el que pasó a ser conocido por los béticos, pronto se ganó el cariño de la afición verdiblanca. Más allá de sus cualidades futbolísticas, que le llevaron a ser uno de los pilares del equipo, su forma de ser encandiló a la parroquia del Ruiz de Lopera.
Destacó especialmente su forma de celebrar los goles, en la que emulando a Finidi George –extremo bético en la década de los noventa– se quitaba un sombrero que alguien solía tirar desde la grada. Como si de un torero celebrando la faena se tratara, Emaná festejaba sus mejores tantos de esta peculiar forma.
Tantos que más de una vez fueron vitales para el conjunto verdiblanco. A pesar del descenso de los béticos en su primera temporada a orillas del Guadalquivir, Emaná consiguió devolver al equipo a la máxima categoría dos años más tarde.
Regreso a nuestro fútbol de la mano del Nàstic
Sin embargo, el ascenso bético no fue suficiente para que Emaná continuase su carrera de la mano del conjunto verdiblanco. A pesar de tener contrato en vigor, los problemas económicos del club se interpusieron en su camino y provocaron la marcha del camerunés a la liga saudí.
El bajo nivel que ostenta la competición árabe, unido a sus pobres resultados, consiguieron que Emaná hiciera las maletas tras dos años en Oriente Próximo. Su siguiente destino fue México, donde firmó un contrato que lo vinculaba al Cruz Azul para la temporada 2013/2014. Tampoco aquí consiguió el camerunés despuntar y tras quince partidos en los que apenas marcó un gol, Emaná decidió regresar a Sevilla y tomarse un tiempo libre.
A pesar de estar seis meses entrenando con un preparador físico, el que había sido ídolo de la parroquia bética se llegó a plantear dejar el fútbol. No obstante, Emaná decidió dar una segunda oportunidad al país mariachi y se unió a la disciplina del Atalante. Con los potros firmó una trayectoria bastante discreta, aunque el cambio de entrenador terminó definitivamente con su aventura mexicana.
Emaná volvió a estar bajo los focos cuando durante la pretemporada se anunció su incorporación a la disciplina grana. A pesar de que en un primer momento estuvo a prueba, el camerunés se ganó la confianza de Vicente Moreno y terminó por comprometerse con el Nàstic durante las dos próximas temporadas.
Paulatinamente, Emaná vuelve a recuperar el nivel y la calidad que mostró ante la parroquia verdiblanca. Aunque tan solo ha anotado tres tantos con su nueva elástica, su participación en las jugadas de ataque es la pieza clave para que el conjunto catalán esté en la parte alta de la tabla. Mientras tanto, el Nou Estadi sueña con el sombrero que tantas tardes maravilló al Ruiz de Lopera.