El Real Valladolid vuelve a emitir dudas de su fiabilidad competitiva: a pesar de no encajar por cuarto partido seguido, se encuentra anquilosado en la definición; y sin Álvaro Rubio

¿Cómo puede cambiar tan rotundamente la cara de un equipo en dos semanas? ¿Cómo pudo el Real Valladolid abrumar al Córdoba y ceder un empate gris ante la Ponferradina? Si algo está marcando el serpenteante caminar de los blanquivioletas esta temporada es, precisamente, la falta de respuesta a tal bipolaridad de sensaciones y rendimiento.
Contra los bercianos tenían la posibilidad jugosa de aprovechar el estado de indefinición de una plantilla compuesta para luchar por puestos más altos. Con su anterior técnico, Manolo Díaz, recién destituido, podían suponer una diana de fácil alcance.
Pero la Segunda demuestra no entender de lógicas. De hecho, los blanquiazules fueron superiores a los locales en la segunda mitad, zarandeados por la vocación reivindicativa de algunos de futbolistas como los extremos Caiado y Dmytro y el medio Melero.
Fueron tres de los más destacados de un equipo constituido en bloque porque, bien apostado en defensa, contribuyó a ahondar en los problemas del Valladolid sin Álvaro Rubio en la sala de creación. Como en Alcorcón, Portugal escogió el doble pivote Leão-Tiba, que volvió a naufragar, especialmente en un segundo acto pobre e incluso irritante.
La Ponferradina, no en vano, tampoco se jugó todas las cartas a una presión que fuera excesivamente alta. Sólo cuando el Real Valladolid traspasaba la línea del centro del campo saltaban los bercianos a presionar en ventaja numérica. Sabían que el Pucela solía volar la salida ofensiva a los flancos, máxime sin Rubio, por lo que pronto pudieron achicar la profundidad en ataque de los castellanos. Estos fueron mejor en un primer tiempo en el que al menos tuvieron más pelota, pero adolecieron de falta de presencia continuada en tres cuartos y de profundidad en las bandas.
Tras el descanso, la Ponferradina dio un paso significativo para inocular ansiedad en el cuadro pucelano. Adelantaron la línea de presión, de manera que se adueñaron de más balón y, sobre todo, del centro del campo. El equipo de Portugal, esta vez, no hallaba una respuesta para retomar el control del juego. Un debe al que se le agregaban los excesivos errores en el último tercio de cancha, constatando que la falta de gol sigue patente, haciendo daño y extendiendo las dudas.
Además, sin dominio del carril central y unas bandas razonablemente bien vigiladas por la defensa berciana, el Valladolid no generaba ocasiones de gol sobre las que apostar por una reacción.
Miguel Ángel Portugal, en el 6o’, observando cómo su equipo se veía superado por una Ponferradina que progresaba, sustituyó a Roger por Rennella-titular junto a Rodri-. No obstante, los visitantes, motivados por la entrada de Dmytro en el segundo tiempo y la velocidad de Caiado en la banda izquierda, no dejaban de avisar y alertaron a un Valladolid mudo.
Solo tras la entrada de Guzmán por Del Moral y de Borja por Tiba emitieron señales de reacción, rápidamente neutralizadas por una Ponferradina que no logró los tres puntos por culpa de Kepa. El Real Valladolid no consigue encadenar dos victorias seguidas en casa, donde, siquiera en Segunda, se suelen cimentar objetivos ambiciosos. Sin Rubio, ni gol, la montaña se advierte más empinada.