El Real Valladolid es incapaz de imponer su fútbol en Santo Domingo, donde redebutaron Borja y Roger y el equipo sumó su cuarta jornada consecutiva sin perder
El Alcorcón ha puesto freno al buen momento que vive el Real Valladolid con un empate que lo minimiza, aunque supone una cadena de cuatro partidos sin perder. El conjunto alfarero supo anular al ataque visitante, que vivió seis días atrás su momento álgido de la temporada en cuanto a creación de oportunidades.
De esta manera, los amarillos, bien juntos, cerrando espacios por dentro, pero sobre todo por fuera, evitaron que los blanquivioletas generaran excesivo peligro. Es más; a excepción de la última intentona, de Roger, llevaron a la puerta rival una mayor sensación de riesgo, si bien las escasas veces que culminó en disparo se toparon con Kepa.
Las dimensiones oficiales de Santo Domingo, siendo las mismas que las de Zorrilla –105×68–, parecen distar mucho del tamaño del rectángulo vallisoletano (y de casi cualquiera), viendo cómo empequeñece el Alcorcón el terreno de juego. Si no es más pequeño, lo parece, y no por lo coqueto del entorno, sino porque el esfuerzo defensivo alfarero ayuda a que la percepción sea otra. En cada visita, se llame uno Real Valladolid o se llame como se llame, parece tener poco espacio para galopar, para trenzar o para hacer cualquier cosa que no sea recurrir al pelotazo.
Que conste que los de Miguel Ángel Portugal lo intentaron. Intentaron repetir todo aquello que tan bien salió ante el Córdoba, lo de la pausa hasta la franja que divide el campo y lo de la prisa a partir de entonces. Sin embargo, no les salió; se toparon con un rival muy junto, muy frontal, de los que no se complican y repelen cada acción de modo contundente, que por dentro crea una maraña y por fuera no permite una superioridad.
Quizá influyó también la ausencia de Álvaro Rubio, clarividente a la hora de dar salida al balón desde atrás. Sin él, y por las virtudes locales, la cosa fue distinta. Como Máyor y David Rodríguez amenazaban y presionaban a los centrales y la zona de influencia de lo que debía ser un cabecero (a la sazón, Pedro Tiba), la salida se modificó. Y fue peor, claro.
Asimismo, las líneas se juntaban tanto los extremos se cerraban de tal modo que rara vez hubo opción no ya de una superioridad, sino incluso de un uno contra uno. Quien más lo sufrió fue Juan Villar, aunque Mojica también tuyo lo suyo. No obstante, como su mayor rasgo caracterizador es la velocidad, y esa unión de las dos líneas enemigas se daba bastante adelante, sí tuvo alguna que otra opción de romper por velocidad.
El primer acercamiento peligroso fue precisamente del cafetero, que culminó la jugada con un centro-chut a las manos de Dmitrovic. Manu del Moral, por su parte, buscó en una contra el gol, pero se le fue largo el control dentro del área y un zaguero, atento, le rebañó el esférico. El primer remate real a los tres palos, con todo, fue del Alcorcón, al filo del descanso.
La primera parte transcurrió sin excesos. Los dos equipos eran cautos a la hora de lanzar sus ataques, sabedores de que el rival podía hacer daño al más mínimo descuido. Fue el Real Valladolid quien quiso rasear más el cuero, pero se topó con los problemas citados, mientras el Alcorcón, en ataque, era, como se ha dicho, frontal, directo.
Tras la reanudación salieron más intensos los madrileños. Así, Óscar Plano obligó a intervenir a Kepa, que, atento, hizo una buena parada y evitó el gol. Fue la más clara, sino la única ocasión, antes de que se llegara al ecuador del segundo periodo, si bien parecían los alfareros tener a su rival amedrentado, o cuanto menos encimado dentro de su mitad del campo.
Mojica, en otra galopada, puso un balón dentro del área que cazó Juan Villar y remató a gol, aunque estaba en fuera de juego. Máyor, tras una gran combinación con David Rodríguez –quizá la única de un nivel alto en todo el partido de los puntas amarillos–, disparó fuera.
Con el paso de los minutos, por el ansia de ganar y la necesidad de hacer algo distinto, Portugal dio entrada a Rennella y a Roger. El cuero pasó a volar más por alto, más dirigido hacia adelante sin que transitara en exceso por zonas intermedias. Y así fue cómo el Pucela se sacudió, con el tiempo, ese dominio territorial alcorconero.
Para su desgracia, no sirvió de mucho, aunque la entrada de Borja sirvió para meter una marcha más. La zaga alfarera, con Djené convertido en la figura del encuentro, se encargó de evitar no ya el gol, sino intentos claros.
La mejor ocasión del encuentro la tuvo ‘Billy el Niño’ sobre la bocina, pero marró en el disparo frente a Dmitrovic. Y así, mal que pese a unos y otros, el resultado no se movió, lo que vino a hacer justicia, ya que en un partido con tan poco juego y con no muchas oportunidades lo normal era que se diera justamente eso, un cero a cero.
Aunque el empate supone un freno, es más un fastidio que algo que duela, ya que el Real Valladolid lo intentó, trató de poner fútbol más que su rival, si de un sentido preciosista u ofensivo hablamos, porque, aunque adelantado, el Alcorcón fue más bien defensivo. Enlaza así cuatro envites seguidos sin perder y sigue dando muestras de ir por el buen camino. Mejor, si acaso, cuando los refuerzos entren y den el plus que de ellos se espera.