David Timor sale en dirección a Leganés a pesar de ser el quinto jugador con más minutos esta temporada, entre el desencanto general

Su barba, su carácter aguerrido y un cierto parecido con el personaje de Leónidas en el film de ‘300’ le hicieron ganarse pronto el sobrenombre de ‘El Espartano’, pero lo cierto es que David Timor, desde este martes nuevo jugador del Leganés, nunca terminó de ser en el Real Valladolid aquel rey.
Valladolid ya no es Esparta, si es que algún día lo fue. Ni siquiera el desfiladero de las Termópilas, en el que unos cientos –tres, según el cómic de Frank Miller– perdieron la vida, pero con honor. No es que Timor haya carecido de este durante su estancia en el Pucela. Es que, al contrario que aquellos que lucharon contra el todopoderoso rey persa de nombre Jerjes, simple y llanamente, no pasará a la historia. Y no será porque no contó con respaldo. Simplemente no le salieron las cosas. Jugó más de cincuenta partidos, pero nunca acabó de convencer.
Con Rubi, la temporada pasada, fue el octavo jugador más utilizado. Estuvo claramente por delante de Álvaro Rubio en la rotación –no digamos ya de su nuevo-viejo compañero Lluís Sastre–, pero jamás enamoró a la grada. Aportaba, o debía aportar, equilibrio, pero no era así.
En labores defensivas, su anarquía sobre el campo provocaba espacios. En ataque no fue letal, aunque se descolgaba, menos de lo esperado (aunque quizá lo mandado). Y en la circulación, no era todo lo ducho que debiera ser un mediocentro para el juego que el técnico catalán anhelaba.
No obstante, disputó 38 partidos, 35 de ellos en liga, y alcanzó la cifra de 2.919 minutos -270 en Copa del Rey–. Hizo gala de su buen golpeo exterior, al marcar seis goles entre las dos competiciones oficiales, pero también de uno de sus debes, la disciplina, toda vez que vio quince cartulinas amarillas —una de ellas sin saltar al césped— y una tarjeta roja.
Se preveía que con Gaizka Garitano en la presente campaña se potenciara su fútbol, toda vez que la propuesta esperada en el técnico vasco era la de un juego más físico y rocoso, con menos contactos al balón y más contundencia. Esta importancia para el entrenador de Derio fue real: solo se perdió once minutos de liga con él al mando, más el envite copero frente al Oviedo.
Con la llegada de Miguel Ángel Portugal al banquillo, y dado que el burgalés apostó por una lenta transición, en lugar de por una (necesaria) revolución), siguió siendo titular de buenas a primeras. Lo fue en las jornadas diez y once y entre la catorce y la dieciséis, pero fue rebajando su incidencia o importancia.
Un día jugó de central, en Almería, y paulatinamente se fue viendo degradado a un rol más secundario en beneficio de Álvaro Rubio, hoy ya totalmente asentado en el once. Así, no apareció en las fechas doce, dieciocho y veinte, al margen de la veintidós, la última, en la que su salida ya parecía estar encaminada. Su porcentaje de minutos se vio rebajado del 72’2% al 51’2%, toda vez que con Portugal ha dispuesto de 599 sobre los 1.170 que lleva sentado en el banquillo.
Kepa, Mario Hermoso, Juan Villar y Marcelo Silva son los únicos que han jugado más que él en liga, empero. Y sin embargo, aun siendo el quinto jugador más utilizado, el desencanto de las dos partes ha permitido su salida. Porque fue él quien buscó nuevos horizontes, quien anheló y así se lo hizo saber al club y a su representante, la salida ya confirmada. Y la dirección deportiva no ha puesto pegas.
Se puede decir que refuerza a un enemigo en la guerra por las posiciones altas de la clasificación, pero como nunca ganó la suya, el poso que deja en la afición es que no es una gran pérdida. Basta que su camino y el de Real Valladolid se encuentren –en liga todavía han de hacerlo, en Butarque– y que dé una buena imagen para…
No se puede negar que por lo menos puso fe. El problema fue otro; de fútbol. Aún caliente, reciente su marcha, todavía se oye el eco de su grito. Pero como Valladolid ya no es Esparta, y seguramente nunca lo fue, probablemente pronto se pierda. Para su desgracia, su derrota no es la de las Termópilas. Es una más. De la que intentará resarcirse en un club, el pepinero, con el que ha firmado ya hasta junio de 2018.