Sin monopolizar el juego de ataque, Juan Villar capitaliza las acciones de peligro del Real Valladolid a partir de una línea cambiante y con poca estabilidad

Aunque en el balance que viene realizando este portal de la primera vuelta del Real Valladolid Juan Villar tiene un apartado propio, debido a su condición de jugador revelación y con mayor incidencia, conviene citarlo también a la hora de analizar de la línea de tres cuartos. Exactamente, para destacar una realidad a mayores de las que puedan aparecer citadas en el artículo correspondiente: sin monopolizar el juego, es el jugador capital.
Es preciso empezar por esta cuestión para poner en valor todo aquello que suma. No se juega para él, pero nadie aporta tanto. Sus nueve goles dan fe de la importancia que ha tenido tanto para Gaizka Garitano como para Miguel Ángel Portugal, así como el hecho de ser el tercer jugador con más minutos del plantel (1.585), después de de Kepa (1.710) y de Mario Hermoso (1.672).
Sin ser el único canal a través del cual el Real Valladolid propaga sus acciones de ataque, sí es el principal, potenciado por el interés manifiesto de los dos entrenadores de dar rienda suelta a la mayor virtud de la línea de mediapuntas del equipo, que es la verticalidad.
Aunque técnico y bueno, no es el mayor virtuoso en el regate; la acción que más frecuenta para deshacerse de su par pasa por un engaño que culmina velozmente con el balón despegado del pie y su potente aceleración, que deja atrás a ese rival. En este arte también es ducho Guzmán, cuyo rol tiende a ser el de revulsivo, y sobre todo lo explota Mojica, con unas condiciones físicas por encima de nadie en el equipo y de pocos en la categoría.
El contrapunto al afán de volar lo ponen cuando juegan por fuera Manu del Moral o Alejandro Alfaro, jugadores que han desarrollado parte de su carrera en posiciones interiores y que en la pausa rinden mejor. Sucede, en cambio, que el Pucela es mejor en la prisa, pese a ellos, y sobre todo pese a un Óscar González que sigue (o cuanto menos parece seguir) en un franco declive.
La infidelidad de Gaizka Garitano consigo mismo impidió que esta línea pudiera rendir en las jornadas en las que el técnico vasco se sentó en el banquillo blanquivioleta, toda vez que en la duda entre jugar a ser rocoso y feroz tras recuperar el balón o tratar de ser la pausa y dominador del cuero se perdió, y con él, la credibilidad dentro del vestuario.
Por todo ello terminó siendo inofensivo, algo que con Miguel Ángel Portugal ha cambiado. Con el técnico burgalés, como ya se ha comentado AQUÍ, se ha buscado potenciar la generación a partir de la zona media, y no solo de tres cuartos en adelante. Porque, no nos engañemos, el Real Valladolid, en esta zona del campo, cuenta con buenos ejecutores, pero le faltan generadores ‘reales’ (excepción hecha de Óscar, librepensador, y del irregular Alfaro). Portugal lo ha advertido y deja lo de pensar a otros (a otro; Álvaro Rubio).
Se da la paradoja, con todo, de que el Real Valladolid es un Real Valladolid de mediapuntas. Quizá porque al carecer de un centro del campo dominador y de una delantera capaz de reservarse para sí un alto porcentaje del riesgo llevado a la puerta del rival es lo que queda. Quizá porque por vocación es lo que se buscó en el anterior mercado. O quizá porque además es como mejor le va, porque es de la manera que mejor exprime los recursos con los que cuenta.
Volvamos al concepto de ejecutor y no generador. ¿Existe algún problema en que las características sean estas, y no otras, y en catalogar así al equipo? No, ninguno. Es otro concepto de ver el fútbol, válido, aunque las modas parezcan obligar a amasar la posesión con 45 toques previos al remate que pretende el gol.
Aun siendo la comparación odiosa, pongamos el ejemplo del boxeo. Por derivación y «defecto» de las características del boxeo olímpico, hay peleadores que buscan en sus combates un recorrido largo, a los puntos, y que se centran solamente en eso, en puntuar. En cambio, hay otros que viven por y para el KO, que solo saben ir hacia adelante, como el vallisoletano de adopción Kiko Martínez.
El Pucela es (y seguramente deba ser) de estos, de los que viven mejor del golpeo.
Es verdad, quien a hierro mata, a hierro muere. Pero históricamente, al menos en épocas recientes, es como mejor le ha ido a la blanca y violeta. Aunque contaban con prestidigitadores como Víctor u Óscar, José Luis Mendilibar y Miroslav Djukic potenciaban la verticalidad. Si bien sobre todo el segundo negociaba con el estilo, y buscaba el encaje del toque, este quedaba en un segundo plano, para el juego estático. Y parece que en esas anda Portugal.
El difícil encaje actual de Óscar se debe más a sus problemas físicos, derivados de cursos pasados, que a su no capacitación para adaptarse a la volatilidad. Porque, al contrario, sabe serlo, y cuando más suma es cuando llega al área rival, y no cuando está. Mientras tanto, Alfaro ha venido demostrando en el tramo final de la primera vuelta que cabe en ese ideario.
Más allá de esta cuestión, el mayor problema que ha experimentado la línea de tres cuartos hasta este ecuador del campeonato es la regularidad, suscitada por diversos problemas de lesiones, en algunos casos. Al margen de la sanción de tres partidos de Mojica y de que Guzmán ha sido la pescadilla que se muerde la cola –no se asienta porque no es titular, no es titular porque no se asienta–, el Pucela ha sufrido por no poder contar en diferentes momentos del curso con los Alfaro, Óscar o Manu del Moral.
Y claro, de ello se deriva el problema del gol. Los dos de Óscar, Mojica y Guzmán y el único de Manu del Moral se antojan pocos para un equipo que pretende aspirar a estar en posiciones de cabeza. Ahora bien, hay que tener en cuenta que solo Óscar supera los mil minutos (1.077; el equivalente a casi doce partidos)… excepción hecha de Villar, que, con sus 1.585 y nueve goles, es el sustento de todo.