A sus 36 años, el riojano sigue siendo el pilar fundamental de un centro del campo con alternativas pero sin continuidad

Al principio fueron tres; luego llegó Tiba. La dirección deportiva apostó por dar continuidad al centro del campo del pasado año quitando a la receta del fracaso a Lluís Sastre y salpimentándolo al final del mercado con la llegada del luso, viejo objeto del deseo de Braulio. Sin embargo, con el transcurrir de la temporada, otra vez Álvaro Rubio se ha confirmado como la pieza clave alrededor de la cual todo gira.
Aunque al principio no fue así. Como Gaizka Garitano diferente a Miguel Ángel Portugal, digamos, más minimalista, el salón tenía una decoración distinta. Así, con Garitano la parcela ancha tenía un carácter más rocoso y defensivo, como demuestra el hecho de que André Leão y Timor compartieron titularidad en seis ocasiones y Rubio apareció solo tres veces –dos con el portugués y una con el valenciano, Copa del Rey al margen, competición en la que fue de la partida junto a Tiba–.
Con Portugal la cosa ha cambiado. Como dijo a su llegada, no lo revolucionó todo de golpe, pero fue como la pareja que llega a tu vida de nuevas; ha ido cambiando las cosas de sitio hasta dejar el cepillo de dientes en tu baño, confirmación definitiva de un nuevo tiempo.
De esta manera, después de dar continuidad a Leão y Timor, y de que Tiba tuviera su oportunidad, antes solo permitida en la mediapunta, Álvaro Rubio entró en el equipo titular en la decimotercera jornada para no abandonarlo ya más. En estos ocho partidos ha jugado cuatro días con André Leão, tres con Timor y una con Timor y Tiba, este pasado fin de semana en Mallorca.
Así ha configurado de inicio el Real Valladolid el centro del campo en sus veintidós encuentros oficiales:
- André Leão y David Timor: siete veces (seis con Garitano)
- Álvaro Rubio y André Leão: seis veces (dos con Garitano)
- Álvaro Rubio y Timor: cuatro veces (una con Garitano)
- André Leão y Tiba: una vez
- Timor y Tiba: una vez
- Álvaro Rubio y Tiba, una vez (en Copa del Rey, con Garitano)
- Álvaro Rubio, Timor y Tiba, una vez
Del choque al toque
Hasta el cambio de entrenador, el centro del campo se resolvió de pierna dura, que diría aquel. Luego ha intentado ser de seda, aunque sin llegar a lograrlo. Aunque con el transcurso de las jornadas el juego ha evolucionado y el Real Valladolid domina cada vez más el cuero, todavía no ha cuajado un partido redondo, en el que no haya sufrido en algún momento.
Decía Rubi que en Segunda es imposible no hacerlo, que siempre se sufre. La competitividad de la categoría está probada, por lo que se da por hecho esa dificultad. Pero otros pueden. No ya circular el balón durante los noventa minutos creando peligro sin cesar, sino al menos alcanzar esa sensación de no exposición que el Pucela todavía no ha logrado.
Si sufre, es porque falla en los automatismos a la hora de replegar. Dada la altura de los extremos, necesitaría una mayor suficiencia de los medios en este apartado, y no cuenta con ella, porque Rubio ya no puede y su par nunca basta.
Quizá por eso Portugal intentó probar en el duelo que cerró la primera vuelta con un 4-3-3 que terminó siendo un experimento fallido. Aunque a lo mejor habría que insistir, como la pasada campaña, cuando las mejores sensaciones proyectadas por el centro del campo llegaron con ese dibujo. La cuestión es, no obstante, que esta vez fracasó porque Timor y –sobre todo– Tiba estaban muy alejados de la primera línea, tanto en la salida como en la circulación y en el repliegue. Quizá subsanando ese problema…
Lo cierto es que, con dos o con tres en medio, todo gira –vuelve a girar– alrededor de Rubio, que ojalá fuera eterno. Bien por vocación, porque el riojano es a lo que sabe jugar, o por devoción, porque es por lo que Portugal quiere apostar, la mejoría en el juego se ha ido constatando con el paso del tiempo.
Prueba de ello es que se ha incrementado el número de ocasiones que el equipo genera. Ahora solo falta que los de delante la metan –más–. Y, si puede ser, que se subsanen esos problemas citados, que se manifiestan sobre todo en los pasillos interiores, tanto a la espalda de los mediocentros y entre el lateral y el central como a la misma espalda de los carrileros, en cada uno de los dos lados. Porque es verdad, no se puede ser perfecto. Pero al menos hay que intentarlo.