La compra del Mallorca por parte del dueño de los Phoenix Suns, Robert Sarver, cuenta con la participación de Steve Nash, histórico base canadiense y hoy ayudante en el equipo técnico de los Golden State Warriors

El basket lloró cuando se retiró –ya de facto–; lo hicieron aquellos que claman al cielo cada noche su valentía por pasarla en vela desde los tiempos de Andrés Montes, que en gloria esté. Y es que era un base distinto. Imaginativo, alejado del músculo que, dicen, reina (o reinaba) en la liga. Por qué no decirlo, del poder negro. Un playmaker en toda su extensión. Ahora, sin embargo, aquella NBA huérfana en octubre de 2014 sonríe, porque pronto encontró una réplica. Más aún; porque hoy trabajan juntos, como si Dios, en lugar de esperar el sacrificio de su hijo, hubiera bajado a la tierra a poner orden.
Sonríen también en Mallorca, o deberían. No todos los días uno comparte dueño con un mandamás de la NBA. Allí, ahora sí. Robert Sarver, propietario de los Phoenix Suns, lo es desde este mismo 2016 también del Real Mallorca. Ha venido a España con dinero, que no garantiza la felicidad, pero la facilita; dando por sentada esa premisa, pero «con la idea de volver pronto a Primera», dijo en la rueda de prensa que le presentó al gran público.
Aquellos que además de futboleros usan por las noches la etiqueta #dormiresdecobardes pensarán «pues no es para tanto, sus Suns no son nada del otro mundo». Y menos hoy, que llevan un lustro sin pisar siquiera una final de conferencia en un oeste cada vez más salvaje. Más sin el sheriff. Más sin Steve Nash, guía espiritual y faro hasta su marcha a los Lakers en 2012.
Se preguntará alguno que lea estas líneas qué tiene que ver con la historia que se comenzó a relatar con el base canadiense. Pues mucho. Porque, con la entrada de Sarver en el accionariado de la entidad balear, Steve Nash se ha convertido en copropietario, en tanto en cuanto tiene participación en la empresa Liga ACQ Lagacy Partners LLC, suscriptora de los más de veinte millones de euros de la ampliación de capital realizada.
Ante el riesgo o la duda que existe sobre que se propague un nuevo ‘virus jeque’, el suizo Maheta Molango, enlace entre los nuevos dueños y los viejos, representados por Utz Classen, todavía presidente, fue claro: «Somos gente seria, no hemos venido a la isla en busca de aventuras. Queremos lo mejor para la entidad, que es patrimonio de todos los mallorquines», dijo el exjugador profesional, hoy abogado, hasta abril de 2015, trabajador del Atlético de Madrid.
Steve Nash y el fútbol
Antes de acometer esta compra, Robert Sarver lo intentó con el Glasgow Rangers e hizo acercamientos con el Levante y el Getafe. Steve Nash, dicen, es aficionado al Fútbol Club Barcelona. Su vínculo con el fútbol, sin embargo, va más allá. Hijo de un inglés y una galesa, tanto su padre, John, como su hermano, Martin Nash, fueron futbolistas profesionales, y, el segundo, incluso fue internacional por Canadá.
La casualidad –porque así es el fútbol muchas veces, casual, no solo causal– quiso que, a mayores, sea hincha del Tottenham, entidad londinense (de donde su padre es oriundo) cuyo sobrenombre es el de ‘Spurs’… idéntico al ‘apellido’ de San Antonio, con quien vivió una de sus mayores rivalidades deportivas, debido a sus estilos contrapuestos: más físico San Antonio (en los 2000 lo eran), más imaginativo Phoenix, con ‘Air Canada’ a los mandos.
Sin anillo, pero la magia queda (y perdura en otro cuerpo)
Fue entonces cuando Nash logró dos galardones que le acreditaban como el mejor jugador de la temporada regular, en los años 2005 y 2006. En lo colectivo, a pesar del juego alegre que practicaban los Suns, jamás pasó de una final de conferencia. Por eso fichó luego por unos Lakers que parecían poderosos. Parecía que en Los Ángeles nada podía ir mal en el quinteto que formaba con Kobe Bryant, Metta World Peace, Pau Gasol y Dwight Howard, y sin embargo nada fue bien; nunca se puso el anillo de campeón.
Esta misma semana ESPN ha nombrado a los diez mejores bases de la historia de la NBA, guardándole el séptimo puesto. Es, en esa clasificación –una de tantas que se pueden hacer–, el segundo mejor de todos los bases blancos que han pasado por la liga, tras John Stockton. Lo que queda al margen son infinidad de ‘highlights’ con sus mágicas asistencias (es el tercer mejor asistente de la historia).
Para quien tenga tiempo y ganas: debajo, una hora de Nash.
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Foto: @poormanscommish
Aunque él ya no está, su basket perdura. Gracias a vídeos como el anterior que le rinden tributo, a las crónicas de entonces y a los recuerdos, que quedan en el agradecido ideario general. También, en el cuerpo de otros. Porque tras colgar las botas, Steve Nash ha decidido ser profeta de su propio estilo y convertirse en técnico. Sin la prisa de Jason Kidd, para muchos su antagonista y, ya, primer entrenador de unos prometedores Milwakee Bucks. Como assistant coach, nada menos que de unos Golden State Warriors que son vigentes campeones y el equipo de fantasía que ha superado a aquellos divertidos Suns.
En los Warriors, Nash trabaja mano a mano con su dignísimo sucesor, Stephen Curry, MVP de pasada NBA y que camina hacia una nueva mención (¿y anillo?) en el presente año. Con aquel que, con permiso del propio Nash, ha sido proclamado mesías de un concepto de baloncesto coral, que prioriza lo colectivo sobre lo físico.
Curry es el sentimiento y la creatividad que compite, en toda la extensión del término, como Nash lo hacía, contra la máquina. Con ese basket que representa LeBron James; el de quien es el niño en el bautizo, el novio en la boda y el muerto en el entierro. El típico físico, vamos.
Todo esto, claro, tiene poco que ver con el Mallorca; preocupa poco a sus aficionados. Volvamos entonces a Robert Sarver: «Me siento agradecido y honrado con la posibilidad de invertir en un club con una historia tan rica, que este año cumple cien años, y creo que se reúnen todos los requisitos para llevar a cabo el grueso de nuestros proyectos», afirmó en su primer día en las islas. Conocidas estas palabras, por qué no soñar. Con volver a la élite. Y liderar otra guerra. También, contra las máquinas. Como Nash. Como Curry.