La zona media del Real Valladolid Promesas no ha terminado de explotar en esta primera vuelta, a pesar de contar con jugadores de sobrada calidad o potencial

La calidad del centro del campo del Real Valladolid Promesas, o cuanto menos su potencial, está fuera de toda duda. De sobra son conocidos los Toni o Anuar, pues llevan unos cuantos en la base blanquivioleta. Otros como Renzo Zambrano vinieron precedidos de unas referencias geniales. Y Mayoral, que actúa en la línea de cuatro dispuesta primero por Albés y hoy por Jiménez, no ha sido internacional por casualidad.
Sin embargo, falta algo. Las sensaciones, en esta primera vuelta, no son las mejores. Quizá sea fútbol. Quizá confianza, si damos por sentado que lo anterior lo hay, pero no aparece tanto como debiera. A lo mejor es un plus de competitividad desde la segunda unidad. En fin; algo.
El cambio de dibujo circunstancial propuesto por Borja Jiménez así lo atestigua. Desde las nueve primeras jornadas, en las que Rubén Albés ocupaba el banquillo, el Real Valladolid B pareció el Real Valladolid B de los atacantes; el de la verticalidad y el de la movilidad.
La línea central de cuatro era más bien imaginaria, ya que los interiores, por su vocación ofensiva, obraban más a una altura elevada. El problema venía, y viene, cuando esta es excesiva. Y cuando de los dos delanteros no se descuelga ninguno. Entonces, los cuatro de arriba pierden conexión, provocando un espacio demasiado grande a recorrer por los pivotes y/o por el balón. Y si además los ofrecimientos y las ayudas no se dan, o no son efectivas, por esa lejanía, sucede que el equipo se colapsa en ataque y sufre en defensa.
Decíamos, el cambio circunstancial de dibujo venía a paliar esto. Y a intentar potenciar a Renzo Zambrano, cuya aclimatación al fútbol europeo está costando sangre, sudor y lágrimas. Es Anuar el encargado de ofrecerse en la salida, frecuentemente lavolpiana, pero es el vinotinto el encargado de generar y crear fútbol en el centro del campo. Muchas veces lento, de cabeza o de movimientos, no lo está logrando.
Todo uno deviene en el problema que genera todos los demás: si en la segunda fase no hay un porcentaje alto de éxito y se pierde el balón ante el rival y el equipo se encuentra partido por los vicios o defectos antes comentados, se sufre, porque el rival puede verse (de hecho, muchas veces se ve) en franquicia numérica para desarrollar el juego que le sea intrínseco. Y además, el balón no llega a los de delante.
Formar con tres en el centro habría sumado (sumó) un hombre en contención, y más tratándose de Mario Robles, que ya la temporada pasada se resolvió como un jugador capaz en el inicio del curso, a las órdenes de Rubén de la Barrera, siendo el líquido alrededor de quien todo giraba. Cuando el equipo defendía, era un central más, y cuando atacaba, era un medio que permitía mayor libertad a los más dotados técnicamente.
Sucede que, este año, ni por esas. Ya sea por las bajas, por el estado actual motivacional del filial o simplemente porque no funciona, no ha habido posibilidad de profundizar en este dibujo. Los resultados así lo han desaconsejado; siempre se ha acabado por optar por lo primigenio. Aunque tampoco fuera necesariamente lo mejor.
Del problema de la segunda línea al de la segunda unidad
El problema de la segunda línea es que muchas veces no lo es; la mitad está, en lugar de aparecer, y la otra bien se queda –Anuar; incapaz hasta ahora de dar un paso adelante en la creación– o no basta Renzo –de gran técnica, pero sin poso ni jerarquía–. Y si todavía esto sirviera para sumar en ataque de otra manera… Pero lo cierto es que a estas alturas de la liga apenas Mayoral ha marcado un gol y Adrián dos.
Para hablar del gol existe otro apartado. Detengámonos, así pues, en la segunda unidad. Como demuestra el hecho de que en cinco ocasiones no se han agotado los cambios, no ha aportado. De esta manera, a la poca incidencia en el resultado que han demostrado los centrocampistas hay que sumar que aquellos que no suelen ser titulares o bien no cuentan con la calidad suficiente para cambiar las cosas o bien no cuentan con la confianza necesaria.
Es por ello que, delantero al margen, reforzar esta segunda línea resulta necesario en esta ventana de fichajes recién abierta. Dani Espinar ha quedado relegado a un segundo plano (cuatro jornadas sin ser citado), la aportación de Adrián es residual (213 minutos) y la de Pelayo testimonial (apenas 42).
De este modo, la mejora del Real Valladolid Promesas, en lo que a la zona media atañe, pasa por aumentar sus recursos y porque aquellos con los que cuenta den un salto en su aportación. Porque la competitividad, en el sentido amplio del término, aumente. Porque ese algo, llámese ‘x’, deje de faltar.