A pesar de que ninguno de los dos ha conseguido convencer a la parroquia blanquivioleta con las sensaciones del equipo, el burgalés se lleva el gato al agua en lo que a puntos sumados se refiere
Tras quedarse a las puertas del ascenso y, por consecuencia, tener que afrontar el segundo año consecutivo en la división de plata, el Real Valladolid vivió una auténtica revolución en el mercado estival.
La salida de Rubi vino acompañada de la marcha de jugadores importantes, buques insignia en los tiempos en los que el Nuevo José Zorrilla recibía a los más grandes. Peña, Chus Herrero y Marc Valiente decidieron hacer las maletas y probar suerte lejos de la ciudad del Pisuerga.
No se reforzó mal el equipo blanquivioleta, que hizo de las incorporaciones de Kepa, Villar, Manu del Moral y Juanpe sus fichajes estrella. Para comandar la nave que debía llevarlos de vuelta a Primera Braulio confió en Gaizka Garitano, el mismo que había llevado al Eibar de Segunda B a lo más alto en tan solo dos temporadas.
Garitano, un quiero y no puedo
Con tales referencias, el Real Valladolid preparó su debut liguero con la ya tradicional concentración en Mondariz. No pintaba nada mal el equipo, que en sus compromisos de pretemporada dejaba buenas sensaciones en defensa y ataque.
Sin embargo, los de Garitano olvidaron todo lo aprendido y sucumbieron ante el Córdoba en su primer partido de la temporada. Los andaluces, superiores durante todo el encuentro, anotaron el gol de la victoria cuando mejor estaban los blanquivioletas.
A pesar del fiasco, el Real Valladolid supo reponerse del golpe y se impuso ante el Alcorcón en un partido que se sacó adelante gracias al trabajo paciente de la plantilla. Dos partidos, ambos con dudas por resolver, y el Pucela se colocaba octavo en la clasificación. El comienzo no había sido tan malo.
La alegría no duró mucho en la ciudad del Pisuerga. Mas bien fue un espejismo. Los de Garitano entraron en bucle, repitieron los mismos errores y volvieron a sucumbir ante el rival. Esta vez fue la Ponferradina la que se llevó el gato al agua. Es justo decir que el Valladolid jugó con diez gran parte del partido, pero más lo es decir que los del Bierzo se mostraron muy superiores ante un Pucela que no quiso –o no supo– recuperarse del golpe.
Garitano, que ya comenzaba a sentir la presión, cogió algo de aire con la victoria ante el Bilbao Athletic. A pesar de seguir sin crear demasiadas ocasiones, los blanquivioletas supieron aprovechar la conexión entre Alfaro y Villar y se llevaron los tres puntos. Fue la segunda y última victoria del vasco como entrenador del Real Valladolid.
En los cinco siguientes partidos, el Pucela solo sumó tres puntos de quince posibles, un balance demasiado pobre para un equipo que, a priori, estaba llamado a ocupar los puestos altos de la clasificación. Quizás su mejor partido fue ante el Real Oviedo, un encuentro siempre especial por la amistad que une a ambos clubes.
Tras tres empates seguidos, los blanquivioletas salieron a morder en un José Zorrilla que vivió el choque como una fiesta, aunque fue un quiero y no puedo. Para ser sinceros ninguno de los dos mostró su mejor versión, aunque los asturianos se llevaron finalmente los tres puntos ante un rival herido.
Con cuatro partidos sin conocer la victoria y Garitano más en la cuerda floja que nunca, el Llagostera dio la estocada final al entrenador vasco. El colista derrotó al Pucela, que se colocaba en puestos de descenso. Nueve partidos con tan solo dos victorias y cuatro derrotas fue demasiado para Gaizka que, como suele pasar en estos casos, fue el gran damnificado.
Ligera remontada de la mano de Portugal
El elegido para tratar de remontar el vuelo fue Miguel Ángel Portugal. Su tarea no era nada fácil: tenía que coger una plantilla en puestos de descenso y conseguir crear un bloque; un equipo.
Suele decirse que a entrenador nuevo, victoria segura. Quizás fue por el nuevo estímulo, o simplemente por no llevar la contraria a la sabiduría popular. Sea como fuere, el Pucela volvió a sumar los tres puntos después de estar más de un mes sin conocer la victoria. Los blanquivioletas disputaron ante el Mirandés los mejores minutos de la competición: supieron aprovechar las oportunidades y sufrir cuando fue necesario.
A pesar de la ligera remontada, el Valladolid volvió a tropezar con las misma piedra. Parecía que, por desgracia para la afición, los blanquivioletas se habían acostumbrado a sumar de uno en uno. Los de Miguel Ángel Portugal sumaron dos empates consecutivos en los que volvieron los fantasmas del pasado.
Se volvió a ver un equipo demasiado blando y temeroso, al que cada vez que tenía el balón los nervios le jugaban una mala pasada. No terminaban de carburar los blanquivioletas, que ya habían tirado por la borda demasiadas oportunidades de estar en la zona alta de la tabla.
Es innegable que la plantilla le echaba ganas. Nadie niega las buenas intenciones, pero estas se mostraban insuficientes para regresar a la senda de la victoria. Sin embargo el Pucela dio la campanada en La Romareda, donde logró la primera victoria de la temporada a domicilio.
No es que hiciera un gran alarde de oportunidades; más bien todo lo contrario. No tiró a puerta en todo el envite, pero aprovechó dos ocasiones a balón parado para llevarse el triunfo. La gran noticia fue la zaga, sólida y competente, capaz de aguantar el resultado.
Pero otra vez más, y ya son demasiadas esta temporada, la mejoría no fue más que una ilusión. Como aquel que, tras horas deambulando por el desierto, se acerca a un oasis que solo existe en su imaginación. Demasiado encariñado con la piedra, que ya es más una roca, el Pucela tan solo cosechó un punto en los tres siguientes encuentros.
El espíritu de Gaizka Garitano se le apareció a Portugal, que comenzó a vivir en sus propias carnes las mismas sensaciones que el vasco había tenido no hacía tanto tiempo. Sin embargo el burgalés dio con la tecla y consiguió redirigir el rumbo del equipo en los dos últimos partidos del año.
Los blanquivioletas encontraron en el Albacete la víctima perfecta para revocar la situación. A pesar de no cuajar un choque perfecto, los de Portugal consiguieron tres puntos más que necesarios vista la coyuntura. Dieron visos de ser un equipo serio, con una primera parte en la que dominaron a los manchegos; aunque terminaron el partido dentro de su propia área y casi pidiendo al árbitro la hora.
Con esta tesitura cerraba el año el Pucela ante su afición. Unos doce mil aficionados se dieron cita en Zorrilla para animar a su equipo, que cuajó ante el Tenerife una soberbia actuación en la faceta goleadora. Parecía que los blanquivioletas por fin habían aprendido de los errores del pasado, pues tras el gol de los canarios los de Miguel Ángel Portugal fueron capaces de gestionar los nervios.
Con mucho trabajo aún por hacer, especialmente en el plano defensivo y en la capacidad de generar peligro, Portugal ha igualado el número de partidos que su predecesor vivió al mando de la nave blanquivioleta. Lo hace mejorando los números –cuatro victorias y dos derrotas en nueve partidos– y, en algunas ocasiones, las sensaciones mostradas.
Con un Pucela que, este año sobre manera, es una montaña rusa en la que uno no sabe muy bien que esperar, el primer partido de 2016 ante el Girona se presenta como la oportunidad. No una más sino la definitiva para demostrar que, de una vez por todas, los blanquivioletas dejan atrás la sólida roca que les ha acompañado en este primer tramo de la competición.