El Real Valladolid se ha instalado en una nueva tendencia: está más cómodo fuera de casa. Y, si puede ser ante equipos abiertos, mejor
Va a ser verdad que el Real Valladolid se siente, después de tanto tiempo, más cómodo cuanto más lejos esté de casa. Ocurrió en Zaragoza, donde sumó su primer triunfo a domicilio; se repitió en Lugo, equipo ante el que cuajó la primera mejor mitad del campeonato; y se reflejó, de nuevo, en Albacete: superiores durante los primeros 65′.
No está amasando buenos resultados, no al menos los suficientes para respirar play-off, pero en las últimas cuatro salidas ha conseguido dos victorias y dos empates.
En el Carlos Belmonte, supo explotar los espacios entre líneas que los manchegos descuidaron para generar oportunidades de gol y construir una ventaja posicional y psicológica notoria. Tanto que, hasta la reacción del Albacete tras un doble cambio en el segundo tiempo, el Valladolid tuvo varias oportunidades claras para aumentar la renta.
Los jugadores de Miguel Ángel Portugal iniciaron el plan con una premisa: presión central y salida rápida. El encargado de asumir el rol presionante en fases centrales fue Álvaro Rubio, toda vez que Alfaro accionaba por dentro y liberaba de metros a Mario Hermoso en el flanco izquierdo.
Tras pérdida del Albacete en iniciación, la pelota tendía a pasar por las botas de Óscar, peligroso a la espalda de Mario Ortiz y Edu Ramos. La pareja local sufrió, hasta su modificación, los pases filtrados entre líneas. Y los laterales, igualmente, ante la responsabilidad de vigilar sus espaldas frente a la carrera de Villar y Rodri, tendente a picar al espacio entre central y lateral.
Con base en estos movimientos, el Real Valladolid encontraba las vías de llegada, de profundidad, de peligro. Conseguía robar con cierta facilidad en la transición defensiva y aminorar el riesgo que conllevaba conceder huecos por detrás de Hermoso. En esta situación de juego, el Albacete, personificado en el extremo derecho Portu, sí impulsó las escasas respuestas ofensivas locales.
Luis César Sampedro no encontraba la fórmula para que su equipo cerrara filas y, por tanto, apocara la soltura que estaba desvelando Óscar. En ningún momento del primer tiempo supieron corregir la descoordinación en la ocupación de espacios. El Valladolid, por su parte, terminó aprovechándola para que Villar marcara de cabeza al borde del descanso.
La redefinición de Sampedro
Foto: LFP
El segundo periodo se inició como concluyó el primero: el Valladolid seguía mejor ubicado sobre el campo, provocaba acciones de ataque y paralizaba las maniobras del Albacete para contrarrestarlo. Es cierto que descendió su influencia con pelota y terminó perdiéndola. Pero el panorama detrás de balón no empeoró las sensaciones del bloque pucelano.
Cuando segaban las circulaciones en estático del Albacete, originaban ataques directos, corriendo a los espacios abiertos en transición defensiva albaceteña. En dos minutos tuvieron la oportunidad de transformar el segundo gol. Sampedro, que advertía un bloque deshilachado, optó por sustituir a Samu por César y a un central, Núñez, por un atacante, Jonas.
El cambio, ofensivo, redefinió el dibujo del Albacete y propinó un giro al dominio del partido. Edu Ramos, superado en el centro del campo, pasó a la zaga, mientras que Portu, el más activo, se acercó a Ortiz en el doble pivote. Progresivamente, el Albacete fue empujando a los pucelanos a su campo y restándoles la profundidad de la que habían gozado hasta ese momento.
En el 68’, cuando el dominio blanquivioleta se había empezado a volatilizar, Tiba entró en el centro del campo por Leão con un resultado que no terminó de convencer al técnico castellano. Por eso, y porque vio cómo crecía el Albacete, además a través de su modelo de juego, retiró a Villar por Timor.
Con un doble pivote más sólido, Tiba pasó a una banda. El luso, poderoso y rápido, es más apto para jugar cerca del área, una ventaja que podía ayudar al Valladolid a recuperar la profundidad y la presencia en terreno rival, sacudiéndose de un repliegue defensivo más bajo de lo que pretende el entrenador pucelano.
Para incentivar más el deseo de estirar líneas, incluyó a Guzmán por Alfaro. El excentrocampista de la UD Las Palmas había demostrado en pasadas actuaciones su capacidad para transportar el balón lo más lejos posible del área propia, algo que reclamaba el Real Valladolid para evitar perder la ventaja.
Con sufrimiento final, pudo hacerlo. Sumó de tres, después de otros tantos encuentros seguidos sin ganar. Sobre los espacios abiertos edificó una superioridad difuminada en el segundo tiempo, pero suficiente para, al menos, no ahogarse en la zona baja.