El mediocentro venezolano no termina de dar el paso adelante que de él requiere el Real Valladolid Promesas, hecho que su equipo acusa teniendo problemas en la creación, a veces, severos

No están siendo nada fáciles los comienzos en España de Renzo Zambrano. El mediocentro venezolano, cuya destacada actuación en el Deportivo Lara llamó la atención de Domingo Catoira el pasado curso, está notando en exceso la diferencia de ritmo entre el juego de su país y el de Europa en estos primeros meses en Valladolid.
Lo viene jugando todo, pero no termina de destacar. Algo de lo que parece ser consciente, a tenor de lo reconocido en una entrevista concedida al portal sudamericano La Pizarra del DT. Aunque en lo personal dice estar «bien», sabe que hasta el momento no le están «saliendo bien las cosas», algo que, en parte, se puede deber a la nostalgia que siente de su país.
«De Venezuela extraño todo, a mi familia, mi hijo, mi gente, mis amigos, mi novia, todo», explicaba en la citada entrevista el volante ‘vinotinto’, sabedor, eso sí, de que está «cumpliendo sueño» y «contento por estar» en Valladolid. Ciertamente, hasta aquí, nada que extrañe y que no suceda con normalidad con aquellos jugadores que cruzan el charco en esta dirección.
Hasta el momento, ha actuado en catorce de dieciséis encuentros, siendo el tercer jugador con más minutos –1.181–, después de Toni y de Iván Casado. Faltó en la jornada primera porque todavía no tenía el tránsfer y posteriormente en la tercera, por decisión técnica. Desde entonces, encadena partido tras partido jugando los noventa minutos (a excepción de la visita a Tafalla, ante el Peña Sport). Efectivamente, incluso cuando su rendimiento no es el mejor.
Aunque lo juega todo, ha brillado con cuentagotas y se le ha notado –se le nota– falto de ritmo, necesitado de una marcha más para llevar la manija del equipo. Si bien posee una gran calidad técnica, le está costando mostrarla, quizá por algo que él mismo comentó en dicha nota: «Hay pocos espacios, te sacas a un jugador y no tienes tanto espacio como en Venezuela».
A su modo de ver, «hay mucha diferencia, hay que jugar rápido; hay equipos con distintas características, pero la mayoría siempre juegan a un buen ritmo y la pelota nunca se para». Así, está obligado a «llevar la pelota pegada al pie y pensar muy rápido», algo que le cuesta hacer, como demuestra la cantidad de balones que pierde, que hace que se resienta el colectivo.
De «volante ocho», tiene mucha libertad para «atacar, ir y venir». Ahora bien, en esto último se le nota también algún debe: no ‘va’ tanto como quizá debiera ni ‘vuelve’ tan bien como tendría que hacerlo. Cabe decir en su beneficio que no se esconde, que trata de acompañar al equipo, aunque, sin quererlo, obliga a su compañero –frecuentemente Anuar– a un sobreesfuerzo en las dos facetas del juego; en la destrucción y la creación, que el grupo nota.
Crecimiento y potenciación
Pese a todo, hay que reconocer que en el último mes ha dado un pequeño paso adelante. Todavía le cuesta alcanzar una continuidad en la creación –algo que se ha visto acrecentado cuando ha jugado con él Espinar–, y aún lo oscurece una defensa férrea por parte de su par, pero se echó el equipo a las espaldas ante el Logroñés y estuvo más activo de lo habitual en Gijón, ante el Sporting B.
Dicho sea de paso, en Mareo jugó como interior izquierdo, con mayor libertad para pisar área que aquella a la que él mismo hacía referencia. Lo hizo; llegó más y dispuso de dos disparos peligrosos que pudieron suponer el cero a uno para el filial. Fue potenciado por el hecho de jugar no solo con Anuar, sino también con Mario Robles.
Esa parte izquierda del césped acostumbra a ser la fuerte del Promesas, ya que allí juega Ángel y se acuesta Toni. Con Royo como lateral en los últimos partidos, por la participación del madrileño en el primer plantel, esta cuestión no ha cambiado, por la querencia de Renzo a aparecer en esa zona.
Juntándose en el costado zurdo, el Real Valladolid B trata de aprovechar a sus mejores jugadores desde el punto de vista técnico, también con la asociación de José con los citados. A su vez, ayuda esto como maniobra de distracción para liberar a Mayoral, a quien el centrocampista venezolano es capaz de activar con sus certeras diagonales en largo, hasta el momento, lo mejor que ha mostrado.
Este fin de semana, ante el Pontevedra, habrá que ver cuál es la apuesta de Borja Jiménez; si vuelve al habitual dibujo con dos extremos puros y dos atacantes o si da continuidad al nuevo dibujo con el que experimentó –con éxito– en Gijón. A riesgo de perder (a priori) presencia en el área, quizá esta sea la manera de potenciar (aún más) a Renzo Zambrano. De buscar que la fe puesta en él, por fin, dé sus frutos con esa continuidad ansiada.