El Real Valladolid logra su primer triunfo a domicilio apoyado en el trabajo defensivo más serio del campeonato y en progresar a tiempo
El Real Valladolid ha obtenido uno de esos tipos de triunfos que suelen catalogarse de fundamentales, acompañados de un halo de inflexión que los hace memorables. Los castellanos sumaron la primera victoria a domicilio aposentados sobre una estructura defensiva sólida y un control del resultado que les permitió progresar en la segunda mitad: el mejor del campeonato.
Y no es que fuera el mejor por la brillantez del juego desplegado. El Valladolid no fue bonito, salvo en algunos tramos en el ecuador de la segunda mitad, cuando se mostró capaz de lidiar con la ansiedad, la propia por verse más cerca que nunca de ganar y la ajena por la necesidad de reacción del Zaragoza.
El gol, tan tempranero, dio paso a un primer tiempo en el que el Zaragoza de Popovic dominó la pelota, también el territorio… hasta las inmediaciones de un solvente y confiado Julio. Ahí, precisamente en el último tercio de campo, a pesar de que los pucelanos aún no habían terminado de perfilar la altura de la defensa, aportaban la impresión de una solidez añorada en pasadas actuaciones.
Los locales, impulsados por Hinestroza en banda izquierda y Pedro como interior derecho (partieron del 4-1-4-1 con Morán de cabecero, Dorca y Pedro por dentro, Ángel e Hinestroza en bandas y Ortuño en punta), insistían en la manera de encontrar los espacios a la espalda de los centrales y los laterales pucelanos. Sin embargo, sus maniobras solían fracasar y eran respondidas con contundencia por parte de los defensores pucelanos.
La transición defensa-ataque, como elemento agrio del encuentro del Valladolid, solía desplegarse de manera endeble: los contragolpes concluían en fracaso, sin disparos entre los tres palos. La pelota, durante los primeros 45′, duraba poco en los pies del equipo de Miguel Ángel Portugal. Sin ella, entretanto, se fraguaron las principales modificaciones que los llevaron al cambio necesario y positivo.
Juntos, adelantados y proactivos
Dicho cambio producido en el segundo tiempo –en un contexto de 0-2 tras un dudoso penalti sobre Tiba– se manifestó en varios rasgos del anhelado bloque competitivo y compacto que debe aspirar a escalar posiciones y luchar por ascender.
Portugal insistió durante la semana de entrenamientos en la necesidad de mantenerse juntos sin pelota y poder adelantar con más seguridad la línea defensiva.
En La Romareda implantó esta variación posicional, más acusada en el segundo periodo, y derivó en éxito: hizo caer en continuos fuera de juego a los atacantes zaragocistas; obligó a cambiar el dibujo a Popovic, quien reubicó a Pedro más cercano a la cal y a Ángel, superado por un Mario Hermoso más que notable, cerca de Ortuño, por dentro.
El Real Valladolid, en defensa organizada, no dejaba espacios entre los laterales y los extremos, y por el centro ejecutaba perfectamente los movimientos de anulación del Zaragoza –empujado, por tanto, al 4-4-2 con el que perdió mordiente combinativa–.
A partir de una acertadísima labor defensiva, llegó el turno de la proactividad: en lugar de mantenerse replegado, la altura de la línea defensiva –llamativa en la posición de Chica y Hermoso– potenció que los pucelanos tomaran la pelota, desde la que empezaron a dominar el tiempo del partido frente a un Zaragoza sin respuestas.
En este periodo se evidenció la importancia que puede adquirir Pedro Tiba entre líneas, por delante de dos mediocentros. El luso representó el paradigma de lo que estaba siendo el Valladolid: solidario e infatigable en defensa, dinámico en el ataque organizado, fue con Rodri el primer ‘presionante’.
Mientras la escuadra de Portugal seguía exhibiéndose cómoda, aunque no generara un peligro evidente en la portería de Herrera, los blanquillos no conseguían aportar soluciones a la disposición pucelana. Popovic, entonces, decidió retirar a un central, Iñaki, para introducir a un mediocentro creativo, Sergio Gil (73′). De este modo, Pedro permutó a la banda izquierda y el pivote Dorca se ubicó en el centro de la defensa.
El Zaragoza dispuso de un arrebato final para acercarse en el marcador, pero volvió a fallar en el intento. Enfrente se encontró con el Valladolid más sólido del curso. El Valladolid del bloque compacto, adelantado, que no se dejó superar con el resultado a favor. Un Valladolid que progresó a tiempo para respirar e inhalar una bocanada de optimismo y tranquilidad.