Al igual que ocurrió en la pasada campaña, el Real Valladolid se topó con el gol en los primeros minutos y amplía su buena racha como invicto en la capital aragonesa

En la última década, La Romareda viene siendo un estadio fructífero para el Real Valladolid y, este año, los de Portugal divisaron la oportunidad perfecta para empezar a colmar el cajón, hasta ahora vacío, de victorias fuera de casa –tres empates y tres derrotas era el bagaje cosechado lejos de su feudo–. Ante él, se presentaba un Real Zaragoza segundo en la tabla clasificatoria, con 20 puntos de 36 posibles y erigido como el equipo menos goleado de la categoría, con siete dianas en contra.
El viento sopló a favor de los blanquivioletas desde el minuto tres. El tempranero tanto pucelano manó de un saque de esquina muy bien botado por Mario Hermoso que peinó Juan Villar en el primer palo y que, por medio de Leandro Cabrera y Manu Herrera, terminó con el esférico en el fondo de la red.
Casualidad o no, algo muy semejante acaeció el curso anterior. Tal día como hoy, un domingo cuatro de enero a las doce del mediodía, un Real Valladolid enchufadísimo que venía de golear por siete goles a cero al FC Barcelona B y estaba tercero en la clasificación se enfrentaba al Real Zaragoza en suelo aragonés.
Transcurría el minuto dos de partido cuando el hoy ausente Óscar González comenzó a tejer el fin de la imbatibilidad del técnico blanquillo Ranko Popovic que, desde su llegada, había logrado dos victorias y dos empates en los cuatro envites disputados. El exzaragocista es un killer del equipo maño, pues siempre le ha marcado desde su salida en 2008, por lo que un ápice de alivió recorrió los cuerpos de los aficionados blanquillos cuando se confirmó su baja.
Y es que, aquel día, el Real Zaragoza se topó con un claro combatiente en la batalla por el ascenso a la Liga de las Estrellas que en el minuto quince el salmantino sentenció el partido con su doblete. El objetivo, en teoría, es el mismo este año, pero con sensaciones que difieren bastante de las de aquella temporada –mejores tras la buena imagen exhibida en la segunda mitad, todo hay que decirlo–.
Pero el partido de este domingo nada tiene que ver con aquel. Poco queda de las dos escuadras enfrentadas el pasado curso. Ambos clubes han renovado drásticamente su plantel esta campaña y tan solo los blanquillos Leandro Cabrera, Diego Rico y Albert Dorca, y los albivioletas Chica, André Leão, Timor y Álvaro disputaron ambos encuentros.
Si bien, el mérito de hoy de los pupilos de Miguel Ángel Portugal es reseñable. Con su triunfo, pone fin a la codiciable racha del cuadro maño de siete jornadas sin degustar el agrio sabor de una derrota. Tres puntos valiosos, trabajados, y caros en lesiones, pues André Leão y Manu del Moral tuvieron que retirarse por sendos pinchazos musculares.
Pese a la distancia entre ambos en cuanto a puntos se refiere, el encuentro se esperaba vistoso y competido, ya fuese por el complicado fortín que supone La Romareda, como por la pugna entre dos clubes de notable envergadura —el Valladolid reúne un currículum de 42 temporadas en Primera y 33 en Segunda, solo superado por el Real Zaragoza, con 58 en la ‘división de oro’ y 18 en la de ‘plata’–.
Y el partido no defraudó, pues pese al prematuro gol blanquivioleta, el Real Zaragoza supo resarcirse y dominó tanto en posesión como en llegada en un primer periodo en el que los vallisoletanos acusaron la lesión del mediocentro portugués y la entrada de un todavía mermado David Timor. Tras los quince minutos de parón, Manu del Moral se encargó de materializar un penalti pitado sobre Tiba a los veinte segundos, para encarrilar, de esta forma, la primera victoria lejos del feudo pucelano.
Al parecer, La Romareda agrada y motiva a los vallisoletanos. Con este, ya son cinco los triunfos cosechados de manera consecutiva por el Real Valladolid en tierras mañas. Y es que ya ha llovido, y bien, desde la última victoria del equipo del león rampante, pues no derrota a los blanquivioletas desde el diecinueve de octubre del año 2003. Toca esperar a ver si ambos conjuntos vuelven a coincidir en la temporada venidera y si no se pierde esta costumbre y los blanquivioletas comiencen anotando en el inicio de un partido disputado en una mañana de domingo.