El Real Valladolid Promesas suma doce puntos sobre dieciocho en Los Anexos, pero solo ha arañado dos empates en seis desplazamientos

Para desgracia de los padres, a veces el hijo modelo no lo es del todo cuando sale de casa. Tranquilo y sosegado dentro, fuera es un rebelde, bien por acción o por omisión; bien por trasto o por vago. Para desgracia del Real Valladolid, ese es el caso del Promesas: cuando sale de Los Anexos pierde los modales que en ellos muestra.
Una vez se ha alcanzado el primer tercio de competición, el filial blanquivioleta ha disputado seis encuentros en Valladolid y seis fuera. La imagen junto al Nuevo José Zorrilla no preocupa; ha sumado doce puntos de dieciocho, lo que supone un 66’7% de las unidades que se han puesto en juego y una proyección de 38 puntos al final del curso en los Campos Anexos.
El problema, decíamos, viene lejos de casa, donde el Real Valladolid B ha logrado solo dos empates por cuatro derrotas. Este exiguo 11’1% se convierte en problemón cuando uno ve la escasísima proyección de 6’3 puntos a domicilio al término de la campaña, un dato que no por frío ha de ser desdeñado en pos de la mera creencia de que todo irá a mejor.
Ciertamente, las cifras no son más que eso, y las matemáticas, en fútbol, nunca son exactas. Lo que hoy es bonanza en casa y escasez en los viajes puede transformarse; voltearse, o cambiar ligeramente la dinámica. Pero lo cierto es que hay una realidad inequívoca: para salvar la categoría, con lo que el filial viene haciendo, no es suficiente.
En función de cómo vaya la temporada, los números proyectados en casa pueden resultar buenos, pero fuera hay que mejorar y mucho. Por las cifras… y por las sensaciones que viene dejando el filial en cada salida, en más de una ocasión, desconectado, como sucedió este pasado fin de semana en Aranda, algo que detectó y reconoció Borja Jiménez.
El técnico abulense explicó sin tapujos que, a su modo de ver, el Promesas regaló 45 minutos, hecho que no se puede volver a repetir, y menos contra un rival directo como era la Arandina. Por fin, ha de haber una continuidad en el juego que otorgue un mayor número de puntos, que será lo que sirva para no pasar apuros.
Después de mostrar una cara dominante ante el Burgos y el Cacereño en las dos primeras salidas, justamente, en las únicas que ha puntuado, ha habido una llamativa y dolorosa alternancia entre un filial batallador y uno deshecho. Frente al Lealtad, el equipo recibió la única goleada del curso, cierto es, con diez, pero también viéndose desbordado por el juego directo asturiano.
Algo semejante sucedió en Aranda de Duero, con la salvedad de que aquí no hubo balones frontales en exceso, sino laterales, centros fáciles al área provocados por el mal balance defensivo realizado, sobre todo por el costado izquierdo. La apatía y la desidia, las del mal estudiante, trajeron luego las prisas, las de quien se acuerda de que el aprobado no vendrá regalado.
Entremedias, aún con Albés en el banquillo en el primer duelo y en el frustrado comienzo de Jiménez en el segundo, el Promesas dio la cara –aunque se la partieron– en Ferrol y Santander, ante dos de los mejores equipos de la categoría, los departamentales, claro favorito al campeonato –es líder con siete puntos de ventaja sobre la Cultural– y los cántabros por historia y nombres dentro del plantel.
«Como buen filial, es capaz de lo mejor y de lo peor», habrá quien piense, no sin parte de razón, pues no se puede negar que viene siendo competitivo y podría tener más puntos. Aunque, como se ha venido demostrando, con la intención no basta. Sobre todo cuando existe un riesgo de contagio que se espera no se plasme ante el Logroñés, como sí sucedió ante el Astorga.
No será un buen cliente la UD Logroñés, a priori, para seguir puntuando en casa, si bien el Real Valladolid B todavía no ha perdido en Los Anexos. En esa línea debe continuar, y ha de extrapolarla fuera.
Llegados a este punto, alcanzado el primer tercio liguero, no vale ya con ser hijo modelo en casa, de esos que recogen la mesa y pasan la escoba, además hay que portarse bien fuera; dejar las pintadas y empezar a sumar cuanto antes de tres en tres. Aunque, como lo primero es lo primero, habrá que ver si efectivamente no hay contagio este sábado, a partir de las cuatro menos cuarto.