El Real Valladolid volvió a ser un equipo sin brío ni estructura: oscuro en medio campo, errático en los extremos. Y, lo peor, sin capacidad de anticipación a los golpes

El Real Valladolid tenía la posibilidad de hacer bueno el empate en Almería. Tenía, también, la oportunidad de crecer no sólo en resultados, tras la llegada de Portugal, sino también en sensaciones. Pero, de nuevo, regresó a un pasado cercano en el que se pedía la dimisión de Garitano. No propuso respuestas ante las incidencias del partido. Y se dejó envolver por el halo vehemente del Leganés.
Porque los pepineros fueron superiores a los blanquivioletas durante los últimos 30’ a base de empujar más, de querer la pelota y de no encontrar una oposición palpable enfrente. El Real Valladolid no presionó organizado cuando se le requería una respuesta a los cambios de Asier Garitano. El técnico vasco introdujo dos caras nuevas en el 55’: Szymanowski, extremo, por el lateral zurdo Ruíz, y Miramón por el mediapunta Toni.
Esta modificación surtió un efecto exitoso para los madrileños. El expucelano Rubén Peña retrasó su posición al lateral derecho y Díaz, que había ocupado la demarcación en un primer tiempo igualado, permutó al lateral contrario. El sistema se mantuvo intacto, pero los sentimientos variaron. De tal forma que el Leganés se instaló en campo contrario, no dejaba salir cómodo al Valladolid y lo fue arrinconando, empequeñeciéndolo. Como muestra, la nula reacción al gol del empate; también, la decisión de Portugal, tardía, de implementar variaciones en la columna vertebral del Real Valladolid.
Equipo sin creación
Hasta llegar a aquella situación, en la que el Valladolid parecía conformarse con el empate en lugar de dominar al rival en los últimos minutos para buscar el segundo, habían sucedido pocas cosas. De ahí lo preocupante. Y las que menos ocurrieron fueron en el centro del campo, formado por Tiba y Leão.
El doble pivote naufragó de principio a fin. Los pucelanos encajaron demasiadas dificultades para sacar la pelota con cadencia. En su lugar, optaron en muchas acciones por abusar del pase filtrado a espaldas de una línea defensiva pepinera bastante adelantada. Cuando los atacantes locales no caían en fuera de juego, erraban, como hizo Rodri, ocasiones muy claras.
La pareja lusa no mezcló como se presumía que hiciera, lo que mermó la confianza y el sostenimiento de fases de juego, si quiera, aceptables. Tiba no es un mediocentro para jugar sólo con un acompañante porque se siente encorsetado y alienado. Cuando adelantó metros en el último tramo de choque mostró más presencia ofensiva. Sin embargo, sólo con André se veía demasiado lejos de donde es efectivo: entre líneas.
En tres cuartos el Valladolid no dispuso de presencia y siempre estuvo bien controlado por la pareja Sastre-Gabriel. Sin progreso en el último tercio, los blanquivioletas, como cualquier equipo, son mediocres, e incluso descienden al escalafón de frágiles.
Y el Real Valladolid, a pesar de haber gozado de varias ocasiones claras de gol, se advirtió un conjunto obtuso, frente a sus fantasmas, que se hizo pequeño mientras su rival evolucionaba. Y que sigue sin restañar los borbotones de deficiencias que amenazan con no dejarlo salir de su autoproclamado estado de dudas.