Quique González busca en el Almería asentarse definitivamente en la élite, algo que en el Real Valladolid se le negó reiteradamente

«Si tantos entrenadores coincidieron en descartarlo será por algo», tiende a afirmar un sector de la afición del Real Valladolid cuando sale el nombre de Quique González.
Sucede que la entidad blanquivioleta es más dada a la suelta de palomas que a la apuesta real, que el más que claro empobrecimiento de calidad experimentado por la cantera ha ido acompañado de una política de club nula en cuanto a oportunidades a los chicos de la casa. Es difícil saber si fue antes el huevo o la gallina. Lo cierto es que, en los últimos años, ni el Real Valladolid ha querido ni los canteranos han podido confirmarse en el primer plantel.
«Si son tan buenos, ¿por qué no llegan fuera?», suelen replicar los primeros citados ante esta argumentación. Sin afán de enrocarse: esto no es bollería industrial. Son muchos los factores que condicionan el grado de maduración y el crecimiento de un futbolista. Los más críticos con el ‘modus operandi’ del club, dirán que mejor fracasar con uno de casa que con uno de fuera (aunque mejor no fracasar).
En estas, si ha habido un caso claramente injusto en los últimos años dentro de la cantera del Real Valladolid, sin duda ha sido el de Quique. El atacante vallisoletano fue descartado tres veranos consecutivos, después de su debut en Segunda de la mano de Antonio Gómez y de los posteriores minutos –pocos– que le dio Abel Resino.
Después de dos buenas temporadas en el filial, y una pretemporada excelsa a sus órdenes, Antonio Gómez le hizo debutar el veintisiete de agosto de 2010, en la victoria por tres goles a cero ante el Villarreal B. Jugó también en Copa, ante el Espanyol en Cornellá –el partido del famoso penalti a lo ‘callenka’–, y, ya con Abel, cinco veces más. La salida de Calle pudo beneficiarle, pero Bacari le adelantó por la derecha y acumuló solo 145 minutos en liga.
Su buen hacer en el Promesas le hizo ganarse otra oportunidad. Miroslav Djukic llegó prometiendo un ’20+5′ y Pesca y él se postularon como las opciones más claras para sumar de entre los canteranos. No fue así. Después de destacar otra vez en pretemporada, se marchó cedido a la UD Logroñés, perdiendo un año, porque jugó nada más que 352 minutos repartidos en nada menos que veintiún encuentros.
¿Sería la tercera la vencida? Pues no. Aunque en mayo, ya con el equipo salvado, ‘Djuka’ reconoció en un videochat en El Norte de Castilla que tendría una nueva oportunidad, al final, esta no tuvo traslado durante la temporada, ya que desde casi el comienzo de la preparación Quique se vio fuera de la dinámica de grupo. Así, estuvo cerca de irse cedido al Guijuelo, cesión que se frustró y acabó con el punta en el filial.
La situación, duda, durísima, se convirtió en una papeleta para Torres Gómez, que contó a última hora con Quique y Javi Navas, ambos de calidad, pero ambos rebotados. En el caso del primero, el complicado inicio de curso se tornó en refrendo de sus capacidades, toda vez que marcó diecinueve goles en treinta partidos, aun no jugando como delantero puro en buena parte de ellos.
Esta cuestión le persiguió durante su estancia en el entorno del primer equipo: una presunta indeterminación en cuanto a su posición. Nunca fue catalogado como un ‘nueve’ típico. Tampoco era un extremo ajustado a los cánones históricos. Ni –sobre todo– era mediapunta. Quizá era, más bien, un segundo delantero, de esos de acompañamiento, que juegan mejor con otro al lado.
Despegue en Guadalajara

Su convocatoria ante el Mallorca, en la última jornada liguera, fue el último brindis al sol. Cambió Valladolid por Guadalajara después de rescindir, un equipo, el alcarreño, que estaba batallando por un puesto en la Segunda después de diferentes avatares administrativos. No lo lograron, y desde entonces siguen en la Segunda División B, lo que no obsta para considerar que el año de Quique fue bueno.
No se perdió un solo envite oficial y, así, jugó los 38 partidos ligueros y el de Copa del Rey y marcó 24 goles. ‘Su’ Guadalajara solo pudo ser quinto, a pesar de que el objetivo claro era entrar en la promoción que le daría derecho a conseguir otra vez ascender a Segunda. En lo personal, el vallisoletano demostró un muy buen hacer, jugando como punta, acompañado habitualmente del galo Philippe Toledo.
Tal fue su rendimiento que fichó por el Almería. Aunque tampoco allí lo tuvo fácil en sus inicios. Hasta tres entrenadores distintos tuvo antes de salir cedido en enero –uno de ellos interino–, y ninguno confió. Debutó en Primera con Francisco, disputó tres encuentros en Copa y, con JIM, dispuso de cuatro minutos en dos partidos.
Teniendo en cuenta el contexto en el que estuvo, sus meses en el Real Racing Club fueron fructíferos. En un equipo desahuciado, marcó cuatro goles en diecinueve apariciones, que si bien no sirvieron para salvar a los cántabros –entre los que, recordemos, también estaba Juanpe–, sí le valieron a él para ganarse un puesto en el Almería, esta vez definitivo, pero, eso sí, en Segunda, donde hoy compite y se enfrentará el domingo por segunda vez en su carrera al Real Valladolid.
En lo que va de temporada, ha disputado 661 minutos y ha visto puerta en cuatro ocasiones, con una media de un gol cada 165 minutos en liga, media que mejora si se tienen en cuenta los dos goles que marcó en los veintitrés minutos que ha tenido en Copa del Rey –frente al Nàstic– en una menos desdeñable media de un gol cada 114 minutos.
Ha actuado en nueve jornadas y ha sido titular en siete de ellas. Es el sexto jugador que más juega y ha contado primero con Sergi, luego con Miguel Rivera –interino el pasado curso durante la decimoquinta jornada y que este año sí le utilizó, al contrario que el pasado– y ahora con Joan Carrillo. Eso sí, no como punta, sino como extremo izquierdo, frecuentemente.
Más importante que la determinación o no de su posición en el campo es que, por fin, ha tenido la oportunidad real que llevaba años esperando; esa que en el Real Valladolid se le negó reiteradamente. Un Real Valladolid, por cierto, al que guarda en el corazón, pero ante el que no dudará: «Es el equipo de mi tierra, pero mi alegría será enorme si consigo marcar. Estaré encantado en celebrarlo», ha confirmado esta semana.