El onubense fue el jugador más determinante, con un gol y una asistencia, en la victoria del Real Valladolid ante el Mirandés

Decía Miguel Ángel Portugal en su rueda de prensa de presentación como técnico del Real Valladolid que le gustaba la velocidad en el ataque del equipo blanquivioleta. Si traducimos esas palabras vemos reflejado a Juan Villar, quien volvió a sacar su mejor versión en Zorrilla para marcar un gol y dar otro en la victoria frente al Mirandés (2-1).
Pese a que había nuevo técnico en el banquillo del Pucela, la victoria no era segura. Pero Portugal quería hacer ver al público vallisoletano que sí, que este partido lo iban a ganar. El inicio fue maravilloso, incluso se podría decir que el conjunto blanquivioleta mostró los mejores momentos en lo que va de temporada. En casa el equipo funciona y, en este caso, a ratos, se gustó. Y mucho.
Pero como no es oro todo lo que reluce, al Real Valladolid también le tocó sufrir, para que nadie se relajara y todos estuvieran enganchados hasta el último minuto. Todo podía pasar, y así fue. En un encuentro muy completo –en todos los sentidos–, Portugal supo lavar la cara al equipo e inyectarle la dosis de moral, que falta le hacía, para regresar a la senda de la victoria.
El Real Valladolid sacó provecho de sus mejores momentos y soportó, sin encajar, el acoso del Mirandés en los peores. En resumidas cuentas, lo que debe hacer si quiere estar en la zona alta de la tabla. Los blanquivioletas entraron al partido muy enchufados. El 3-3-3-1 de Terrazas favoreció a Juan Villar, que parecía tener una alfombra por su banda. Y es que por ahí llegaron las jugadas más peligrosas de su equipo. Primero avisó con un disparo al palo corto, pero apareció Raúl –el portero visitante que regresaba a Zorrilla tras desvincularse de la entidad blanquivioleta el pasado mes de junio– para enviar el balón a saque de esquina. Y, en la jugada siguiente, Timor cazó un balón dentro del área que no pudo dirigir a la portería burgalesa. Todo ello en tres minutos. El inicio prometía.
Se gustaba el Pucela, quien dominaba este fulgurante comienzo. Tenía las ideas claras y eso es muy importante para que entre la pelotita, que entró antes del primer cuarto de hora. Una maravilla hilada al primer toque entre Villar, André Leão y Rodri acabó con el balón en el fondo de la red. La jugada la empezó y la terminó el onubense. Se apoyó en el luso, después en Rodri –quien se la devolvió de tacón– y definió, como toda la acción, de diez. El público gritó el gol como si fuera el del ascenso, aunque también se llevó las manos a la cabeza –por la sorpresa, en teoría–. El Real Valladolid demostró que sabe jugar bien. No había ni rastro de la falta de claridad de tres cuartos hacia adelante.
Pero, en el efecto gaseosa, el conjunto de Portugal se fue desinflando. La presión inicial para recuperar el balón lo antes posible desapareció y cedió metros a un rival que no dudó en aprovecharlo. En cuatro minutos, el Pucela tuvo tres sustos: dos de Ion Vélez y uno de Carlos Moreno. La línea defensiva volvió a ser lo más flojo y a punto estuvo de pagarlo. El Mirandés encontró varios huecos y se benefició de los fallos en la salida del balón de los locales para generar esas primeras claras ocasiones.
Los golpes de los visitantes dejaron un poco noqueado al Real Valladolid, aunque supo estabilizarse para ser él quien diera el puñetazo bueno. Otra vez apareció Villar; sí, en la banda derecha. Una buena acción individual del onubense le permitió entrar en el área, donde le esperaban tres compañeros para rematar el balón. Optó por el pase de la muerte para Rodri, quien solo tuvo que empujar el regalo. El gol resultó una bombona de oxígeno y de positividad para el Pucela y un duro varapalo para el Mirandés, puesto que restaban pocos minutos para el descanso.
Un poco de sufrimiento
Con el 2-0, los pupilos de Portugal eran conscientes de que debían hacerse fuertes en defensa e intentar aprovechar una rápida salida para sentenciar el choque. Pero comenzó una ruleta rusa que puso nerviosa a la afición vallisoletana. Manu del Moral, en quien confió el nuevo entrenador para ocupar el extremo izquierdo, envió un balón al larguero en un saque de falta. El Mirandés devolvió el susto en la jugada siguiente, con un cabezazo de Álex García que se fue al poste.
Kepa también tuvo que aparecer para desbaratar las acometidas visitantes y poner firme a su defensa, que sigue sufriendo demasiado. Nadie podía romper la fiesta de Villar. Él mismo se encargó de crear la más clara de la segunda mitad para el Real Valladolid. La banda derecha volvió a ser protagonista con el onubense, quien vio cómo entre Raúl y el travesaño sacaron un buen disparo.
Continuó saliendo rápido el Pucela a la contra, y más con la entrada de Mojica. Pero acabó acusando el cansancio y se le nublaron las ideas en los últimos metros. El equipo rojillo buscó el premio del gol hasta el final y no paró hasta encontrarlo, aunque fue en la última jugada. Una magistral falta directa lanzada por Abdón Prats hizo inútil la estirada de Kepa y el esférico entró por la escuadra.
No hubo tiempo para más porque el árbitro, Munuera Montero, señaló el final justo después. Nadie arruinó la fiesta de Villar, quien se puso la corona gustosamente tras erigirse como el constructor del camino hacia el triunfo. Una victoria balsámica que permite al Real Valladolid colocarse con doce puntos y comenzar la era Portugal con una cara más agradable.