Alberto Pérez, entrenador del Parquesol femenino, analiza sus primeros meses dirigiendo a su equipo y habla de los objetivos grupales marcados a largo plazo

Alberto Pérez, entrenador del CD Parquesol de Segunda División femenina, es debutante en un banquillo de estas características. Con la máxima ilusión, afronta una nueva etapa después de su experiencia en el Arroyo Pisuerga aficionado. Juega este valor y el de la juventud de su plantel de cara a un objetivo complicado, el de la salvación. Cuenta ya, después de dos jornadas, con tres puntos en su haber.
Relata que, a la hora de aceptar su nuevo puesto, le llamó la atención «salir a nivel nacional» y que, con su ayudante Muci, no vio «a nivel deportivo nada mejor». Y aceptó como un reto dentro de un fútbol «que se está abriendo más camino», sabedor de que «está cambiando bastante», debido a que «cada vez los entrenadores están más preparados».
En sus primeros meses, ha percibido que «a nivel táctico y técnico hay diferencias, que requieren un mayor esfuerzo por parte del entrenador, pero esto se da porque está mal estructurado; las chicas pasan de competir en Infantil masculino a Nacional femenino, y se saltan etapas formativas».
El cambio le ha llevado a empaparse durante el verano, después de ver el último partido del plantel pasado y los últimos entrenamientos de su filial, que juega en Regional. «Nos empapamos con vídeos de Internet y el utilizamos el Mundial femenino para orientarnos en lo que tenemos que trabajar. Es verdad que tuvimos bajas importantes como las de Laura y Ainoa, que se fueron al Atlético de Madrid, u otras que la dejaron, pero tiramos de cantera y estamos contentos con la predisposición de las chicas«, reconoce.
La modestia de la entidad impidió que llegaran chicas de fuera, más allá de un fichaje llegado desde León. «Para traer gente de fuera que tuviera la misma calidad que las que tenemos aquí, preferimos tirar de cantera, con todas las consecuencias de tener que acelerar sus procesos de formación», explica después de plantar cara al Canillas y de ganar a Moratalaz.
Quitando «tres o cuatro jugadoras», la media de edad del equipo es de unos veintidós años, con algunas incluso que tienen quince. Esto obliga a una gestión cercana, que, no obstante, a él también le sale. «Lo primero que dijimos al llegar es que tenía que haber comunicación con el cuerpo técnico. Es complicado llevar un grupo con chicas que entran en la edad del pavo con otras con una vida ya más encauzada», explica.
Sobre esos objetivos de salvación, es sincero, al principio dijo «madre mía», pero esa sensación, digamos, catastrófica, duró «unas semanas», por la predisposición de las chicas «a progresar», si bien el grupo de Madrid, en el que se encuentran, es tremendamente competitivo. Sin embargo, por ilusión no va a ser, ni personal ni colectiva.
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