Los blanquivioletas demostraron capacidad para ofrecer respuestas a los problemas, aun cuando continúan en fase de acoplamiento y construcción

Necesitaban el gol para evitar enrocarse con la derrota de Córdoba. Necesitaban probar la capacidad de reacción frente a un adversario que comenzara dominándolos. Necesitaban ganar para enderezar las ideas impregnadas durante la temporada que, en el Nuevo José Zorrilla, aun a fogonazos, pudieron deslizarse.
No jugó el Real Valladolid un encuentro ‘preciosista’, ni fue sublime en ninguna de las fases. No hubo encomios. Sí respuestas a los problemas que surgieron, lo que evidenció dos aspectos: que el conjunto pucelano aún carece de los automatismos deseados que compliquen al rival imponerse y que, ante la inexistencia de aquellos, ha sabido actuar para minimizar sus efectos.
Un mal inicio en las dos partes trocó en un progresivo control que, sumado a cambios acertados de Garitano, ayudó a obtener un resultado positivo para estrenarse en casa.
Un Alcorcón asociativo y vertiginoso
El bloque alfarero saltó al estadio blanquivioleta como el Córdoba hizo en El Arcángel: buscando sorprender al inicio para trastocar los planes del oponente. Desde el primer momento, comandados por Campaña en el centro del campo, Pastrana en el extremo izquierdo y un incorregible y omnipresente Plano, fueron profundos y peligrosos.
El exmediocentro sevillista hacía circular la pelota con sentido, en tres cuartos de cancha, y activaba la velocidad y potencia de Pastrana en un duelo con Chica del que parecía presumirse en vencedor.
A estos elementos que decantaban la ventaja posicional del lado alfarero se unían la velocidad del central derecho Djené y del lateral Nelson, encargado de abrir la cancha desde la derecha.
En respuesta al buen arranque del conjunto de Muñiz, el Pucela aportó presión, pero también el temple requerido para no dejarse abrumar. Terminó, durante la primera mitad, por conquistar fases más prolongadas de posesión, en las que Alfaro consiguió sobresalir.
Del Alfaro organizador y la querencia al interior
El Real Valladolid, en sus procesos de ataques asociativos, en los que no brilló el doble pivote Timor-Leão (volvió a justificar la idea de que ambos se restan más que se agregan), viró su confianza organizadora en Alfaro. El interior, que partía desde la izquierda, propuso continuas diagonales fuera-dentro. Unos movimientos que exteriorizaban la intención de, por una parte, liberar espacios en su zona de partida; y, por otra, la más notable, la de hacer germinar ventajas numéricas sobre Campaña, Toribio y Plano.
Por dentro, los pucelanos intentaron combatir el cierre de pasillos con más talento combinativo. Acercar Alfaro a Óscar, a la espera de los desmarques de ruptura interior de Villar o exterior de Guzmán se revelaba como una opción a tener en cuenta, máxime ante las pocas esperanzas en profundidad que desprendían Hermoso y, sobre todo, Chica. Entonces, entre Nelson y Djené, en especial el segundo, cerraron las ocasiones de gol que podía generar Villar, principal argumento en la zona de finalización.
Una roja desequilibrante
Nuevamente, era el Alcorcón el que saltaba de vestuarios con hambre de repetir la primera parte del guion: ser intensos para no perder la pelota y verticales para batir a un bloque defensivo no excesivamente rápido. Pero, una acción del central Chema, concluida en roja, cambió el encuentro. Muñiz retiró al ariete Máyor e introdujo al central Román. Al instante, Razvan ocupó el lugar de una de las figuras del Alcorcón en el primer periodo, Pastrana. Y Garitano respondió.
Hermoso, con amarilla, dejó su lugar a Mojica –también Guzmán a Rodri–. Así, la banda izquierda del Valladolid ganó en recorrido y profundidad. Alfaro seguía tendiendo a atacar espacios entre centrales y pivotes, aunque siempre atento al 2×1 con el colombiano, y éste probaba a Nelson en un choque físico individual en el que Mojica cobró ventaja gracias a un centro que remató a la red Villar, ya como exterior diestro.
La superioridad numérica había insuflado mayor confianza, a pesar de que el Alcorcón continuaba bien diseminado por el terreno de juego. Tanto que llegó a disponer de oportunidades para igualar, en especial por su banda izquierda, antes de que Garitano tomara la decisión de solidificar el centro del campo para eludir sustos.
Álvaro Rubio, en el 37′ del segundo tiempo, pasó a asentarse sobre el interior izquierdo, hasta entonces dominio de Alfaro. Desde ahí, como hizo en Córdoba, retomó la posesión del balón y contribuyó a reducir el peligro del que avisaba a ráfagas el Alcorcón.
En un alarde de eficacia, un centro raso de Villar fue aprovechado por Óscar para extender la ventaja, cuando ya era momento de concluir que un Valladolid en obras demostró temple y reacción. Para sumar la primera victoria.